39. «Viaje a la época de Rogers (II)»

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MARATÓN 1/4

—¿No has estado en ese museo? —cuestiona, alzando una ceja.

Me encojo de hombros.

—No, la verdad es que no. Pero ya he estado conviviendo con un fósil por más tiempo del que quisiera.

Lo veo poner los ojos en blanco, yo me doy una palmada en el hombro internamente.

—Limítate a cerrar esa boquita —comenta, bufando.

Con ganas de provocarlo, le contesto:

—¿Por qué no vienes y lo haces tú? —Levanto una ceja, esperando su reacción.

Entonces, él da la vuelta y me mira, inexpresivo, justo antes de acercarse dando zancadas hasta quedar a un paso de mí. No aparto los ojos de él mientras presiento su siguiente movimiento. Casi puedo oírlo respirar cuando cierro los ojos, porque sé que está más cerca.

Doy un grito ahogado cuando lo que ocurre es todo menos lo que he pensado. Me hallo de cabeza, sobre su espalda, siendo sujetada por las piernas para no dejarme caer, tampoco escaparme.

«¡¿Qué sucede?! —grito dentro de mí—. ¡Será imbécil!...» Comienzo a zarandearme para que, de alguna manera, no lo sé, pueda salirme de su agarre. Pregúntame cómo me está yendo. He de recibir un reconocimiento a la persona con más esperanza, ya que sigo luchando a la vez que pienso ser capaz de escapar de la fuerza de Rogers. Podría dejar caer todo mi peso encima suyo, y él lo sentiría como si fuera una mochila lo que cuelga en su espalda.

—¡Bájame! ¡Esto no era lo que tenía en mente! —chillo sin dejar de retorcerme.

Al darme cuenta de lo que acabo de decir, no quiero nada más que golpear mi cabeza contra algo con la fuerza suficiente para perder la conciencia. Exactamente, ¿qué era lo que yo tenía en mente? Oh Dios, espero que no vaya a decir nada, porque, si lo hace, la tierra deberá tragarme entera para no devolverme jamás a la superficie. Debería tener un filtro para que no me sucedan cosas como esta.

—Shh —interviene—, deberías bajar la voz siempre que estés cerca de los fósiles. —Mantiene sus brazos firmes.

—Qué chiste tan malo —me quejo y pongo los ojos, a pesar de que no me esté viendo.

—Los tuyos no son una excepción —contesta—, pero no te digo nada.

—Acabas de hacerlo. —Para este momento, me he cansado de menearme, así que sólo golpeo su espalda.

—Supongo que siempre hay una primera vez para todo —dice, despreocupado. Más tarde, comienza a caminar. Veo, de cabeza, que la base se está alejando y siento el movimiento de Rogers cuando camina.

—¿Qué haces? —pregunto—. ¿A dónde vamos?

—Daremos un paseo por la ciudad.

***

—¡No puedo creer que cargaste conmigo todo el camino hasta aquí! —Elevo la voz, con un tono de incredulidad en ella.

Hemos llegado a un museo, está desierto y con sus puertas cerradas, por lo que tuvimos que entrar por la parte trasera, evadiendo las cámaras de seguridad. Debimos trepar paredes y escabullirnos para poder llegar adentro. Rogers me hace un gesto con la mano para que baje el volumen, ya que cualquier ruido puede llamar la atención de los guardias de seguridad.

—Yo no puedo creer lo que has hecho para intentar soltarte —susurra éste. De inmediato lo recuerdo.

No llevábamos ni cinco minutos cuando comencé a forcejear una vez más para que Rogers me bajara. Estar de cabeza no era algo que me gustase hacer, estaba hartándome de aquella posición. Primero, le chillé para que me dejara en el suelo; luego, continué retorciéndome para que le fuese difícil tener su agarre sobre mí. Nada de eso tuvo efecto, él seguía igual: sin intenciones de hacerme caminar por mi cuenta. Lo siguiente que hice, en mi defensa, fue por la desesperación de no poder escaparme de los brazos de Rogers. ¿Qué acaso no le molestaba nada de lo que hacía para irme?

Being There For You | Capitán AméricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora