32. «Planes malvados»

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MARATÓN 1/3

—Lo siento.

Suspiro tras decir aquellas palabras, sintiendo el peso de su significado. No estoy muy segura de por qué he actuado de esa manera, si minutos antes de aquello estaba bien, sólo un par de sueños que no han sido de mi agrado; pero eso es todo.

Siento que estoy perdiendo la cabeza, si es que no lo he hecho ya. Quiero decir, todo esto que está ocurriendo, con S.H.I.E.L.D. y la aparición del Ejército del Invierno, me está agotando de una manera que no puedo explicar, ni solucionar tampoco.

—No tienes por qué —me dice, poniéndose de pie una vez que ha visto que estoy cuerda de nuevo.

Algo dentro de mí se activa. Creo que hasta Steve ha podido darse cuenta, ya que me está mirando con atención, tal vez esperando a que lo siguiente que haga no sea una locura. Steve se rasca la parte trasera del cuello, sé que tiene algo para decir.

—¿Qué? —pregunto.

—¿Todo está bien? —responde con una pregunta—. Puedes volver a descansar, si quieres.

—Estoy lo mejor que puedo estar —le digo—, ya tendré tiempo de no hacer nada cuando esto acabe.

Asiente, estando de acuerdo lo suficiente como para no continuar insistiendo. Cuando voy a ponerme de pie por mí misma, veo dos manos frente a mí que me ofrecen ayuda. Las tomo, luego Steve me levanta sin esfuerzo alguno, de hecho, como si yo fuera una muñeca de trapo que no pesa para nada.

—Ten cuidado —me dice cuando pierdo el equilibrio y me tambaleo para atrás. Su mano pesca mi cintura para evitar mi caída.

Transcurren segundos en los que sólo nos miramos, la situación se pone incómoda después de un buen rato. Oímos el sonido que provoca la puerta al abrirse, me sobresalto y ambos nos separamos. En el marco vemos a Sam, con una mano apoyada en él. Nos cuenta que ha preparado el desayuno y luego se marcha para esperarnos en la sala de estar.

—Vamos —dice, poniendo más distancia entre nosotros.

A pesar de que ha retirado su toque, puedo sentirlo durante un momento más. Sacudo la cabeza para tratar de no pensar en eso, sino en la comida que me está esperando.

* * *

Después de presentarnos apropiadamente, Sam nos sirve el desayuno. Los dos hombres se concentran más en su conversación que en la comida frente a ellos. En cambio, yo creo que ni bien servidas estaban las tostadas cuando comencé a comer. Me disculpé con una pequeña sonrisa, antes de continuar un poco más despacio. Estamos hablando de cómo dos miembros de S.H.I.E.L.D. llegan a parar a la puerta de Sam; omitiendo partes innecesarias para su comprensión. Termino mis tostadas y me limpio con la servilleta.

—No lo entiendo —hablo luego de mucho rato sólo escuchando—, ¿quién de S.H.I.E.L.D. puede enviar misiles domésticos? —cuestiono.

Miro a Steve, quien, luego de pensarlo, resopla y dice:

—Pierce.

No sé mucho de aquel hombre, pero he escuchado que era un amigo de Fury. A pesar de que dudaba mucho el hecho de que ese hombre pudiera establecer relaciones personales, no puedo discutirlo si no sabía ni un poco acerca del señor del parche.

—Y se encuentra dentro de uno de los lugares más seguros —reflexiono.

Steve se encuentra con el ceño fruncido y apenas ha tocado su plato, pero, como me ha atrapado mirándolo, lo toma y me lo ofrece, casi de una manera monótona. Lo cojo sin dudar y le doy un mordisco al pan con mantequilla encima.

Being There For You | Capitán AméricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora