46. «Resistencia»

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El tiempo pasa a un ritmo bastante lento para Maddie, aunque no hay un día que no piense cuándo le llegará la oportunidad para poder escapar de ahí. En realidad, lo hace siempre al despertar, cuando abre los ojos y se ve atrapada en el mismo cuarto sucio y helado. Para ella, es la decepción que la recibe todas las mañanas, acompañada de los pensamientos que formula su mente. La mayor parte de su tiempo libre —por lo general, un rato antes de que comience la preparación—, no puede evitar aparecer una imagen de María dentro de su cabeza, y luego no deja de preguntarse si su hermana estará en las mismas, peor o fuera de peligro. La extraña muchísimo. Ella le sirve de recordatorio para esos días cuando pierde toda esperanza de volver a casa. «María es fuerte, lo sabes. Te enseñó que tú lo eres también. No vas a defraudarla dándote por vencida.»

Sencillamente, el deseo de volver a casa es lo que la ha mantenido viva por dentro. Una pequeña, pero resistente, chispa es suficiente para no perderse a sí misma durante esta pesadilla que sólo va de mal en peor. Las cosas que suceden ahí son espantosas, y lo que le obligan a hacer son aun peores. No tenía idea de que unas personas volverían su existencia una tortura, no hasta que fue muy tarde.

Comenzó todo por culpa de una sola persona. Una mujer, para especificar, de cabello color dorado y un chaleco negro. A Maddie le tomó una fracción de segundo para reconocerla, y otra más para zafarse del agarre de los guardias y lanzarse encima de ella. Toda la rabia se acumuló dentro de ella, pronto siendo liberada en forma de puños y gruñidos. Jamás había querido lastimar tanto a otra persona, tal vez por un segundo olvidó que se trataba de una, pues la golpeaba y tiraba de su cabello sin la menor vacilación.

Para cuando los guardias las separaron, ya que la rubia no iba a caer sin luchar, el daño estaba hecho: le habían dado a Maddie, sin querer, el tiempo necesario para que la otra terminase sangrando por los brazos y su rostro, debido a las uñas de la castaña, y con el rostro todo magullado.

La tomaron de su ropa para tirarla lejos y asegurarse de que no habrá más pelea, golpeándola repetidas veces en el abdomen, de manera que acaba inmovilizada por el dolor, sin ser capaz de levantarse otra vez. El cabello le cubría el rostro, sin embargo, aun así pudo ver a la perfección cómo uno de los guardias ayudó a la rubia a levantarse para que se marchara, no sin antes regresarse hasta donde yacía Maddie y ambas se miraron con odio; si fuera por ellas, aún estarían tratando de matarse, pero ya no podían por la intervención de aquellos hombres, así que la rubia le lanzó una mirada de muerte para luego asestarle una fuerte patada en el estómago e irse de allí.

Una vez de vuelta al encierro, lo único que Maddie sentía era impotencia y frustración. Conoció a la posible responsable de su estadía en esta prisión, y no hay nada que pudiera hacer en contra de ella sin que termine con una costilla rota. En su lugar, estaba obligada a verla con más libertad que ella, vagando por los pasillos mientras que nadie debía preocuparse por el siguiente movimiento que haría, con gente que no la veía como una amenaza.

Como consecuencia ante aquel incidente, Maddie estuvo enjaulada, sin agua ni comida, por tres días. Lo supo bien gracias a los guardias; había descubierto que ellos cambiaban de turno sólo dos veces al día: una vez en las mañanas y otra en las noches. El resto, sólo era cuestión de contar y oír sus conversaciones, tratando de traducir la más mínima palabra.

Dentro de un cuarto de tres metros y medio, carente de las más básicas necesidades (como luz o una cama), lo único que ella podía hacer era pensar. Pensó durante los tres días, e incluso después de que su castigo terminase. Pensó una vez más cuando la estaban preparando, como la última vez, haciendo caso omiso de la violencia excesiva, aun cuando Maddie apenas se estaba resistiendo. No se opuso ante los cuatro guardias asignados para custodiarla, ni cuando le hicieron saber que todavía no se olvidaban de lo sucedido, y se la pasó absorta en sus pensamientos a pesar de todo.

Being There For You | Capitán AméricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora