CAPÍTULO 46

8.6K 608 166
                                    


Por momentos siento que me pierdo. Justo en este instante en el que atravieso la puerta de mi cuarto y solo soy yo encerrada en mis cuatro paredes, me derrumbo. No queda nadie a quien convencer, solo yo misma soy expectante de mi realidad.

Busco la cama como si fuese mi salvavidas, mis piernas me tiemblan y el alma se me estremece. Sin preocupaciones por dar lástima, dejo que todo mi dolor salga. Lloro como si nunca en la vida lo hubiese hecho, respiro como si hubiese estado a punto de ahogarme.

No quiero ser débil, no quiero ser la que se queda de brazos cruzados mientras otros pasan por encima de mí, no quiero ser la mujer estúpida a la que le arrebatan algo importante y solo se echa en un rincón a llorar y a preguntarse por qué todo es tan injusto.

Pero entonces, cuando lucho y demuestro mi capacidad y fuerza, esos ojos verdes que siempre me observan, me pesan, me hacen querer detenerme y preguntarme si estoy en lo correcto. Y es que odio que su opinión me importe demasiado, odio desear que esté a mi lado en toda situación, ya esté haciendo lo correcto o no, yo necesito que él esté conmigo.

Quizás de vez en cuando, ser débil y dejar exponer el dolor que nos mata, no está mal, incluso creo que es hasta saludable...pero yo solo puedo exponérselo a las paredes de mi habitación, a mi techo y a mi suelo. No puedo permitir que alguien más me vea así.

En serio me estoy esforzando mucho para cumplir mi propósito vengativo, y siento que si todos notan mi debilidad, no creerán que pueda ser capaz, tendré de sobra momentos en los que me miren con pena y crean que deben consolarme.

¿Necesito consuelo?

Unos golpes casi inaudibles se escuchan desde la puerta. Mi corazón se acelera porque sé de quién se trata.

Algo en mí se acciona al recordar las incalculables ocasiones en las que Harry ha venido a altas horas de la noche a verme.

Camino lentamente y a paso dubitativo, con una batalla campal en mi cabeza. ¿Debo abrirle? Solo Dios sabe lo que puede pasar si Harry y yo estamos solos en una habitación.

Me detengo con la mano en el mango de la puerta, lista para abrir y por el enorme silencio que hay en toda la casa, puedo escuchar la pausada respiración de él al otro lado.

—Amanda—mi nombre con su voz es suave y tierno, lo que me impulsa sin controles a abrirle.

Me quedo parada, sosteniendo la puerta para no permitir que se abra completamente y así conseguir que él se mantenga afuera.

— ¿Qué pasa? —mi voz es un susurro y está rasposa por haber estado llorando, lo que me recuerda que mi rostro debe ser todo un show por lo que me apresuro a limpiar mis mejillas con mi brazo.

Un inesperado empujón me sorprende, haciéndome dar unos pasos hacia atrás y dándole entrada a Harry. Este cierra la puerta detrás suyo y no demora en abalanzarse sobre mí para abrazarme fuertemente, rodeándome con sus brazos largos tatuados, presionándome contra su cuerpo y provocando que en el mío corran ráfagas de electricidad que hacen que mi piel se erice.

Supongo que hoy estoy algo sentimental y por eso me ha podido pillar con la guardia baja. No me muevo mientras sigo entre sus brazos, parezco paralizada aunque en mi interior grito como loca.

Inhalo profundamente y me deleito con su característico olor fresco, y el delicioso calor que emana su cuerpo que siempre me ha hecho sentir como en casa.

—Basta—digo después de varios minutos. No creo que lo pueda seguir soportando, lo que él me transmite es algo demasiado fuerte y siento que si no lo alejo, terminará por consumirme.

El GuardaespaldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora