EPÍLOGO

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Mis ojos acarician con la mirada a las grietas de la pared delante de mí. Pared que vengo mirando fijamente desde hace ya tres semanas. Clark me ha traído al mejor abogado de toda la ciudad, él se ocupa de mi caso y me representará en mi juicio que tendrá lugar en dos meses. Estoy segura de que saldré victoriosa y podré salir de aquí. Tengo todo controlado, no tienen pruebas con las cuales acusarme, y las pocas que tenían han sido destruidas. Desgraciadamente, alguien hizo una llamada anónima delatándome y por esa razón estoy donde estoy en estos momentos.

Tengo tantas cosas en las que pensar, primero, debo enfocarme en salir libre, en trabajar bien junto a mi abogado para que no haya ningún inconveniente. Segundo, debo esforzarme en descubrir quién ha querido hundirme. Tercero, debo replantearme mi vida completa, porque ahora mismo estoy en blanco, o mejor, a oscuras. No veo nada, todo es negro para mí.

Y a pesar de tener tantos motivos para hacer que mi cerebro no pare de trabajar, solo lo tengo enfocado en uno...Harry.

¿Qué ha ocurrido con él? ¿Por qué me ha abandonado? ¿Habrá sido él quien me delató? ¿Todo este tiempo fue solo un juego para él? ¿Por qué me llamó pidiéndome que lo ignorara?

No, yo lo conozco, Harry me ama. Jamás sería capaz de hacerme daño. Me niego rotundamente a creer cualquier cosa que me haga pensar hacia él de forma despectiva.

¿Pero, si todo es una equivocación, si en serio está ahí fuera esperando por mí...por qué no ha venido a visitarme en todo este tiempo? ¿Por qué no he tenido ninguna noticia sobre él? ¿Le habrá sucedido algo malo?

A pesar de las esperanzas que intento mantener a flote dentro de mí, una pequeña voz en mi cabeza me susurra que no estoy queriendo ver la realidad, que estoy esforzándome en taparla porque es demasiado dolorosa.

La señora Thompson casi se desmaya cuando vio como me arrastraban esposada. Por suerte, ella no tiene que estar aquí, en estos momentos se encuentra en casa, lejos de este infierno. Aunque estoy segura que debe estar muriéndose de la preocupación.

¿Dónde estará metido Harry?

No veo la hora de salir de esta cárcel y aclarar todo el asunto personalmente.

—Señorita Seyfried, tiene usted visita—la gruesa voz de la mujer policía me saca de mis pensamientos.

Me levanto de mi colchón y, escuchando los gritos de las demás mujeres, camino para dirigirme hacia la sala de visitas.

Cuando llego veo a Clark detrás de la vitrina, me siento y cojo el teléfono para poder hablarle y escucharlo.

Mi amigo tiene una expresión de horror en el rostro cuando me ve y sus ojos están demasiado abiertos.

— ¡Por Dios! ¿Qué te ha pasado? —pregunta casi gritando.

Me encojo de hombros tratando de disimular mi aspecto.

—Digamos que me está costando hacer amigas aquí dentro—respondo en un susurro.

Estar presa es una mierda. Hay un montón de locas que me miran como si yo fuera un pedazo de carne al que quieren devorar. Hace dos noches un grupo de siete presas me sorprendieron en los baños, en pandilla me golpearon y aunque me defendí muy bien, tengo varios moretones y arañazos por todo mi cuerpo.

Clark suspira desesperadamente y cierra los ojos por unos segundos, como tratando de estabilizar sus pensamientos e ignorar mi estado físico.

—Ángel, he venido porque hay algo que quiero cont...—lo interrumpo.

— ¿Tienes noticias de Harry? —pregunto desesperadamente al darme cuenta que ha venido porque tiene nueva información. Yo solo quiero que se trate de Harry, solo de él.

Clark baja la mirada y veo como cierra, en un puño, la mano con la que no está sosteniendo el teléfono. Sus nudillos se vuelven blancos, la piel de su rostro y cuello está roja por las palabras que se está conteniendo.

Sea lo que sea que va a decirme, no es nada bueno.

—Diablo—dice su apodo con un tono de voz despectivo que hace que mi piel se erice—está en la ciudad. Está perfectamente, no le ha pasado algo malo ni nada por el estilo—hace silencio unos segundos, me mira atentamente y cuando ve que lo estoy mirando sin pestañear, ansiosa porque continúe, se aclara la garganta y vuelve a hablar—De hecho, parece estar mejor que nunca. No sé cómo lo ha conseguido, pero ahora tu ex guardaespaldas, es el nuevo líder del Tráfico de Armas, tiene su propia banda. Ha tomado tu lugar por completo.

La respiración se atasca en mi garganta. Una ola de ira me impacta y para cuando reacciono dos guardias de seguridad me están cargando y arrastrando lejos de Clark, y del teléfono con el que le caí a golpes a la vitrina.

Pataleo como loca, trato de desprenderme de sus manos pero no es hasta que llegamos a la zona de aislamiento que me sueltan y me empujan dentro de un pequeño cuarto, sin ventanas, oscuro y húmedo.

Me dejo caer en el suelo, me arrodillo y doblo mi cuerpo como si tuviese un fuerte dolor de estómago, pero la verdad, es que no defino bien donde más me duele. Estoy ahogada en un llanto desconsolador. Me acomodo sobre mi espalda, miro hacia el techo y justo en este momento encienden una luz blanca que me deslumbra.

Con cada hora que pasa mi respiración se ha calmado, aun puedo sentir como lágrimas calientes salen lentamente de mis ojos, mi cabello desordenado lo tengo pegado al cuello, algunos pelos en mi rostro y la mayor parte esparcida sobre el cemento del suelo.

Voy a salir. Pronto lo haré. Sobreviviré cada día aquí dentro, lucharé contra cualquier mujer que se atreva a desafiarme, mataré si es necesario, pero al final, saldré en libertad, y cuando lo haga... ¡oh cuando lo haga! El maldito infierno saldrá de debajo de la tierra y vendrá a abrazarme, porque ya no soy más Ángel, ahora soy Diabla, y muero de deseos por estrenar mi nuevo apodo.

El GuardaespaldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora