CAPÍTULO 40

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Todos se marchan, parecen intuir la terrible tensión que hay entre Diablo y yo y huyen como cobardes, dejándonos a solas en el salón.

No puedo evitar sentir un poco de rabia por no poder tomar alcohol, necesito algo bien fuerte para tratar de aminorar o por lo menos, llevar mejor estos nervios que siento cuando estoy cerca de él y el indomable dolor que me tortura desde adentro.

El peso de los ojos de Harry cae sobre mí, no quiero tener que encontrarme con sus dos esmeraldas pero como toda débil que soy miro hacia él por un segundo y en cuanto lo hago me arrepiento. Tiene una expresión de dolor y vulnerabilidad que me debilita, me hace querer ir hacia donde él y abrazarlo con todas mis fuerzas.

—¿Cómo vamos a hacerlo?—habla en un susurro de voz que me golpea aún más fuerte...se escucha tan débil, tan dolido, tan triste que de repente siento ganas de llorar.

—No lo sé.

Veo como camina hacia mí algo dubitativo, con miedo a mi reacción pero por alguna razón no me aparto y solo me quedo mirándolo.

—Necesito estar cerca de ti...y de nuestro bebé.

El corazón se me cae a los pies. Lucho con todas mis fuerzas para que ninguna lágrima salga por mis ojos. En otra situación, al escucharlo decir ''nuestro bebé'' probablemente saltaría de alegría, pero ahora solo tengo lugar para el dolor y la nostalgia.

—Si te sientes más cómodo viniendo para asegurarte como van las cosas no me opondré, solo que no lo hagas con mucha frecuencia, una vez a la semana estará bien. Luego, cuando nazca el bebé ya veremos cómo nos organizamos—mi voz se escucha cortante y ni siquiera estoy segura si lo que acabo de decir tiene mucho sentido, solo estoy tratando de ser coherente. Harry es el padre de mi hijo, aunque las cosas entre nosotros no estén ni siquiera regular, no puedo mezclar a nuestro hijo o hija en esto, tiene derecho a tener un padre, y por más que me afecte la presencia de Diablo, tendré que aguantarme.

—Por favor, Amanda...—comienza a hablar pero le hago un gesto con mi mano para que se calle.

—No, Diablo. Estoy muy cansada, no tengo ya fuerzas para discutir. Por favor, te pido que lo dejes estar.

Sin darle tiempo a que responda subo las escaleras con prisa y me encierro en mi habitación.

Por una parte, estoy feliz...es una felicidad extraña, algo completamente nuevo para mí, seré madre y siento que me espera una aventura eterna que será la mejor de mi vida, pero al mismo tiempo, tengo ese lado oscuro, derrotado, hecho trizas, que no me deja levantar cabeza y que todo el tiempo me hace sentir un nudo en el estómago recordándome las ganas de echarme en un rincón y no parar de llorar hasta que me quede sin lágrimas.

Extraño a Harry, lo extraño con todas mis fuerzas, joder. Necesito de sus abrazos, de sus besos, de sus caricias, necesito que me haga reír y que me acompañe en este camino.

Poco a poco se me hace más difícil respirar, mi garganta está cerrada por tantos sollozos y con mis manos intento limpiar las lágrimas que empañan mis mejillas, pero mis ojos son como un grifo abierto.

***

—Señorita Ángel ¿me mandó usted a llamar?—aparece Álvaro en la cocina.

—Sí, Álvaro. Solo quiero informarte que a partir de este momento eres mi guardaespaldas. Como ya debes saber Diablo no trabajará más para mí y no veo a nadie mejor que tú para ese puesto—hablo desde la mesa donde he terminado de desayunar.

Pensé en la posibilidad de contratar a un hombre nuevo para guardaespaldas, pero ese es un puesto que requiere a alguien de confianza, y ahora no tengo tiempo para eso. Además, sé que Álvaro es bueno en combate, disparando, es inteligente, trabaja ya para mí hace varios años y le tengo un poco más de cariño. No tiene el carácter fuerte que tenía mi anterior guardaespaldas, pero sé que me servirá.

El GuardaespaldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora