36. «Escape»

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—Tengo algo para ti —me dice mi hermana, entrando a una «habitación» igual a donde dormiré esta noche.

Estoy sentada en un colchón viejo, como indio, cuando la veo abrir la puerta oxidada y entra. Toma asiento a mi lado, al abrir la mano revela un objeto pequeño que reconozco bastante bien. La última vez que lo vi había sido en Nueva York, muchos meses atrás, pocos días antes de mi viaje. Es el reproductor de MP3 que le regalé a María por navidad.

—Tiene todas las canciones que tú escuchas —explica a la vez que me lo entrega—, pero sigue siendo mío. Pensé que te relajaría un poco hacer algo estilo Maddie. —Ella me empuja con su hombro de manera juguetona, haciéndome reír ligeramente.

—Gracias —le digo mientras lo tomo, después, nada más sale de mi boca.

—¿Qué sucede?

Me doy por vencida y dejo salir un largo y sonoro suspiro. Comienzo a juguetear con el par de auriculares que se enredan sin cuidado en mis dedos. Quisiera decirle a mi hermana qué es lo que sucede en realidad, sin embargo, siento que es mejor guardarlo para mí un ratito más. Aunque, no puedo mentirle a María; ella siempre ha sido mi confidente, también sabe cuando le estoy mintiendo. Hacerlo no solucionaría nada. En su lugar, creo que la incitaría a buscar hasta saber lo que está pasando por mi cabeza.

—¿De verdad no puedo compartir habitación contigo? —suplico, tomándola de las manos—. Hace mucho tiempo que no nos vemos... —Hago un puchero, al cual mi hermana parece ser inmune, ya que niega con la cabeza.

—Si pudiera, lo haría —me dice—. Pero ya estoy compartiendo mi cuarto con alguien más.

—¿Quién? —interrogo, casi al instante en que termina de hablar.

Ella parece vacilar, antes de contarme.

—Fury confía en el agente Williams —Se encoge de hombros—, ha venido con nosotros.

Empiezo a recordar ante la mención de aquel apellido. Tras varios segundos en el aire, mis ojos se abren y me acerco más a ella.

—Espera —le digo, susurrando—. ¿Williams como el agente Williams que me presentaste en mi primer día de trabajo? —insinúo, haciendo una cara graciosa.

Es divertido poner a María en una situación como esta. Ella no suele involucrarse sentimentalmente con personas que no sean de su familia.

—No hay más espacio —se defiende, cruzándose de brazos aunque con una diminuta sonrisa en sus labios, las caras que pongo suelen ser bastante cómicas.

—Vaya, de acuerdo —acepto, sarcástica.

Ella abre la boca, con sorpresa fingida, antes de lanzarme una mirada fulminante.

—Por razones como ésta, no me molesta que esté compartiendo habitación con Joseph, porque entonces tú...

—Conque Joseph, ¿eh?—canturreo con diversión. Me acaba de dar más material para mis burlas.

María pone los ojos, sabiendo que se le ha deslizado el nombre sin querer. Se frota las sienes cuando oye mis miles de insinuaciones. Hasta que una puerta se abre y soy obligada a callar. Se asoma un hombre, cuidadoso, y nos sonríe con timidez al ver que el cuarto no está vacío.

—¿Hill? —llama.

—Adelante —respondemos mi hermana y yo en unísono, cosa que nos hace reír a los tres.

Él termina de entrar, se queda frente a nosotras, aún sonriente. Es bueno ver que, a pesar de lo que está por ocurrir en un par de horas, hay quienes se relajan un momento. Son pocos, pero no importa mucho.

Being There For You | Capitán AméricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora