CAPÍTULO 38

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A veces, sientes como tu alma se enfría, puedes sentir como te vuelves inhumana y pierdes la luz...pero si hay alguien que te pide que no desaparezcas, si por alguien quieres ser mejor persona, vale la pena luchar contra uno mismo.

Él, ha sido mi ancla, por él he matado todos los demonios que crecían en mi interior.

Ahora, soy capaz de escuchar como mi alma colisiona, puedo sentir como el brillo resplandeciente que había en mis ojos, se apaga, cada vez se hace más oscuro y tenebroso.

La risa malvada de Marcelo me hace volver al aquí y ahora.

— ¡Mira la cara que se la ha quedado!—habla el ruso y vuelve a reír.

Mi mano que sostiene la pistola deja de temblar, y entonces...disparo.

Las carcajadas de Marcelo se detienen en cuanto la bala salida de mi arma lo penetra, puedo ver como se ha formado un agujero en el medio de su frente y como lentamente comienza a salir sangre por la herida. De un segundo a otro, este cae sin vida al suelo.

Mi visión se vuelve borrosa, estoy sudando y no creo que me encuentre parada firmemente, mi cuerpo se siente ligero, demasiado.

Sin bajar aún mi arma, veo como Harry corre hacia mí, veo el horror en su rostro y a pesar de los puntos negros que han aparecido en mi campo de visión y de que no soy capaz de definir con claridad las facciones del hombre delante de mí, muevo un poco mi brazo y ahora a quien tengo en la mirilla es a Harry. Este se detiene en seco cuando ve que el cañón de mi pistola lo apunta directamente al pecho.

—No...te...me acerques—hablo con los dientes apretados mientras las lágrimas caen como cascada sobre mis mejillas.

Harry levanta sus manos en señal de paz y tranquilidad dando dos pasos hacia adelante.

—Por favor, baja el arma—me pide y siento como sus ojos pican sobre los míos.

Quisiera tener el valor de dispararle, quisiera poder tener la seguridad de que una vez Harry muerto, no me dolerá como el infierno. Quisiera poder odiarlo con todo mi ser, pero a quien único odio es a mí misma por amarlo tanto. Quizás quien debería tener una bala perforada en el corazón, soy yo.

Me echo a llorar como una niña, mi cuerpo se dobla por el dolor tan grande que me está arremetiendo y en pocos segundos siento unas manos tomándome por la espalda así que vuelvo a erguirme con urgencia y a levantar la pistola para que Harry se mantenga alejado de mí.

—Hasta aquí llegó nuestro tiempo juntos, nunca más quiero volver a verte y procura no acercarte a mí...no eres más mi guardaespaldas y desde este mismo instante, mi nombre queda prohibido en tu boca—hablo en un susurro pero sé que tanto él como Clark me han escuchado.

Harry parece haber llegado al mismo infierno, su rostro está muy pálido y lágrimas no dejan de salir de su rostro.

—No...por favor—ruega dando dos pasos más en mi dirección.

—Tenías razón. El Ángel y el Diablo no pueden estar juntos. Todo fue un error–veo como mis palabras lo impactan y se queda estático en su posición.

Mi arma cae golpeando el suelo y me debilito. Clark me alcanza y me ayuda a sostenerme sobre mis propios pies. Noto como le hace una señal a Harry para que no se acerque a la vez que me ayuda a caminar para salir de este lugar.

—Te tengo, Ángel, voy a sacarte de aquí—es lo último que escucho antes de desmayarme y sentir como mi amigo me carga en sus brazos.

***

El GuardaespaldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora