Un manzano sabor cereza

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Él suspiró. Ella estaba callada, con la mirada baja. Pensaba en cada momento que pasó con él en silencio, aprovechando cada milímetro de la espalda del chico que se encontraba en ese momento en contacto con la suya, sólo separados por un par de centímetros de ropa. La chica abrazó sus rodillas, sin formular palabra. Él miró hacia arriba, contemplando las hojas de aquel manzano las cuales se mecían con la brisa de la primavera recién llegada. Volvió a suspirar.

- Perdón.- La joven, sorprendida de que el chico hubiera dicho algo, le miró de reojo.

- ... ¿Por qué te disculpas?

- Ahora que sé por lo que has pasado, me siento fatal.

Entonces, a la mente de la chica vinieron esas imágenes en las que él la dejaba tirada para irse con su mejor amiga, llevándose su corazón y su alma hecha trizas y ahora era él el que estaba como ella y, sentados con las espaldas contrapuestas, compartían silencio.

- No te disculpes...

- Sí me disculpo. Soy una mierda de persona.

- No, no lo eres...- Ciertamente, para ella él fue como un infierno sentimental pero era incapaz de culparle a él y acababa culpándose a sí misma por ello.

- Sí lo soy, soy horrible.- La joven suspiró, viendo que no podía hacer nada para hacerle cambiar de idea, y apoyó las manos en el verde césped.

- Bueno...

Volvió el silencio. Estaban los dos totalmente quietos, tal vez para no perder el contacto entre ellos. Era un silencio incómodo, pero a la vez confortable. Era una sensación extraña que daba vueltas por el cuerpo de la chica.

- Oye, em...- El joven se detuvo unos segundos para que la chica respondiera, pero ella sólo murmuró.- Em... ¿Podrías... Curar mi corazón?

Esa pregunta le dio una ligera sacudida a la muchacha, realmente no se lo esperaba y ella sabía bien lo que significaba. Se quedó inmóvil durante unos segundos y relajándose un poco, dijo:

- ¿Cómo quieres que haga eso? Estoy igual que tú...

- Vuelve... A darme amor...- Esa frase hizo que ella se ruborizara e instintivamente se giró a mirarle. Él la miró de vuelta, la estaba mirando a los ojos; la chica nunca se pido resistir a esa mirada y se quedó allí, ligeramente sonrojada, sin saber qué decir.

- ...Si quieres.- El joven volvió a hablarla al ver que no respondía, sin quitarla la vista de encima.

En ese momento ella quería perder la cabeza, quería hacer cualquier estupidez, le daba igual todo, sabía igualmente que iba a pasar lo mismo de siempre, pero como siempre, le daba igual.

- Am...- La chica bajó la mirada tímidamente.- ¿Por qué no volver... A intentarlo?

Había hecho la estupidez.

Él seguía mirándola y ,acercándose más a ella, le tomó la barbilla y la besó. Ella le besó instintivamente. Un beso dulce, tierno, delicado; como si fuera lo más frágil del mundo. Como si no hubiera pasado nada, como si ya todo se hubiera olvidado.

- Te quiero...- susurró él sin separarse se la cara de la chica.

- ... Yo también te quiero, idiota...- A veces ella se plantea por qué vuelve a caer en el mismo agujero. La sensación, ese cosquilleo que recorre todo su cuerpo cuando la besa, era la respuesta.

El chico tomó su cara y siguió besándola. Ella le seguía el beso sin protestar, y una ola de nostalgia vino a ella, recordándole todos esos momentos que pasó con él, buenos y malos, que hicieron que por poco se le escapara una lágrima. Él la dejó de besar y se miraron. Entonces el muchacho, al ver los ojos de la chica ligeramente enrojecidos, le apartó el pelo de la cara y le empezó a acariciar la mejilla dulcemente. Ella le miraba ligeramente sonrojada, perdida en sus pensamientos, en los ojos del chico y en la mano que la acariciaba la cara.

- Te sigues viendo linda sonrojada...- Dijo, y se acercó a su cara dando a la chica un beso en la frente. Ella no pudo evitar sonrojarse más, era la primera vez que la besó en la frente en los tres años que llevan conocidos. Él la miró y rió tiernamente, esa risa que siempre la aceleraba ligeramente el corazón.

El chico se tumbó y ella se tumbó también, apoyando su cabeza sobre en estómago del muchacho y miró hacia arriba, contemplando las hojas de aquel manzano las cuales se mecían con la brisa de la primavera recién llegada, preguntándose por qué volvió a caer en el mismo agujero.

Yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora