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—¿Estás seguro de que todo está preparado en la iglesia? —le preguntó Zack a Matt Farrell, mientras se abotonaba la camisa del esmoquin.

—Todo está listo, menos tú —contestó Matt con una risita.

Como la noche anterior había tenido que estar eri el ensayo de la ceremonia y en la comida posterior, Zack no pudo hacer un llamado desde la casa de los Mathison sin riesgo de ser oído, y tuvo que confiar en Matt y Meredith, que habían llegado el día ante­rior y se alojaban en casa de Julie, para el intercambio de informaciones de último minuto entre él y Sally Morrison.

—¿Han llegado todos los de California?

—Ya están en la iglesia.

—¿Le advertiste a Meredith que impida que Julie espíe el interior de la iglesia antes de hacer su entrada? —siguió preguntando Zack mientras se anudaba el moño de la corbata frente al espejo—. No quiero que ella sepa quiénes han venido. Se supone que es una sorpresa.

—Meredith y Katherine Cahill se han convertido en custodias de Julie. Tu novia no podrá respirar sin que ellas la vean. Ya debe de tener la impresión de que las tiene pegadas con cola y sin duda se estará preguntando por qué.

Zack se puso el saco del esmoquin.

—¿Estás seguro de que ha llegado Barbra?

—Te digo que está en la iglesia, con su acompa­ñante. Anoche me comuniqué con ella en su hotel de Dallas. Ya debe de estar en el coro, esperando la llegada de la novia.

Zack se pasó una mano por el mentón, para ase­gurarse de estar bien afeitado.

—¿Qué hora es?

—Las cuatro menos diez. Tienes diez minutos para llegar a la iglesia. Ted Mathison ya está allí. Durante el camino repasaré contigo la parte que debiste haber aprendido anoche, durante el ensayo de la ceremonia.

—No olvides que ya he vivido antes un ensayo general, con vestuario y todo —comentó Zack con sequedad—. ¿Recuerdas que no es la primera vez que me caso?

—Existen algunas diferencias importantes —señaló Matt con una sonrisa.

—¿En serio? ¿Cuáles?

—Que la última vez no estabas tan feliz, pero en cambio se te veía mucho más tranquilo.

Existía otra diferencia importante entre su primer casamiento y ése, y a pesar de su comentario indife­rente, Zack lo sabía. Lo sabía aun antes de acercarse al altar, delante de una multitud sonriente, para pararse junto a su futuro suegro en una iglesia donde resplandecían las luces de las velas, perfumada por pequeños ramos de rosas blancas atadas con cintas de satén. Esta vez, mientras esperaba a Julie en el altar, había en él una reverencia interior, una sen­sación de sereno júbilo. Observó a Meredith que avanzaba hacia él por la nave central, luciendo un vestido de seda verde, seguida por Sara y Katherine que llevaban vestidos idénticos, todas hermosas y sonrientes y tranquilas, como si ellas, lo mismo que Zack, presintieran lo apropiado y justo que era lo que estaba por suceder.

La música del órgano llegó a un crescendo y Zack temió que le explotara el corazón ante lo que veía.

Envuelta en una nube de seda blanca, con una larga cola tras ella, avanzaba hacia él la mujer a quien había secuestrado, con quien había reído y a quien amaba. A la luz de las velas, su rostro res­plandecía y en sus ojos Zack vio todo el amor del mundo, la promesa de hijos por nacer, toda una vida llena del amor que ella tenía para dar. Vio todo eso y luego vio que los ojos de Julie se agrandaban cuando del coro surgió la voz de Barbra Streisand, entonando la canción que Zack le pidió que cantara cuando Julie hiciera su entrada en la iglesia.

Perfecta -Judith McNaughtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora