18. «Obstáculos»

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Quiero marcharme de ahí al segundo que mis ojos se enfocan en otra persona. Lo único bueno es que aún no ha reparado en mi presencia, y espero que continúe de aquella manera, se le ve muy concentrado en golpear aquel saco de boxeo con ímpetu. Decido no seguir atormentándome y aparto la mirada, esta vez en dirección a mi hermana mayor, la cual se acerca a mí con una sonrisa trazada en sus labios.

—Hagamos ejercicio juntas. —Ella pone las manos en sus caderas y ladea la cabeza. Arrugo la nariz ante aquellas palabras y niego con la cabeza—. Sólo bromeo, Maddie; ven, sujeta el saco. Eso sí lo decía en serio. —Alza una ceja y hace que la siga hasta su mochila deportiva.

Una vez ahí, la veo tomar unas vendas y rodear sus nudillos con ella. Con facilidad logra colocarla en su mano izquierda, aunque al llegar a la opuesta tiene una que otra complicación, por lo que decido ayudarla antes de que media mañana se nos vaya en esto.

—Gracias. —Me sonríe y luego hace un gesto para que retroceda hacia donde está el saco.

Justo cuando va a golpearlo, yo hago una pausa mientras me alejo, a lo que mi hermana frunce el ceño y me mira confundida. Para ser sincera, a pesar de los buenos golpes que sé que María puede asestar, el ruido que ella provoque no será suficiente como para distraerme de aquel otro hombre entrenando en el mismo lugar que yo. Compartiendo el mismo oxígeno y olor a sudor con bebidas deportivas.

Sí, mi nivel de madurez no es tan alto como aparentar que no existe una vez que, de hecho, ya había reparado en su presencia... ¡Pero vamos! Apenas tengo 22, la edad perfecta para ir a fiestas y hacer locuras, así que tal vez pueda permitirme el comportamiento de una adolescente en algunas ocasiones.

Ésta la necesito.

Rebusco entre las cosas de mi hermana, y cuando encuentro lo que busco, sonrío y agradezco en mi mente que aún conserve mi regalo de Navidad de hace un año: un pequeño pero excelente reproductor MP3. Para no perder más tiempo, me lo pongo y le subo el volumen al máximo; tanto, que hasta creo que puede oírse sin tener los audífonos puestos.

Me encanta.

Veo que los labios de mi hermana mayor se mueven, preguntando «¿Lista?». Yo asiento preparándome para tomar el saco y agarrarlo con fuerza. Es ahí cuando mi hermana toma impulso, me envía hacia atrás ligeramente gracias al tremendo puñetazo que le dio al objeto.

Jadeo en sorpresa, no dudo que ha de tener mucha más experiencia que yo... aunque tampoco he llegado a pensar que su fuerza sería tan impresionante.

La veo sonreír antes de preguntarme:

—¿Te robé el aliento?

—No lo harás una segunda vez —le aseguro, a lo que ambas dejamos salir una carcajada.

Al pasar media hora, que es la cantidad de tiempo recomendable que debemos ejercitarnos a diario, María, sudada sólo un poco más que yo, ya ha dejado los guantes a un lado y se ha bebido botella y media de agua.

—¿A dónde vas? —le pregunto, a lo que ella se detiene, girando sobre su lugar.

Me hace un gesto para que baje la voz y, antes de marcharse, señala a los audífonos que llevo puestos, lo cual significa una sola cosa. Mierda.

Justo no quería llamar la atención, y eso es lo que consigo: pronto, unos penetrantes e intensos ojos azules notan mi presencia. Por mucho que quiera apartar mi vista, no lo hago. Necesito saber qué pasa por su cabeza desde el momento en que no he sido capaz de descifrar su expresión; justo como yo a la hora de matemáticas, nula.

Pero no puedo soportar más el peso de su mirada sobre mí al no obtener resultados y muevo la cabeza en otra dirección, ahora que se ha enterado de que estoy aquí, no es tan fácil pretender que estoy en otra cosa cuando siento sus ojos clavándose en mi nuca.

Being There For You | Capitán AméricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora