CAPÍTULO 44

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Me siento en uno de los muebles con mucha paciencia y tranquilidad mientras observo al hombre delante de mí...se está desangrando y no creo que le quede ningún lugar en el cuerpo sin ser golpeado.

Veo su sangre brotar, su piel arder y vibrar de dolor. El placer corre por mis venas y sin poder evitarlo sonrío ampliamente.

—Te lo preguntaré una vez más... ¿dónde está Alexander? —hablo sin emoción pero a la vez tratando de sonar amable.

Veo a Francisco escupir sangre, ya se le han roto dos dientes de tantos puñetazos que se le han dado.

—Ángel...no lo sé, lo juro—llora por su vida. Trata de respirar pero creo que se está comenzando a ahogar con su propia sangre.

Ruedo mis ojos y dejo salir un suspiro de fastidio. Con calma voy poniéndome los guantes de cuero mientras miro el cuerpo del hombre delante de mí tratando de sobrevivir.

Llevo más de un mes siguiéndole los pasos a Alexander, sé que ya estoy muy cerca, casi pisándole los talones, pero el muy maldito sabe lo que ha desatado en mí, y se está esmerando en esconderse. Pero no importa, tengo toda la paciencia y tiempo del mundo, seguiré esta cadena de cada hombre que lo conozca y no pararé hasta encontrarlo.

Recuerdo perfectamente cuando inauguré mi restaurante The Palace, vi a Francisco y a Alexander conversar, desde ese momento supe que se conocían de antes y sé que puedo sacarle información.

Me agacho al lado de Francisco y con cariño le aparto un poco su cabello que se le ha empezado a pegar en la frente.

—Escucha cariño, cuando termine contigo, debo ir a ver a otro ser repugnante igual que tú, lo que te quiero decir es que estoy corta de tiempo y joder...te agradecería que no siguieras con tu drama.

—Ángel, yo te juro que no...—me canso de escuchar sus estúpidas excusas y con una de mis manos lo tomo por el cuello y comienzo a apretar fuertemente.

Puedo sentir como su respiración se va entrecortando y tiembla bajo mi tacto.

— ¿Qué decías? —hago un gesto con mi cabeza, acercando uno de mis oídos a su boca para poder entender lo que dice.

Escucho su ahogo por unos segundos hasta que me alegro al ver que empieza a tratar de articular vocal, pero ejerzo más presión sobre su cuello para obligarlo a esmerarse.

—El...pu-er-to—es lo único que entiendo y como necesito que se explique mejor lo suelto de golpe pero no me alejo, me quedo agachada a su lado.

Lo veo tomar bocanadas de aire y llevarse amabas manos hasta el cuello intentado apaciguar el dolor.

—Ay no te entiendo nada, habla por favor—digo como si no hubiese estado intentando matarlo. La verdad es que ya ni siquiera me afecta.

—Lo único...qué sé...es...que...ha estado recibiendo mercancía...en el puerto—el aire no le basta para hablar. Parece un pez fuera del agua.

Lo que acaba de decirme es muy buena pista. Sé perfectamente cuál es ese puerto donde Alexander debe reunirse con sus proveedores, ya había considerado la posibilidad de pasarme por ahí...pero claro, venir a torturar a Francisco me parecía más entretenido.

— ¿Seguro que no sabes nada más?

— ¡Por Dios no! Juro...que eso...es todo—ahora sí...ahora sí está siendo sincero, puedo verlo en sus ojos, en su boca y en cada centímetro de su puto rostro.

—Bien cariño, te creo... ¿ves que no era tan difícil? —hablo como si él fuera un niño pequeño y paso mi mano por su rostro acariciándolo.

El GuardaespaldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora