«Nunca digas que amas a alguien si nunca has visto su ira, sus malos hábitos, sus creencias absurdas y sus contradicciones. Todos pueden amar una puesta del sol y la alegría, sólo algunos son capaces de amar el caos y la decadencia.» -Mario Vargas L...
—¿Cómo puedes creerle? —Natasha pregunta y sale de atrás de los cuerpos de Tony y Clint—. Ella podría estar engañándote ahora mismo, a todos nosotros. ¿Cómo saber que es verdad lo que dice?
Clint le pone una mano en el hombro para calmarla un poco y mantenerla en su lugar. Sabiendo cómo suele ser Natasha, Barton bien podría haber evitado que me diera una bofetada. Y yo a ella. Tal vez la salvé de uno de los robots inventados por Tony y controlados por Ultrón, pero aún hay varios aspectos de nuestra relación que deben ser arreglados.
Ignoro la mirada de muerte que me dirige y me encojo de hombros antes de contestar.
—No lo sé, no tengo manera de estar al cien por cien segura de que no se trata de otra jugarreta para aniquilarnos —digo con total honestidad; si quiero que cooperen, debo hacer que confíen en mí—. Pero supongamos que tienen el propósito de engatusarnos y ya lo han hecho, ¿por qué les toma tanto tiempo actuar? Nos tienen aquí, a casi todos, tienen la cápsula y sus poderes, y aún así están sin hacer nada. —Suspiro sin ganas de seguir alargando mi discurso—. Mi punto es que si quisieran hacernos algo, ya lo habrían hecho.
Recibo miradas de desconfianza para cuando concluyo, y empiezo a temer que mis palabras no han cambiado su manera de pensar, cuando Steve vuelve a hablar; esta vez descruza los brazos y su rostro refleja derrota.
—Estamos con las manos vacías sin ellos —admite—, ¿qué más podemos perder?
—¿La vida? —contesta Tony con cierta incredulidad—. Cap, dime que no estás considerando esto.
—No estoy considerando nada, Tony —replica él con voz neutral. Me parece oír suspiros de alivio al mismo tiempo que yo suelto uno de frustración—. Ya está hecho, pongámonos a trabajar.
—Tienes que estar bromeando, Steve —masculla Natasha.
A pesar de las respuestas reprobatorias de sus amigos, el Capitán adopta una postura de intransigencia. Este sacude la cabeza y le dice a Romanoff que no tenemos de otra. Casi sonrío como si todo esto se tratara de un debate que acabo de ganar, y tal parece que Rogers ha notado la pequeña celebración de victoria, pues rápidamente añade:
—No podemos perder de vista a la cápsula... ni a los gemelos, Maddie. Es por eso que tú te encargarás de los Maximoff mientras arreglamos este lío. No paso por alto la posibilidad de otra trampa. ¿Entendido?
—¿No te basta con que tengamos el mismo uniforme, también tienes que ordenarme?
