56. «Amenaza»

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Hago una mueca de dolor al sentir el algodón humedecido de alcohol en una herida particularmente profunda, por lo que Steve lo retira de inmediato y se disculpa. Pronto regresa a su labor de limpiar la sangre de mis manos al mismo tiempo que oímos a Tony y Bruce discutiendo y utilizando términos que sólo ellos comprenden.

Los sucesos anteriores siguen frescos en mi mente, no puedo dejar de pensar en ellos aunque quisiera. Ya estoy consciente de las miradas recelosas que he recibido en la última hora, por muy fugaces que hayan sido, todos han quedado anonadados ante mis nuevas—y más mortíferas— habilidades de combate, que no hay manera de que estas se me hayan sido enseñadas en ningún establecimiento europeo de S.H.I.E.L.D. Y temo que lo que la respuesta que yo les dé afecten su manera de actuar conmigo. Lo que hice hace varios minutos cuando este robot atacó... fue de manera involuntaria, ni siquiera pensé cómo debía moverme o la fuerza que debía aplicar, sólo lo hice y en un segundo el robot ya estaba sin cabeza.

Antes de que pueda seguir dándole vueltas al asunto hasta enloquecer, la voz de Steve me saca de aquel túnel de pensamientos ansiosos y me trae de regreso a la realidad. Me doy cuenta de que el ardor que sentía en mis brazos y manos ya ha disminuido, así que dirijo mis ojos hacia él.

—Ya está —me indica, recogiendo los algodones y la botella de whisky que acaba de utilizar como desinfectante improvisado.

Murmuro un «gracias» y me coloco las manos sobre el regazo, con unas extrañas ganas de encogerme hasta que nadie pueda verme. ¿Qué estará pensando él de mí? Yo nunca había actuado de manera tan... atroz. Bajo ninguna circunstancia antes había sentido que me perdía a mí misma durante un par de minutos. Se ha sentido como si todo mi ser se desconectara durante la lucha y dejara en su lugar a alguien despiadado para acabar con toda amenaza. No sé si sólo fue por una vez, o si aquella faceta de mí volverá a aparecer... Lo que sí sé es que ha sido una sensación muy desapacible, me hace daño pensar que aquello que hice con el robot es para intentarlo con personas de verdad...

Cuando Rogers termina de limpiar la mesa donde estaban los algodones, oigo a Romanoff, quien se encuentra bastante cerca de mí.

—Creo que me salvaste —comienza, como si le pesara decir las siguientes palabras—: te debo una, supongo...

Me encojo de hombros, aceptando en silencio su extraña manera de agradecerme. Sólo una cosa buena ha salido de ese momento. El resto, me encantaría borrarlo de la mente de todos.

A continuación, llega la pregunta que tanto he temido.

—¿Cómo aprendiste a hacer eso? —pregunta Barton a la distancia, y de pronto hace que me convierta en el centro de atención.

Cierro los ojos durante un corto tiempo, haciendo un esfuerzo por bloquear los recuerdos y sólo emitir una respuesta. Cómo me gustaría que resultase tan sencillo. Al sentir que he permanecido en silencio demasiados segundos, abro la boca y me obligo a hablar.

—Lo aprendí por las malas en Alemania, en caso de que me ordenaran eliminar a alguien—respondo con la mirada perdida.

No me creo capaz de decir aquellas cosas mientras miro a los ojos de otra persona. Temo que vean las terribles cosas que he hecho para mantenerme viva en los siete meses de mi desaparición.

Unsere Mission ist ausmerzen auf Feind (Nuestra misión es eliminar al enemigo) —digo en un susurro casi inaudible. Aquellas palabras y una voz masculina hacen eco en mi memoria.

Por mucho que me desagradara, todavía se me escapan palabras en alemán cuando las digo tan rápido que no puedo pensarlas en español. A veces me cuesta decir las cosas más simples y estas sólo salen en el idioma que primero se me ocurrió. Haber estado fuera tanto tiempo todavía tiene sus efectos en mí.

Being There For You | Capitán AméricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora