«Nunca digas que amas a alguien si nunca has visto su ira, sus malos hábitos, sus creencias absurdas y sus contradicciones. Todos pueden amar una puesta del sol y la alegría, sólo algunos son capaces de amar el caos y la decadencia.» -Mario Vargas L...
Las cosas que dice Ultrón rara vez tienen sentido para nosotros, y en esas pocas ocasiones sólo nos dice cosas como «Los aniquilaré, Vengadores», a pesar de que ese punto ya lo tenemos claro. Por eso siento el impulso de averiguar qué trata de decirme con eso, a la vez que hago un esfuerzo por incorporarme. Cuatro chasquidos, mucho más fuertes de lo que quisiera, se producen casi al mismo tiempo, uno después del otro con la diferencia de un segundo. Aterrizan cuatro centinelas a mi alrededor, estas extienden los brazos, cerrando el espacio que antes había entre ellos. Sin importar a cuál lado gire, me topo con piezas robóticas dirigidas hacia mí.
No comprendo lo que está pasando aquí. Aunque prefiero salir de esta lo antes posible. Mis únicas opciones si quiero escapar de este círculo son dos: puedo salir escalando los robots con la rapidez suficiente para despistarlos, o abrirme paso a golpes y empujones que con suerte los puedan derribar. Me decido por aquella que tenga más posibilidades de que funcione, por lo tanto, escojo la primera y espero que no sea demasiado esfuerzo para mi rodilla.
Tomo impulso una vez que tengo pensado sobre cuál de los cuatro robots escalar. Lleno mis pulmones de aire y una pizca de confianza, para luego intentar dar un brinco. Sin embargo, eso nunca sucede.
Lo que sí pasa es que el centinela que tengo delante ha disparado su arma; en lugar de ser una bala común, del cañón sale un rayo de luz color rojo escarlata, que se posa sobre mí, caliente como lava, ejerce una fuerza que me envía para atrás, gastando las suelas de mis botas. Doy un grito en cuanto siento otra puñalada de calor, esta vez en mi espalda, contrarrestando la fuerza del primer láser, de modo que me sentencia a quedarme inmóvil mientras el calor se esparce por todo mi cuerpo en cuestión de segundos. No me había creído capaz de gritar más fuerte, hasta que otras dagas de luz infernal me atacan en ambos costados.
Tengo la visión borrosa, entre la cegadora luz de los láseres y el cansancio debido a la sensación de miles de galones de agua hirviendo caen sobre mí, es bastante difícil orientarme. Sólo veo unos cuantos destellos del metal reluciente que cubre todos los robots. A pesar de que mi cuerpo, agotado y humeante, cede casi por completo y termino de rodillas en el suelo, puedo aún sentir cómo sus armas continúan disparando, destruyendo parte de mi traje y la piel de metal debajo de éste. Ni siquiera las lágrimas pueden brotar de mis ojos, pues creo que me he quedado sin líquido alguno a excepción de mi sangre, que me recorre por dentro y dispersa las altas temperaturas a todos lados.
