55. «Sorpresas»

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—¿Qué es eso? —le pregunto a Tony, quien ha dejado una bolsa blanca de papel sobre la mesa, bloqueándome la visión a la tele.

—Es para ti —contesta con sencillez.

—Déjame adivinar: ¿conseguiste un casco a juego con el de Rogers? —inquiero levantando una ceja.

—Es un regalo de cumpleaños.

—Mi cumpleaños ya pasó... —Pronto me arrepiento de haber hablado.

—¿Y cómo iba a saberlo? —pregunta con molestia, llegando al tema que estaba esperando.

—Perdón, Tony... —comienzo a disculparme, pero él pone los ojos y me indica que abra el regalo.

Con su mirada estudiando cada uno de mis movimientos, comienzo a hurgar en la bolsa, un tanto desconfiada, ya que Tony es una de las personas más bromistas que he reconocido. Un tanto molesto, pero en el fondo me cae bien y es buen tipo. Mis dedos sienten una tela suave y saco el material. Veo un vestido de color púrpura, ajustado y corto, con tirantes gruesos que, al darle la vuelta, se cruzan formando una «X» en la espalda. No dejo de observar aquella prenda mientras mi mandíbula cae al suelo.

—Es... bastante bonito... —logro decir tras unos segundos, todavía conmocionada.

Lo giro una y otra vez, en busca de algún defecto, algo que me disgustara, pero sólo encuentro más detalles hermosos y delicados, como el pequeño patrón de brillo en la falda, o el cinturón negro en la cintura. Ah, el color... ¿sabía con anterioridad que me gusta el púrpura o fue por pura suerte? En realidad eso no me importa mucho, toda mi atención está dirigida al vestido. ¿Quién diría que Tony pudiera hacer tan buenas compras?

—Y lo usarás esta noche —contesta—, de nada.

—Pero, Tony —exhalo, saliendo del trance que el vestido me había puesto—, es demasiado...

—Ya lo sé —me responde haciendo un gesto de desdén—. Póntelo para la fiesta de esta noche, no me hagas añadirle barras rojas a tu traje de Vengadora.

Y entonces se marcha luego de apuntarme con su dedo índice de manera acusatoria, dejándome con un hermoso vestido como regalo de cumpleaños. Me quedo observándolo un ratito más, convencida de que no tendría que insistir demasiado en que me lo pusiera, pues en el fondo muero de ansias por que llegue la noche. La última vez que asistí a una fiesta fue en mi cumpleaños número veintiuno, de la cual no recuerdo más que una terrible resaca al día siguiente. Es extraño; muchas personas a mi edad andan de fiesta en fiesta, pasándola bien y olvidándose de todas sus preocupaciones. En cambio, yo me la paso encerrada en una torre a la espera de alguna amenaza que me haga ponerme mi traje y luchar para salvar el mundo, con la adrenalina al máximo, el dolor como factor constante y la incertidumbre de si seré suficiente para evitar tragedias.

Más tarde, llevo el vestido a mi habitación, lo cuelgo en el guardarropa y comienzo a rebuscar en él, con la esperanza de que los zapatos indicados aparezcan. Una vez termino, los coloco junto a mi cama para cuando llegue la hora de prepararme. Mientras tanto, decido ir a la cocina, tomar algo y volver a tumbarme en el sillón y seguir viendo la tele. Ya me llamarán si algo sucede con el cetro o si surge un inconveniente, cuento con ello.

—Por Dios, sé más ruidoso —exclamo llevándome una mano al pecho tras haberme sobresaltado.

Por lo general, casi nadie suele aparecerse en la cocina o en la sala de estar. Y aún sigo sin entender dónde o cuando es que comen los demás, ya que rara vez los veo pasando por aquí, y si lo hacen, es sólo para decirme algo o tomar agua, nada más. Es por eso que me resulta extraño verlo buscando en el refrigerador, en especial cuando él no es uno de los que se está quedando a dormir en la torre.

Being There For You | Capitán AméricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora