«Nunca digas que amas a alguien si nunca has visto su ira, sus malos hábitos, sus creencias absurdas y sus contradicciones. Todos pueden amar una puesta del sol y la alegría, sólo algunos son capaces de amar el caos y la decadencia.» -Mario Vargas L...
Con ellas comencé, y con ellas voy a terminar. Son las que me animaron a hacer esto, aunque no lo sabían. Da igual si no lo ven, solo quiero dedicarles el epílogo a mis 4 escritoras fantásticas: Mina (ifondue), Jane (-summers), Blue (-StayEvil) y Jess (-WatchMeBurn), love you ❤.
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Me sumo en la oscuridad y el silencio, adorando la sensación de breve soledad. Solo estoy yo, con mis pensamientos y tortuosos recuerdos. Como si se hubiesen encendido con un botón comienzo a rememorar casi cada momento que he tenido con él. Los más locos de mi vida. Admito que no muchos son tan buenos, y es algo que ahora quisiera cambiar, aunque sé que no se puede. Parecido a algo producido por la nube roja, oigo voces lejanas, de hombre y mujer, pero que no puedo distinguir qué dicen.
Una vez estuve a punto de dejarme ir para no regresar. No hallaba la manera de ir hacia las voces, por lo que me resultó más fácil seguir a la luz, pero sentí una cálida mano sosteniendo la mía, y aunque no supiera quién había sido, me sirvió de salvavidas para quedarme un tiempo más. Después otra mano me sujetó, y el salvavidas se convirtió en ancla. Ya no tenía otra opción más que hallar mi camino de vuelta a donde pertenezco. Y cuando las cosas se complicaban solo tenía que dar un breve apretón y saber que mi ancla estaba conmigo.
Ahora, mucho después de haber escapado del abismo, sigo nerviosa de caer como la primera vez. Cuando cierro los ojos vuelvo a ese críptico mundo, y me es difícil escapar mientras más profundo voy. Por eso que me cuesta dormir, además de los terribles dolores punzantes que atacan a mi cuerpo por las noches. Esta vez no es por esta razón. No sé si es mejor o peor no ser capaz de dormir por la ansiedad. Miles de plumas soplan en mi estómago, produciendo un incesante cosquilleo que me dan ganas de vomitar, y mi corazón aumenta y disminuye su ritmo cuantas veces quiere.
Si bien en mi viaje hasta aquí estaba nerviosa, no sé cómo llamarle a esta tormenta que siento.
Y es que volver a ver a quien no había visto en tantos meses tiene ese efecto sobre mí. La última vez que conviví con ellos casi dejo de respirar. Sin embargo, no sucedió, y aún así me asusta verlos por lo que puedan decir. En tanto recuperé la capacidad de hablar entre todos mis huesos rotos y concusiones, pedí solo la compañía de enfermeras y doctores, y eso me parecía mucho. Por meses los he estado alejando hasta mi completa recuperación, y ahora que vuelvo a estar en una pieza ansío más tiempo. Temo la decepción o el enfado que les causaré. Aunque tal vez lo que más me asusta es que suceda lo opuesto.
Me quedan pocas horas antes de enfrentarlos. El día anterior tomé un vuelo hacia aquí para la reunión después de sanarme, contenta de ver a personas importante para mí. Y ahora no sé si aún lo estoy.
