30. «Entre los escombros»

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—Maddie —susurra Steve, haciendo un esfuerzo por no toser ante las partículas de polvo que flotan en el aire, que con suerte no serán de plomo—, ¿cuánto te lastimaste?

Agradezco la forma en que ha formulado aquella pregunta, en lugar de «¿Estás bien?»; no hay manera en que una persona pueda estar bien luego de haber sido atacada por misiles. Su brazo rodea mi cuerpo, tira de él para ayudarme a salir de los escombros.

Escombros... Observo a mi alrededor sólo para encontrarme con concreto, polvo, todo destruido. Me invade la sensación de mi corazón hundiéndose y comienzo a hiperventilar. Todo esto es demasiado para mí, la escena se repite una y otra vez en mi mente, provocándome. Quiere que ceda. Trato de calmarme, pero mis piernas han perdido toda su fuerza de repente, así que me dejo caer en el suelo mientras me tapo los oídos. Puedo percibir el sonido de más edificios cayéndose, pero, al abrir los ojos, no hay nada.

«Por favor, haz que pare, haz que pare», me pido a mí misma. Mi respiración aumenta su ritmo, mientras que yo lucho por mantener la cordura. Me reprimo en el interior, ahora no es momento para perder la cabeza. Bueno, nunca es un buen momento para hacerlo, pero este instante es menos que oportuno.

—Maddie, vamos. —Steve pone una mano en mi espalda, me anima a levantarme—. Concéntrate. ¿Cómo te sientes?

Minutos más tarde, me las arreglo para ahogar mis pensamientos y decido levantarme. Me quejo de dolor con una mueca, haciendo un intento de no toser, porque me duelen las costillas de tan sólo respirar. Tambaleándome, Steve nos guía lejos de aquel montón de piedras y paredes derrumbadas.

—Creo que sobreviviré —digo como puedo, suprimiendo las ganas de quejarme con cada movimiento.

Él deja salir un pesado suspiro de cansancio. Estamos conscientes de que no podemos quedarnos aquí más del tiempo necesario, ellos están buscándonos. Rogers se voltea hacia la izquierda y yo también lo hago, para encontrarnos con helicópteros que tienen luces volando cada vez más cerca de nosotros.

—Hay que irnos —dice, como si no supiera—. ¿Crees que puedas caminar más rápido? Nos espera un largo viaje.

—Debo hacerlo, ¿no? —respondo con los dientes apretados—. Voy a estar bien.

No muy convencido por lo que he dicho, vuelve a preguntar.

—¿Estás segura? —La poca iluminación sólo es suficiente para hacerme saber que me está mirando a los ojos.

—No —digo—, pero no hay otra opción.

Quiero darle fin a la conversación, y lo hago al alejarme de Rogers, moviéndome como puedo para salir de aquí. Oigo sus pasos que me siguen, él es más rápido y no se ha lastimado tanto como yo. O, si lo hizo, soporta el dolor bastante bien.

—Podría llevarte en mi espalda —comenta con un jadeo, lo cual me hace pensar que ambos terminaríamos peor.

—Déjalo, ¿sí? —le pido. No estoy de humor para tratar con esto—. Sácanos de aquí, apenas puedo verme las manos.

El sonido de los helicópteros aumenta, temo que no podamos lograrlo a tiempo. Al final somos sólo dos personas contra un ejército y más, esa enorme desventaja podría arruinarlo todo. Recibo ayuda de Steve y unas cuantas paredes que sirven como base de apoyo, un bastón. Aún sigo medio atontada por el impacto de los misiles, me zumban los oídos un poco, cosa que altera mi equilibrio. Sin mencionar que siento escocer mis músculos al más mínimo movimiento.

—Algo me dice que no estaremos en la camioneta durante todo el camino de regreso... —comento con vacilación.

Rogers gruñe luego de casi haber tropezado con una piedra, para luego contestar:

Being There For You | Capitán AméricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora