¿Cómo odiarte?

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("Quiero despertar y encontrarte a mi lado.")
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Saqué la cabeza del agua tomando una enorme bocanada de aire. Después, me quedé flotando sobre el agua salada del mar, observando las estrellas a la vez que me retiraba el pelo empapado de la cara. Era tan hipnotizante... El movimiento del oleaje, el sonido lejano de las olas chocando en la orilla de la playa, las infinitas y relucientes estrellas que pintaban brillantes el cielo... Un momento del que me costaría bastante salir. Pero antes de que eso ocurriese, me di vuelta y comencé a nadar en dirección a la orilla. Me pregunté qué altas horas de la noche eran cuando pude tocar arena y llegué a tierra firme. Pasé mis manos recorriendo mi cintura hasta mi cadera y estiré mis brazos al cielo, como queriendo atrapar una de todas esas estrellas y guardármela en el bolsillo; puede que me la quisiera llevar a pasear, o hacerle compañía hasta la hora de marchar, marcada por el sol del alba. Escurrí el agua de mi camiseta, única prenda que cargaba, aparte del bikini debajo de ésta; y escurrí también mi pelo. El sonido imparable de las olas moviéndose provocaba inevitablemente el no poder pensar, me dejaba la mente completamente en  blanco y no podía pensar en nada. Supiré y, girando a la izquierda, me puse a caminar por la orilla. Sentía la arena bajo mis pies, haciendo que éstos se hundan en ella y dejando un rastro de huellas tras de mí, que al rato eran devoradas por el oscuro mar y desaparecían por completo. Continué mi paso en completo silencio, solamente con el sonido del agua y de mis pies salpicando, y me crucé de brazos. Estaba empezando a tener frío, a si que me froté los brazos con las manos, para que la fricción de ambas hiciera que mi cuerpo entrara en calor.
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Después de un largo rato pasando un frío de muerte, veo una silueta a lo lejos, la cual reconozco enseguida. Empiezo a correr hacia la sombra, que hizo que ésta notara mi presencia y se levantara con los brazos abiertos para acogerme. Estaba preparada para saltar y le dediqué una enorme sonrisa, pero en cuanto iba a caer en sus brazos, desapareció y caí de bruces al suelo. Me llevé las manos a la cara, pues la arena me hizo daño en ella al caerme, y miré adonde se suponía que tendría que estar la persona que había visto hace apenas unos pocos minutos, y no estaba. Se había volatilizado sin darme cuenta, iba a abrazar aire. Noté como mis ojos empezaban a humedecerse, pues me daba tristeza y algo de rabia la maldita distancia que nos separaba. Miré al mar y volví a maldecir que eso que daba relajación y tranquilidad, a la vez me separaba de lo que mas quería. Me levanté agarrando un puñado de arena y, tras unos segundos de vacilación, lo lancé al mar como muestra de cierto desprecio hacia él, mientras un par de lágrimas me caían por las mejillas.

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