CAPÍTULO 3

11.7K 961 195
                                    

¿Y si meto a Anastasia dentro de un saco y la tiro a un río?

Joder. Esta chica saca lo peor de mí.

Lleva todo el día llamando a Diablo, estoy al pensar que ya no es mi guardaespaldas porque se pasa el día con Anastasia, bueno, mejor dicho, ella está todo el tiempo pegada a él.

Necesito aire fresco, tengo que despejar mi mente porque ahora mismo me está viniendo una avalancha de ideas de cómo hacer que mi adorable prima deje de respirar.

—Esta noche iré al club Demon—le informo a Diablo mientras termino de comer.

—Me parece bien, esperaré por ti en el coche—responde.

— ¿Un club? Genial, yo no me lo pierdo— chilla Anastasia.

—No creo que debas venir con nosotros—espeto agarrando fuertemente el tenedor con mi mano.

— ¿Por qué no? ¿Te preocupa que te arrebate las miradas de todos los hombres? —se burla con esa sonrisa suya que tanto odio.

—Cariño, si yo fuera tú, mediría un poco mi forma de hablar. Créeme—la amenazo.

Me quedo mirándola fijamente, matándola en mi mente. Sé que ella puede sentir mi presión, se ha encogido en su lugar y de repente no puede mirarme a los ojos.

Después de cenar ya estoy lista para marcharnos, Diablo me espera fuera, bajo las escaleras y veo que el coche de Anastasia pasa por delante de la entrada de la casa, obviamente irá al club.

La odio, ¿acaso no nos piensa dejar en paz?

El camino es silencioso y disfruto del aroma que Diablo desprende y que se apodera de todo el espacio. Quisiera que mi piel acogiera su fragancia y así oler a él todo el día.

Recuerdos de esta mañana me atacan, ¿habrá sido ese un momento íntimo? ¿O por lo menos puedo darme el lujo de entrar en duda? No lo sé, mi nula experiencia con respecto al amor, chicos y relaciones es evidente. Tengo 20 años y no he tenido ni siquiera mi primera vez, nunca he tenido novio y mucho menos he dado un beso.

Es decir, ¿qué besos voy andar dando si mi vida se basa en traficar armas y cada segundo de mi jodida vida procurar que no me maten?

Diablo, en cambio, sí sé que tiene experiencia. Cuando cumplió los 16 años fui a buscarlo a un prostíbulo, me enteré que había ido allí para perder la virginidad y apenas lo supe me monté en una de las camionetas de mi padre y ordené que me llevaran hasta el lugar, pero cuando llegué ya era demasiado tarde, ya estaba hecho. El corazón se me rompió en mil pedazos, no me quedaban fuerzas para luchar, así que simplemente me quedé callada y no me molesté en interrumpirlo las otras veces que siguió repitiéndolo. Para mi sorpresa y alivio, en un par de meses pareció haberse cansado de estar con esa clase de mujeres y dejó de ir a verlas. Cada día se veía más maduro, más hombre, más rudo, más sensual. Y yo me derretía solo con mirarlo.

Llegamos, Diablo abre la puerta para mí y me sigue entrando al club. Mi club.

Todo parece estar en orden, o por lo menos de la forma que pretendo. Hay muchas personas, me cuesta caminar con libertad, pero Diablo se encarga de despejarme el camino.

Llegamos a la zona VIP y mis ojos se encuentran con Tomas, Chris, Anastasia y otros socios, todos beben champagne y se giran al verme entrar.

—Ángel, querida, que bueno que viniste—me saluda Tomas.

— Si, hoy necesitaba distraerme un poco—me siento cruzando las piernas y tomo una copa de champagne que me acaban de ofrecer en una bandeja.

Diablo se queda parado detrás de mí.

El GuardaespaldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora