CAPÍTULO 34

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Solo tengo que despejar mi mente, necesito controlarme y tratar de hacer desaparecer este nudo en mi estómago que me está matando. No creo que alguna vez en toda mi vida yo haya pasado tal momento de ansiedad.

Siempre he podido hacer lo que me dé la gana, sin pensar luego en las consecuencias. Ahora es diferente, el resultado de mi plan depende de cómo yo me comporte, y si simplemente sigo tranquila y sin mover un solo músculo todo saldrá bien. En cambio, si hago caso a mis instintos de coger un avión para mañana estar en Rusia, lo más probable es que todo se eche a perder por mi culpa y jamás me perdonaría que a Harry, a Clark o a cualquiera de los allí presentes, les ocurriera algo por uno de mis impulsos.

Llevo más de tres horas sentada en el sofá en medio de mi salón, mirando detenidamente el fuego de la chimenea, tratando de imaginar todos los escenarios posibles que ocurrirán y en los que Harry se verá envuelto. Estoy intentando con todas mis fuerzas no ponerme a gritar como loca, miro el reloj cada hora para asegurarme que el tiempo esté pasando. Deseando que ya Harry llegue a su destino para poder ponerme en contacto con él.

Froto mis rodillas con mis manos para luego pasarlas por mi cabello, estoy de los nervios y no creo que exista algo que pueda hacerme calmar.

—En mi opinión haz durado bastante—dice la señora Thompson apareciendo a mi lado por sorpresa.

— ¿De qué hablas?

—Conociéndote como te conozco, a estas alturas pensé que ya estarías en tu jet privado camino a Rusia, pero debo decirte que estoy sorprendida por el aguante que estás teniendo—habla sentándose junto a mí.

—Esto es un jodido infierno, apenas se han ido y siento que estoy a punto de explotar, y encima tendré que soportar esto por lo menos tres días. No sé cómo demonios voy a lograrlo—digo sin dejar de pasar mis manos por mi rostro.

—Debes ser fuerte, Ángel. No puedes arriesgar tu vida yendo hacia allá, además, también pondrías en peligro toda la misión y a las personas que la involucran—me mira con cariño y pasa una de sus manos por mi cabello acomodándolo todo en mi hombro derecho.

Resoplo y dejo salir un pesado suspiro que llevaba rato conteniendo. Entonces, mis ojos se posan sobre una de mis licoreras y la grandiosa idea se entierra en mi cerebro negándose a marcharse.

¡Voy a darme la emborrachada de mi vida!

Me levanto para servirme mi primer trago y la señora Thompson no me quita los ojos de encima.

— ¿Quieres?—pregunto sabiendo ya la respuesta.

—Oh no...nunca he bebido—puedo ver la timidez en su rostro y en la forma que sus ojos miran sus manos nerviosas.

Tomo otro vaso y le vierto solo un poco de licor dentro. Se lo extiendo y ella lo mira como si fuese lo más extraño que ha visto en toda su vida.

—Venga, estamos solas las dos y necesito una compañera—hago un puchero para convencerla y la sonrisa que aparece en sus labios me indica que he logrado mi propósito.

La señora Thompson coge el vaso con sus dos manos y no puedo evitar mirarla con ternura. Aunque ella es mucho mayor que yo, ahora mismo parece una niña curiosa que no sabe qué hacer exactamente. Es evidente que no mentía cuando dijo que no bebe.

—Vamos a beber hasta que olvidemos nuestros malditos nombres—digo y hago chocar nuestros vasos.

***

— ¡Le di la bofetada y salí corriendo!—dice ella ahogada en risas.

Ambas reímos sin poder controlarnos y nuestras carcajadas son el único sonido en toda la casa.

El GuardaespaldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora