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—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Julie a Zack cuando él se sentó a su lado después de haber puesto en marcha la videograbadora— Espero que no pretendas que veamos una película porno o una escena de sexo de alguna de tus películas.

Él la rodeó con sus brazos.

—Es un video que hoy he visto varias veces

—explicó en voz baja—, el que el fbi confiscó en Méx...

Julie sacudió la cabeza como enloquecida, mien­tras trataba de apoderarse del control remoto.

—¡No quiero ver eso! ¡Ni esta noche ni nunca! —exclamó temblando, cuando en el cuarto empezó a resonar el griterío del aeropuerto—. ¡No lo puedo soportar!

—Mira esa pantalla —dijo él, implacable—. Estuvimos allí juntos, pero hasta hoy, nunca supe lo que hacías tú mientras me arrestaban, y tengo la impresión de que tú tampoco tienes un recuerdo demasiado claro de lo que hiciste.

—¡Por supuesto que sí! ¡Recuerdo con exactitud lo que te estaban haciendo! ¡Recuerdo que fue todo por mi culpa!

Zack la obligó a volverse y a mirar la pantalla.

—Quiero que te mires a ti misma. Mira y verás lo que yo vi: una mujer que sufría más de lo que estaba sufriendo yo. —A regañadientes, Julie se decidió a mirar la pantalla, donde aparecía la ima­gen de lo que ella quería olvidar. Se vio gritándoles a todos que no lo lastimaran, que Paúl la obligaba a retroceder diciéndole a los gritos que "ya todo había terminado", vio que Hadley se le acercaba con una sonrisa malvada y que dejaba caer en su mano el anillo. Que ella aferraba el anillo y se lo llevaba al pecho, llorando.

—Julie —susurró Zack con enorme ternura—, mírate, querida, para que veas lo que veo yo. No era más que un anillo, un trozo de metal con piedras. Pero mira lo que significaba para ti.

—¡Era el anillo de casamiento que habías elegido para mí! —exclamó ella con fiereza—. ¡Por eso lloraba!

—¿En serio? —bromeó Zack—. Yo creí que llora­bas porque los diamantes era demasiado chicos. Ella abrió la boca y dejó escapar una risa histérica, al tiempo que parpadeaba para contener las lágrimas que llenaban sus ojos maravillosos.

—Y ahora mira lo que viene —pidió Zack, abra­zándola con más fuerza—. Ésta es mi parte favorita. No te fijes en lo que me están haciendo a mí —agregó enseguida, al notar que Julie se sobresaltaba y clavaba la vista en las varas que esgrimían los Federales—. Observa lo que le estás haciendo a Hadley a la derecha de la pantalla. Eso demuestra —agregó con admira­ción—, que tienes un maravilloso gancho de derecha, muchacha.

Julie se obligó a mirar y se sorprendió y alegró al ver que atacaba a ese maldito.

—En realidad, no recuerdo mucho de eso —reco­noció en un susurro.

—No, pero apuesto a que Hadley nunca olvidará lo que viene ahora. Cuando Richardson te arrastró hacia atrás y ya no pudiste alcanzar a Hadley con las uñas ni las manos...

—¡Le di un puntapié! —dijo Julie, observando la escena con sorpresa.

—¡Justo en la entrepierna! —dijo Zack con orgullo. Lanzó una carcajada al ver que Hadley se doblaba en dos llevándose las manos a la entrepierna—. ¿Tienes idea de la cantidad de hombres de este mundo que se hubieran muerto de ganas de hacer eso?

Julie meneó la cabeza en silencio, mientras obser­vaba la última parte del video donde un médico le daba una inyección en el brazo y Paúl la sostenía. Zack dejó que el video siguiera corriendo y la miró con expresión seria.

Perfecta -Judith McNaughtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora