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—¿Señor Benedict, podemos tomarle una fotogra­fía con la señorita Copeland? —gritó el periodista del Los Angeles Daily News, alzando la voz para ser oído por sobre la música y las conversaciones de los quinientos invitados que asistían a una fiesta de fin de semana en la mansión de Zack. Al ver que él no la oía, el hombre se volvió hacia los demás reporteros y se encogió de hombros.

—¡Qué despliegue! —exclamó, señalando a los cincuenta mozos de esmoquin que circulaban, ofre­ciendo bebidas y bandejas con bocaditos a los invitados que no tenían ganas de acercarse a la enorme carpa blanca donde había largas mesas con caviar, langosta y toda clase de manjares. Detrás, la enorme pileta de natación con sus columnas románicas estaba repleta de otros invitados, algunos completamente vestidos, que bebían y gritaban. —Sólo hace seis semanas que salió de la cárcel y ya está de nuevo en la cima del mundo —continuó diciendo el periodista, mientras se servía una copa de champaña Dom Perignon—. Los reyes de la industria están todos a sus pies, feli­ces de tener el honor de haber sido incluidos en su "fiesta de regreso". —Bebió un sorbo de champaña y comunicó lo que casi todos ellos ya sabían. —Su representante dijo que la Universal, la Paramount y la Fox le han ofrecido filmar cualquier guión que quiera, y le ofrecen veinte millones de cachet por su próxima película. Pero él se mantiene firme en veinti­cinco y un porcentaje mayor de las ganancias brutas.

—No está mal para un tipo que ha estado alejado del negocio durante cinco años —comentó el perio­dista de CBS y, lo mismo que el del Daily News, evitó mencionar la palabra cárcel, no porque tuviera demasiado tacto, sino por un motivo de orden prác­tico: el representante de Zack había aclarado a todos los reporteros que tuvieron la suerte de ser admitidos en la fiesta, que había tres temas absolutamente vedados y que, si los mencionaban, se les pediría de inmediato que se retiraran y quedarían eliminadas sus posibilidades de cualquier entrevista futura con Zack. Esos temas tabú eran su encarcelamiento, su difunta esposa y Julie Mathison.

El periodista de la NBC miró su reloj, preocupado.

—Su directora de relaciones públicas prometió que si no lo molestábamos, Benedict nos concedería a todos una entrevista de dos minutos y que posaría para algunas fotografías. Si no lo hace pronto, no voy a llegar con este video al noticiario de las diez.

Como si comprendiera el dilema que se les pre­sentaba, Sally Morrison, la jefa de prensa de Zack desde hacía años, indicó por señas a los periodistas que se reunieran, y luego se encaminó hacia Zack, quien, con Diana Copeland del brazo, conversaba con tres productores.

Sally le dijo unas palabras, él asintió, miró a los periodistas y se les acercó, siempre con Diana del brazo.

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Perfecta -Judith McNaughtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora