43. «Él; ella»

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Recibir una noticia tan mala como aquella no era bueno para una persona que estaba en el hospital, él no era una excepción. Tan pronto como había procesado las palabras de su amigo Sam, experimentó la sensación de su corazón deteniéndose y el aire atorado en su garganta. Seguido de eso, lo dominó un pánico repentino, que lo condenó a no decir palabra alguna durante esos instantes.

Más tarde, había sufrido una confusión descomunal, privándolo de la capacidad de hablar debido al remolino de dudas que comenzaba a formarse en su mente. Si lo pensaba mejor, existían miles de motivos, y no era necesario suponer lo peor. Pero, ¿por qué lo hacía, entonces? Tal vez porque estaba preocupado por ella.

No podría sobrellevar la incertidumbre por mucho más tiempo. Le comían por dentro todos esos malos pensamientos, que lo único que hacían era alimentar un miedo inmensurable. ¿Habría regresado a Nueva York sin contarle a nadie? ¿Estaría festejando en algún sitio de esa ciudad, o durmiendo en casa? Por algún esotérico motivo, intuía que no se trataba de nada de eso. Presumía conocer a Maddie lo suficiente como para estar seguro de decir que ella no es así.

Y eso dejaba una reducida cantidad de conclusiones.

—¿Dónde está Hill? —pregunta sin mirarle, pues tiene mucho que hacer y no cuenta con el tiempo suficiente.

Mientras hace su camino lejos de la habitación, moviéndose con pasos rápidos desesperados, puede oír el sonido de los zapatos de su amigo golpeando contra el suelo repetidamente, corriendo en un intento de alcanzarlo y hacer que se detenga. Steve, desde que se enteró de la situación de Maddie tras la misión, no ha hecho nada más que contar los días hasta que por fin le dieran de alta.

Ese día es hoy.

Hace veinte minutos le han dicho que es libre de irse, ya que se ha recuperado por completo, y muy rápido gracias al Suero del Súper Soldado. Una de sus muchas ventajas es que, de resultar herido, él sólo tendría que aguardar en cama durante unos días, a diferencia de las semanas de reposo que necesitaría cualquier otra persona normal. Quizá en otro momento aquellos días le podrían parecer poco tiempo, sin embargo, éstos sólo resultaron ser una agonía para él.

Maddie podía estar en cualquier sitio y él no podría ir a buscarla, ¿por qué?: porque estaba en una camilla. Se pasaba la mayoría del tiempo recordando aquellas palabras, aumentando la desesperación por salir de ese hospital. Durante ese tiempo, Sam tampoco era de ayuda; no tenía respuesta para ninguna de las preguntas que Steve le arrojaba con constancia . A él sólo se le había informado la desaparición de la chica metálica, nada más. Es por eso que Rogers debe reunir toda la información posible, por su cuenta.

—Ya sabes que no se conoce su paradero. Pero...

—No esa Hill —le interrumpe—, hablo de María. ¿Sí sabes dónde está?

Se rasca la cabeza.

—Sí —responde Sam, aún detrás del rubio.

—¿Y bien? —Al no oírlo contestar, se detiene para girar hasta quedar frente a él. Sam agradece que por fin haya parado.

—Te lo diré, pero sé que te irás a buscarla, y hay algo que debemos hacer primero.

Sam entra al automóvil y Steve hace lo mismo, en el asiento del copiloto. Durante el camino, no deja de fruncir el ceño y mirar hacia adelante con los brazos cruzados. Todo es silencio dentro del carro, a excepción de la radio, que está encendida. Está tan distraído pensando en posibles lugares donde María podría estar, que no se percata de nada hasta que Sam detiene el vehículo.

No llevan ni diez segundos aquí, y Rogers no deja de hacerse ideas en la cabeza, ideas que carecen de sentido alguno. ¿Por qué lo está llevando a un cementerio?

Being There For You | Capitán AméricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora