Capitulo 10

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—¡Cuidado, señorita Mathison! —La aguda advertencia lanzada por el chico de la silla de ruedas llegó demasiado tarde; Julie llevaba la pelota de básquet por el centro  de la cancha, riendo mientras se preparaba para arroJarla al cesto, cuando un pie se le enredó con el posapiés de una silla de ruedas y voló por el aire, para caer luego ignominiosamente de traste en el piso.

—¡Señorita Mathison! ¡Señorita Mathison! —En el gimnasio retumbaban los gritos de los niños inválidos de las sesiones de gimnasia que Julie supervisaba después de las horas de clase, cuando terminaban sus tareas de maestra. De repente estuvo rodeada de chicos en sillas de ruedas o que se apoyaban en muletas.

—¿Está bien, señorita Mathison?—preguntaban a coro—. ¿Se lastimó, señorita Mathison?

—¡Por supuesto que me lastimé! —contestó Julie en broma, apoyándose sobre los codos y apartándose el pelo de los ojos—. Tengo el orgullo muy, muy lastimado.

En el momento en que rodaba sobre sí misma para ponerse de pie, en su campo de visión entraron unos zapatos muy lustrados, medias marrones y un par de pantalones de poliéster.

—¡Señorita Mathison! —ladró el director de la escuela, mirando con aire feroz las marcas sobre el reluciente piso de su gimnasio—. Esto no se parece en nada a un partido de básquet. ¿A qué juega?

A pesar de que en ese momento Julie era maestra de tercer grado en la Escuela Elemental de Keaton, sus relaciones con el director, señor Duncan, no habían mejorado demasiado desde que quince, años antes él la acusó de robar el dinero para los almuerzos de su clase. Aunque el señor Duncan ya no ponía en duda la integridad de Julie, su manera constante de transgredir las reglas de la escuela le resultaban una perpetua molestia. No sólo eso, sino que vivía molestándolo con ideas novedosas y, cuando él las vetaba, ella obtenía el apoyo moral del resto del pueblo y, si era necesario, el apoyo financiero de distintos ciudadanos. Como resultado de una de sus ideas, la escuela contaba ahora con un programa atlético especial para niños con incapacidades físicas, que Julie había creado y que modificaba constantemente con lo que el señor Duncan consideraba un frívolo desinterés por sus procedimientos preestablecidos. No bien puso en marcha su programa para niños incapacitados, el año anterior, la señorita Mathison inventó otro movimiento y no había modo de dete­nerla. Ahora impulsaba una campaña para desarraigar el analfabetismo entre las mujeres de Keaton y sus alrededores. Lo único que hizo falta para que iniciara esa cruzada fue que descubriera que la esposa del portero de la escuela no sabía leer. Julie Mathison la invitó a su propia casa, donde comenzó a darle clases, pero resultó que la mujer del portero conocía a otra mujer que no sabía leer, y ésa conocía a otra más, que a su vez conocía a otra, y ésa a otra. Al poco tiempo había que enseñar a leer a ocho mujeres y la señorita Mathison le pidió que, para enseñar a sus nuevas alumnas, le permitiera utilizar su aula dos veces por semana, después del horario de clases.

Cuando el señor Duncan protestó por el incre­mento de los costos que suponía mantener las aulas en funcionamiento en horas de la noche, ella respondió que en ese caso hablaría con el director de la escuela secundaria del pueblo. Antes de quedar como un ogro cuando el director de la escuela secundaria cediera ante los ojos azules y la brillante sonrisa de la señorita Mathison, el señor Duncan le permitió utilizar su aula de tercer grado para esos fines. Poco después de su capitulación, e\\a decidió que necesitaba material especial para acelerar el proceso de aprendizaje de sus adultos. Y como descubrió el señor Duncan en su constante frustración, una vez que a Julie Mathison se le metía una idea en la cabeza, no se detenía hasta convertirla en realidad. Cuando estaba convencida de que tenía razón, de que había algo importante en juego, Julie Mathison poseía una tozudez poco común, ¿unto con un optimismo enérgico e ilimitado, que al señor Duncan le resultaba enojoso.

Perfecta -Judith McNaughtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora