Capitulo 5

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Zack hizo un esfuerzo por sacarse de la cabeza el recuerdo de lo sucedido la noche anterior y se instaló debajo de un árbol, desde donde veía todo lo que sucedía sin que nadie lo viera a él. Observó a Rachel entrar en la casa rodante de Tony Austin. Los noti­ciarios de la mañana habían abundado en detalles sensacionalistas de la escena de la suite y de la pelea subsiguiente, detalles que sin duda habían sido proporcionados por los huéspedes del hotel. Y ahora el periodismo había caído sobre el lugar de la filma­ción y la gente de seguridad del estudio luchaba por mantenerlos en la puerta de entrada del rancho, con promesas de una posterior conferencia de prensa. Rachel y Tony ya habían hecho declaraciones a los medios, pero Zack no tenía la menor intención de decirles una sola palabra. El asedio periodístico le resultaba tan indiferente como la noticia que recibió esa mañana de que los abogados de Rachel ya habían presentado demanda de divorcio ante los tribunales de Los Ángeles. Lo único que lo angustiaba era tener que dirigir esa última escena entre Rachel y Tony antes de dar por terminado el rodaje. Se trataba de una escena de sensualidad violenta y no sabía cómo lograría digerir la situación, sobre todo delante de todo el equipo técnico.

Pero una vez que pasara ese mal trago, sacar a Rachel de su vida le iba a resultar mucho más fácil de lo que creyó la noche anterior, porque debía admitir que, fueran cuales fuesen los sentimientos que ella le inspiró tres años antes, cuando se casaron, esos sentimientos desaparecieron poco después. Desde entonces, el matrimonio no fue más que una conveniencia sexual y social para ambos. Sin Rachel, su vida no sería más vacía, ni más carente de sentido, ni más superficial que durante la mayor parte de los últimos diez años.

Ante ese pensamiento Zack frunció la frente y se preguntó que motivo habría para que con tanta frecuencia su vida le pareciera tan frustrante y carente de sentido, sin un propósito importante ni una gratificación profunda. Y sin embargo, recordó que no siempre fue así...

Cuando llegó a Los Ángeles en el camión de Charlie Murdock, la supervivencia misma era un desafío y el trabajo que consiguió con ayuda de Charlie, como peón de carga de los Estudios Empire, le pareció un triunfo enorme. Un mes después, el director de una película de segunda categoría decidió que necesitaba algunos extras más en una escena multitudinaria y reclutó a Zack. El papel sólo exigía que Zack se apoyara contra una pared de ladrillos, con expresión dura e introvertida. El dinero que ganó ese día le pareció una fortuna. Varios días después el director lo mandó llamar.

—Zack, muchacho, tienes algo que nosotros llamamos presencia —dijo—. Fotografías muy bien. En celuloide eres una especie de James Deán moderno, sólo que más alto y más buen mozo que él. Te robaste esa escena, con sólo estar allí parado. Si sabes actuar, te incluiré en el reparto de una película del Oeste que empezaremos a filmar.

Lo que entusiasmó a Zack no tue la perspecuvci de actuar en el cine, sino el sueldo que le ofrecieron. De manera que aprendió a actuar.

En realidad, no le resultó demasiado difícil. Para empezar, antes de abandonar la casa de su abuela, hacía años que "actuaba", simulando que las cosas no le importaban cuando en realidad le importaban mucho; además había decidido lograr una meta; demostrarle a su abuela y a todos los habitantes de Ridgemont que era capaz de sobrevivir por sus propios medios y que prosperaría en gran escala. Con tal de lograr esa meta, prácticamente estaba dispuesto a hacer cualquier cosa, por difícil que fuera.

Ridgemont era una ciudad chica y no le cabía duda de que los detalles de su ignominiosa partida debían de ser conocidos por todos. Después del estre­no de sus dos primeras películas, leyó todas las cartas que le enviaban sus admiradoras, con la espe­ranza de que alguien lo hubiera reconocido. Pero si así fue, nadie se molestó en escribirle.

Perfecta -Judith McNaughtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora