28. «Decisiones inesperadas»

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Sin pensarlo más, mis manos se aferran a su rostro, para mantenerlo cerca de mí. Él, un segundo más tarde, hace lo mismo; puedo sentir la calidez de sus manos, por encima de la tela de mi camiseta, sujetando mi pequeña cintura. Cierro los ojos y sólo puedo concentrarme en una cosa: sus labios son suaves y se mueven al mismo ritmo que los míos. Es inexplicable, no puedo explicar qué siento en este momento, pero no se acerca a nada que haya experimentado en mucho tiempo. Sólo sé que es algo bueno. 

Sé que no debería sentirme de esta manera, ya que es Steve quien está provocando esto... Es sólo que, este cosquilleo que me invade por completo, no lo había tenido en muchísimo tiempo. Antes de esta completa locura que se ha fundido con mi vida; a donde quiera que Maddie Hill vaya, tendrá problemas de cualquier tipo, sin dudas. Jamás llegué a pensar que me estaría sucediendo algo de este tipo. Tampoco llegué a pensar que un beso me revolvería de tal manera —no de una mala manera, aunque no lo pueda describir bien—, porque... Es sólo eso. Sin embargo, me doy permiso para dejarme llevar, olvidarlo todo mientras dure el beso. Ya tendré bastante tiempo de mortificarme.

Nada cambiaría cuando nos separemos, claro está.

Luego de un buen rato en las nubes (o, tal vez, en otra tierra... no lo sé), mis manos ya no sienten la suavidad de su rostro, tampoco percibo la calidad de las suyas sobre mí. Sé que ha terminado, sé que ya debo abrir los ojos, aunque no quiera. Entonces, cuando lo hago, bajo la mirada. No creo ser capaz de verle ahora mismo. Espero que la vergüenza no suba y se acumule en mis mejillas, aquello sería lo último que podría querer en este instante.

—Maddie...   —Mi nombre en su boca, labios que acabo de besar, siempre suena diferente cuando él lo dice.

No quiero hablar de esto. Por favor, no.

Echo un vistazo a nuestro alrededor y no hay señales de Rumlow ni el resto de S.T.R.I.K.E. Ha funcionado. Los hemos perdido por fin. Nadie se quedaría observando a dos personas besándose, es algo que incomoda a los demás, lo sé. Aún no sé si haber besado a Rogers haya sido una buena idea. Quiero decir, si antes nos costaba estar en el mismo lugar, ¿cómo podremos siquiera mirarnos?

—Mmm... —Comienzo, indecisa—. Hablaremos de esto luego, ¿sí? —farfullo, y me doy la vuelta para bajar las escaleras, cortándolo.

Dos segundos pasan cuando oigo que Rogers habla una vez más, cuando llegué a pensar que no tendría nada que decir. 

—¿Qué te parece ahora? —me pregunta, sabiendo que está bajando detrás de mí.

No existen palabras para cuánto me gustaría poder correr en este momento, pero mis piernas están hechas de gelatinas y ya es un logro que pueda caminar de una manera decente, sin tantos tropezones. Amaría escapar de Rogers.

—Necesitamos un auto, tú me dijiste que por eso no me preocupara —Cambio de tema, en una manera conveniente—. ¿Qué harás?

Hablar con él sin mirarlo ha de estar molestándole un poco. Cuando se colocó a mi lado, por el rabillo del ojo he podido ver que ha fruncido el ceño una vez más. Es una mirada furtiva, ya que no creo que soportaría más tiempo observándolo.

Has incomodado las cosas, Maddie. Bien hecho.

Me regaño en mi mente. Sí, hay tantas maneras de desviar la atención, y tú probablemente has escogido la peor de todas. ¿Acaso no pudiste, no sé, fingir que lo besabas? ¡No! Porque eres Maddie, y Maddie siempre hace cosas así...

—¡Oye! —Rogers toma mi brazo y tira de mí hacia atrás. Luego veo que he estado a punto de chocar a una señora en silla de ruedas.

Le lanzo una mirada de disculpa, a la cual me responde con una sonrisa cálida antes de ser empujada por sus nietos con dirección al estacionamiento. La cosa es que he terminado con mi espalda pegada al pecho de Rogers, cuando me alejó de aquella mujer mayor.

Being There For You | Capitán AméricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora