Capitulo 13

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Las mellizas Eldridge, ancianas vecinas de Julie, estaban sentadas en la hamaca del porche delantero de su casa, la ubicación favorita de ambas, desde donde podían observar los movimientos y actividades de todos sus vecinos a lo largo de las cuatro cuadras de la calle Elm. En ese momento, ambas solteronas observaban a Julie que colocaba su valija en el asiento trasero del Blazer.
—Buenos días, Julie —saludó Flossie Eldridge, y Julie se volvió sobresaltada al comprobar que las dos ancianas de pelo blanco ya estaban levantadas a las 6 de la mañana.
—Buenos días, señorita Flossie —contestó, encaminándose hacia ellas para saludarlas con mayor respeto—. Buenos días, señorita Ada.
Pese a tener más de setenta anos, las ancianas seguían siendo parecidas, un parecido que reforzaba la costumbre de toda una vida de usar vestidos idénticos. Sin embargo allí terminaba la semejanza entre ellas, porque Flossie era regordeta, dulce, dócil y alegre, mientras su hermana era flaca, amargada, dominante y entrometida.
—Es una hermosa mañana —agregó la señorita Flossie, envolviéndose en su chai para defenderse del aire frío de enero—. Estos días tibios que se presentan de vez en cuando decididamente logran que el invierno parezca más corto y más tolerable, ¿no es cierto, Julie?
Pero antes de que Julie pudiera contestar, Ada Eldridge fue directamente al tema que le interesaba.
—¿Te vas de nuevo, Julie? ¡Pero si apenas hace unas semanas que has vuelto!
—Sólo estaré ausente dos días.
—¿Otro viaje de negocios, o esta vez se trata de un viaje de placer? —insistió Ada.
—Más bien diría que es un viaje de negocios.
—Ada levantó las cejas, exigiendo información adicional, y Julie decidió ceder para no ser grosera.
—Voy hasta Amarillo, donde trataré de conseguir una donación para mi programa de lucha contra el analfabetismo.
Ada asintió, digiriendo la información.
—Me he enterado de que tu hermano tiene problemas para terminar la casa del mayor Addleson.
—Cari es el mejor constructor de la zona. Justamente por eso lo eligió el arquitecto del mayor Addleson. En esa casa todo está hecho a medida. Y eso requiere tiempo y paciencia. —Ada abrió la boca para continuar con su inquisición, pero Julie le ganó de mano. Miró su reloj y dijo con rapidez: —Será mejor que me ponga en marcha. Tengo un largo viaje por delante. Adiós, señorita Flossie. Señorita Ada.
—Ten cuidado —advirtió la señorita Flossie—-. Dicen que avanza un frente frío desde Amarillo, que llegará aquí mañana o pasado. Allá nieva mucho. Supongo que no querrás quedar atrapada en una tormenta de nieve.
Julie le dedicó una cariñosa sonrisa a la melliza regordeta.
—No se preocupe. Voy en el Blazer de Carl. Además el pronóstico meteorológico anuncia sólo un veinte por ciento de probabilidades de que nieve aquí.
Las dos ancianas se quedaron observando el Blazer que retrocedía por el camino de entrada. Luego la señorita Flossie lanzó un suspiro.
—¡Julie vive una vida tan aventurera! El verano pasado viajó a París, Francia, con ese grupo de maestras, y el año anterior fue a conocer el Gran Cañón. Decididamente no hace más que viajar.
—También lo hacen los vagabundos —contestó la señorita Ada con tono ácido—. Si me lo preguntas, te diré que creo que debería quedarse en su casa y casarse con ese pastor asistente que la pretende, mientras todavía tenga posibilidades de hacerlo.
En lugar de someterse a una inútil y desagradable confrontación con su melliza, Flossie hizo lo que hacía siempre: simplemente cambió de tema.
—El reverendo Mathison y su señora deben de estar muy orgullosos de todos sus hijos.
—No lo estarían si supieran que Ted pasa la mitad de sus noches con esa chica con quien anda ahora. Irma Bauder me comentó que hace dos noches oyó arrancar su coche después de las cuatro de la madrugada.
La expresión de Flossie se tornó soñadora.
—¡Ah, pero Ada! Considera que tal vez tengan mucho de que hablar. ¡Apuesto a que ya están enamorados!
—¡Están calientes! —retrucó Ada—. Y tú sigues siendo una tonta romántica, igual que tu madre. Papá siempre lo decía.
—También tú eres hija de mamá, Ada —señaló Flossie con cautela.
—Pero yo me parezco a papá. No tengo ningún parecido con ella.
—Mamá murió cuando éramos bebitas, así que no puedes estar tan segura.
—Estoy segura porque papá siempre lo decía. Decía que tú eras una tonta, igual que mamá, y que yo era fuerte, igual que él. Si recuerdas, fue por ese motivo que me dejó el control de su fortuna... porque no se puede confiar en que tú sepas cuidarte. Así que yo he tenido que cuidar de las dos.
Flossie se miró las manos regordetas que tenía entrelazadas sobre la falda. No contestó.

Perfecta -Judith McNaughtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora