Miraba la hierba del suelo y cómo se movía por las pequeñas ráfagas de viento. Las hojas del cerezo que tenía detrás de mí se mecían por culpa de las mismas ráfagas, haciendo ruido. Me encontraba sentada con la espalda apoyada en el tronco del árbol, sintiendo el aire, ni cálido ni helado, moviendo ligeramente mi melenita castaña y mi vestido blanco de tirantes. Miré al cielo y observé las blancas y pequeñas nubes que de vez en cuando pasaban en frente del sol, haciendo pequeñas sombras que bailaban con el mismo viento que ahí reinaba. Mas a pesar del viento, todo estaba tranquilo. Tomé aire relajada y vi un pétalo de flor de cerezo caer enfrente mío, dibujando armoniosas parábolas en el aire, hasta que llegaba al suelo y desaparecía entre la verde hierba.
Justo cuando ese rosado pétalo rozó el césped, escuché unos pasos detrás mío y rápidamente me puse en pie, preparada para defenderme. No vi a nadie. Me dispuse a mirar detrás del árbol y la vi. Vi a una chica con el pelo más allá de los hombros, de un castaño ligeramente más claro que el mío y éste, ondulado. Nada más sentir mi presencia, me miró ligeramente sobresaltada, mientras yo no le quitaba la vista de encima.
"¿Qué se suponía que hacía ella aquí?" Un montón de pensamientos daban vueltas sobre mi cabeza, incesables. La miraba de arriba a abajo, parecía como si el tiempo se hubiera detenido. Entonces, vi cómo detrás de ella empuñaba un hacha grande. Yo, asustada y temiendo que fuera a hacerle algo al manzano, quise abalanzarme sobre ella para arrebatarle el hacha y obligarla a marcharse, por las buenas o por las malas. Apenas me había puesto en posición de atacar, una mano agarró firmemente mi muñeca por detrás mío. Con una mirada que ardía miré hacia la persona que me había detenido y vi que había sido un chico. Alto, con el cabello largo como dejado crecer por el tiempo, con un flequillo que le tapaba media cara, desprendía una leve luz. Me devolvía una mirada que no lograba descifrar, no sé por qué. "Mi estrella... ¿por qué está haciendo esto?" Muchos más pensamientos me golpeaban la cabeza, retumbando en ella, ensordeciéndome por dentro.
Me quedé paralizada, con mi mano elevada con el puño cerrado y la mano del joven agarrando mi muñeca, sin cansarse. Miraba a la chica y seguidamente miraba al joven. Su mirada estaba ahora diciéndome que me relajara, sin hablarme. Un nudo se empezó a formar en mi garganta, impidiéndome respirar con normalidad. Los pensamientos empezaban a desbordarme y sentía que las lágrimas iban a empezar a aflorar de mis ojos. El chico entonces tomó mi cara y pasó su pulgar delicadamente por mis párpados para secar mis ojos húmedos, mirándome; y me abrazó con fuerza. Le correspondí, necesitada de que él me quitara las ideas que tenía en mi cabeza. Escondí mi cara en el pecho del joven, sentí aun así que miraba a la otra chica por un momento y yo también la miré, de reojo. Ella le miraba, pero en cuanto sintió mi mirada, devolvió ésta hacia mí. Vi cómo movía el hacha de su mano de un lado a otro, sin hacer nada más.
"¿Piensa quedarse aquí?" Estaba deseando que se fuera. "¿Piensa dejar que se quede?" Noté que el chico me abrazaba con más fuerza. No entendía nada.
Tenía que proteger a mi estrella... y a nuestro cerezo.
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Yo.
RandomAbrí los ojos. Se escuchaba una tormenta afuera. El viento chocaba contra las persianas exteriores de mi habitación, haciendo que choquen contra la ventana y provocando un estruendoso sonido. Me quedé mirando el techo durante 10 eternos minutos, pen...