CAPÍTULO 20

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Su aliento cálido, bañado con un ligero toque de alcohol, choca en mi boca. Nuestros ojos son los más estudiosos. Pasa sus manos por mis brazos y juro que puedo sentir como las yemas de sus dedos me traspasan corrientes de emociones, de pasión. Mi cuerpo, desde la punta de mis pies hasta los dedos de las manos, tiembla. Sus labios tocan los míos y suavemente probamos el néctar de cada uno. Empuja mi cabello hacia atrás y sus puntas me hacen cosquillas en mi espalda desnuda y espero que él no sea consciente de los temblores que arremeten contra mí. La piel cálida de su pecho me endroga y me hace reafirmar mis deseos de no separarme nunca de él.

Quita mi sostén y se siente especial la sensibilidad de mis pechos contra la dureza y rigidez del suyo. Nos vemos tan diferentes, él irradia violencia, peligro, oscuridad, su cuerpo todo tatuado podría comer al mío, pálido, limpio de cualquier tinta, sin la perfección que tiene el de él.

Nuestro beso y los movimientos pasan a ser hambrientos, desesperados, sedientos.

Me lleva hasta la cama y me tumba quedando encima de mí. Su tacto es necesitado, dominante. Mi piel arde bajo todo su ser. Se siente como si Harry fuera el amo y me reclamara, y yo, solo pienso en complacerle.

—No sabes cuánto deseo sentirte—dice mientras esparce besos por mi cuello.

Mis manos se aferran a los rizos indomables de su cabeza y tiro de ellos para exigir su boca sobre la mía.

Sus dientes tiran de mi labio inferior y cierro los ojos para disfrutar del dulce dolor. Sus dedos bajan mis bragas y levanto las caderas para que pueda pasarlas con facilidad. Y para que él no se quede atrás, yo retiro sus calzoncillos.

Ambos completamente desnudos, puedo sentir como su sexo, erecto y duro, roza con el mío, excitándolo.

Mi mente por un segundo piensa en lo que puedo sentir y las ansias se instalan en mi pecho.

¿Me dolerá mucho?

El cuerpo de Harry comienza a descender y en dos segundos su cabeza ya está entre mis muslos, su lengua haciendo movimientos lentos y precisos.

Mis manos se aferran a las sabanas debajo de mí y trato de contener la excitación que se forma en mi vientre. Hasta siento dolor por la necesidad de tenerlo dentro de mí. Por ese vacío sin llenar.

—Harry—susurro pero más bien se ha escuchado como una súplica.

— ¿Qué quieres, Ángel?—pregunta con su boca en mi intimidad.

La tensión se instala en mi pelvis apenas lo escucho hablarme de esa manera, con un tono de voz excitado y lleno de sensualidad. Sé que si no se detiene ahora llegaré a mi orgasmo antes de comenzar.

—A ti, te necesito a ti—hablo con urgencia por el orgasmo que me asecha.

Puedo sentir como su sonrisa se ensancha, complacido entre mis piernas, de repente, se levanta, camina hacia la puerta y desaparece.

¿A dónde ha ido? ¿Me va a dejar así? No me lo puedo creer. Quería ponerme a tope para luego marcharse y dejarme deseosa, reclamándolo.

Pero me dijo que quería hacerme el amor. No pudo mentirme con algo así.

¿Cómo ha podido? Para él esto no es más que un juego.

Un vacío creciente cargado de dolor aparece en mi pecho. Juro que voy a matarlo con mis propias manos, dejará de burlarse de mí.

Justo cuando disponía a ponerme de pie, Harry regresa. Sigue desnudo pero ahora trae un paquete plateado en sus manos.

— ¿A dónde ibas?—pregunta frunciendo el ceño y acerándose a mí.

El GuardaespaldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora