Universo Infinito

Capítulo XXIV: Una Última Misión

Mathias

— ¿Y que los trajo por acá? —pregunté sin ganas.

— No es de tu incumbencia.—me miró fijamente.

—Tranquila Parker…—di unos pasos hacía atrás.

—Na, solo bromeo, traje aquí a Omar para que practicará el canto, ¿Y a ti como te va?

—¿Que demonios?—pregunté confundido.

—Solo haces preguntas pero no respondes las que te hago.

—Es que me tomaste desprevenido, así que tú y él…

—No, no somos enamorados, él es como mi hermano…—río un poco.—Mi hermanito menor.

—Un momento, un momento, no tienen los mismos apellidos, tu eres rubia y el es castaño, no se parecen en nada.

—Pensé que Omar ya te lo había dicho, él me dijo que te lo había dicho.

—¿Decirme qué?

Luego de una larga explicación, recordé que Omar me dijo lo mismo esa noche en el pasillo, él y ella son privilegiados y pueden controlar unas raras energías espaciales, lo que los convierte en protectores de esta Tierra.

—A ya lo recuerdo, si me lo dijo.

—Eres una cabeza hueca, en fin tu amiga también sabe eso.

—Pues hasta donde yo sé, no.

—Esta bien, ya veo Omar quiere protegerla.

—¿Cómo así?

—De los chicos malos, haber si eso entiendes.

—Claro que lo entiendo…¿Y que hay de mí?

—¿Acaso no te puedes proteger sólo?

—De personas normales tal vez, pero de sujetos de otros mundos y armados no.

—Lo bueno es que ellos todavía no se enteran, si no ya estarias muerto.—desvío la mirada.

—¿Como si eso te preocupará?

Un silencio incómodo reino el entorno, ella solo miraba a otro lado mientras se rascaba el brazo sonrojada.

—¿Tanto se demoran eso dos?.—suspiró.

—Solo ha pasado media hora.—dije aburrido.

—Mejor iré a buscarlos…—se fue caminado en dirección a ellos.

[…]

Por mi parte seguí esperando en el mismo lugar, me puse a arrojar piedras al agua con el afán de verlas rebotar, cuando de pronto Ahmeliha chocó conmigo, tenía los ojos vidriosos, de pronto me dio un abrazo, acaricie sus cabellos tranto de hacer que se sienta mejor.

—¿Todo bien?—la miré a los ojos, ya que cada vez que miente desvía la mirada.

—Si todo bien.—desvío la mirada, eso significaba que nada estaba bien.

—Ya esta atardeciendo, será mejor que nos vayamos.—era lo mejor, tenía que saber que tenía ella, y el mejor lugar para conversar sería en la habitación, donde todo es silencio.

—¿Tú crees? O sea ver ese hermoso paisaje y escuchar la brisa marina, como que…—empezó a poner excusas, eso quería decir que ella queria quedarse, o eso sentía, así que puse mi dedo en sus labios en señal de que sus excusas eran innecesarias.

—No digas nada más.—sonríe y me senté mirando el horizonte.

[…]

En un abrir y cerrar de ojos cayó la noche, me quedé domido por el aburrimiento, después de todo contemplar el horizonte por horas para mi era cansado, pero ella parecía disfrutarlo.