44

52 5 0
                                    


Julie se puso la bata de cama que Katherine le había prestado y bajó silenciosamente la escalera. Encontró a su amiga en la biblioteca, viendo el noti­ciario de las diez.

—No esperaba verte hasta mañana —dijo Katherine con una sonrisa, poniéndose de pie—. Pero, por si acaso, te preparé una bandeja con comi­da. Iré a traerla.

—¿Hubo algo importante en las noticias? —pre­guntó Julie incapaz de disimular el miedo que se le notaba en la voz.

—Nada acerca de Zachary Benedict —la tranqui­lizó Katherine—. Pero te advierto que tú eres el tema principal tanto en los boletines locales como en los nacionales. Me refiero a la noticia de que has regre­sado del cautiverio, aparentemente a salvo y sin haber sufrido daño.

Cuando Julie le quitó importancia, encogiéndose de hombros, Katherine puso las manos en jarras y la miró sonriente.

—¿Tienes idea de lo famosa que te has vuelto?

—Yo diría más bien que me he vuelto notoria —corrigió Julie, con su habitual tono amistoso y sin­tiéndose mejor que en ningún otro momento de los últimos dos días.

Katherine señaló con la cabeza la pila de diarios y revistas que había sobre una mesa, cerca del sillón que ocupaba Julie.

—Los guardé para ti, por si querías recortarlos y hacer un álbum o algo por el estilo. Míralos mientras yo voy a buscar la bandeja. ¿O ya los has visto?

—Hace una semana que no veo un diario ni una revista —confesó Julie, tomando un semanario que estaba sobre la pila y volviéndola para ver la tapa—. ¡Oh, Dios! —exclamó entre enojada y risueña al ver su rostro en la tapa de Newsweek debajo de un titular que decía: "Julie Mathison, ¿socia o rehén?". La hizo a un lado y revisó el resto, sorprendida al ver su fotografía en la primera plana de diarios y revistas de todo el país.

Katherine regresó con una bandeja que depositó frente a ella, en una mesita.

—Toda la ciudad no hace más que hablar de ti

—aseguró Katherine—. El mayor Addleson escribió un editorial para el Keaton Crier en el que nos recuerda que a pesar de todo lo que puedan llegar a decir de ti los grandes diarios, aquí nosotros te cono­cemos y sabemos que nunca te "enredarías" con un criminal como Zachary Benedict. Creo que ésas fueron sus exactas palabras.

Julie sonrió e hizo a un lado el diario.

—Pero tú sabes que no es así. Como me oíste decirles a Ted y a Cari, me "enredé" con él.

—En ese momento, Addieson refutaba la declaración del camionero que afirmaba que estabas colaborando en la huida de Benedict... jugueteando en la nieve y todo eso. Julie —dijo, vacilante— ¿quieres hablarme sobre... él?

Al mirar a su amiga, Julie recordó las confiden­cias que habían intercambiado a lo largo de los años. Tenían la misma edad y se hicieron íntimas casi desde el momento en que Ted las presentó. Cuando el matrimonio de Katherine y Ted se disolvió, Katherine volvió a la universidad y luego se fue a vivir a Dallas. Hasta ese momento, se había negado terminantemente a regresar a Keaton, pero ante su insistencia, Julie la había ido a visitar con frecuencia a Dallas. Y esa amistad tan especial que había entre ambas de alguna manera sobrevivió al tiempo y a la separación, y seguía siendo tan vital y natural como siempre.

—Creo que necesito hablar de él —confesó Julie, después de un momento de silencio—. Tal vez así consiga sacármelo de adentro y vuelva a poder pensar en el futuro. —Y habiendo dicho eso, alzó las manos en un gesto indefenso y admitió: —Ni siquiera sé cómo empezar.

Perfecta -Judith McNaughtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora