—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó uno de los hombres que acababan de llegar al pasillo, encontrándose a Pierre y a Miguel secándolo, con el fin de meter en sus celdas a los otros dos que pertenecían a ese mismo pasillo.
Samuel miró, con seriedad, en el interior de la celda de Guillermo, donde este se encontraba empapado de pies a cabeza, sentado en la única esquina donde parecía no llegar el agua. Al menos no demasiado.
El chico se mantenía con el cuerpo encogido, sujetándose a sus rodillas, intentando recuperar el calor que su cuerpo había perdido.
De Luque no pudo evitar sonreír. Se lo tomaba como si el karma la hubiera tomado con el joven, por haberle hablado de malas maneras hacía un momento.
Percy también parecía divertido con la situación. Aunque en este caso si tuviera algo personal en contra del novato, si no hubiera sido así, lo hubiera disfrutado igual. Así era el inglés y no le importaba que los demás se dieran cuenta de eso. Él lo veía como una virtud de él mismo.
—A Bob se la ha pirado la pinza —comentó Miguel, quien no era capaz de mirar en dirección a Samuel—. Se ha cabreado porque venía sin duchar y con restos de...
Entonces la mirada del castaño se cruzó con la suya, acobardándolo.
Sin embargo Pierre lo dijo.
—De semen. Alguien va detrás del chico nuevo y tenemos que averiguar quién es. —Dedicó un rápido vistazo a los que aún estaban fuera de sus celdas y salió de allí con la fregona en una de sus manos. Ya habían terminado de limpiar.
—Ya podéis encerrarlos. —Miguel hizo un gesto con la mano, para que ambos hombres pasaran con sus respectivos presos. Levantó el palo de la mopa, para que no rozara el suelo, y se dispuso a irse por donde había venido. Pero antes de eso, no pudo evitar mirar atrás antes de salir allí. La última imagen que vio ese día del castaño, fue la de él llamándolo con el dedo índice.
Miguel no fue hasta el día siguiente.
[...]
La noche había llegado, y el más corpulento de aquel pasillo se sentía más y más furioso.
Estuvo esperando al hijo de puta de Miguel, a quien había llamado.
¿De qué había servido la mirada que le había echado si no le había prestado ninguna atención?
Unas inmensas ganas de asesinar al carcelero se apoderaron de él, hasta tal punto que sus puños se cerraban en torno al aire, como si estuviera estrangulando a alguien.
Las venas se le marcaban, exageradamente, en sus musculosos brazos, aunque no eran las únicas que parecían a punto de explotar.
Intentó calmarse. Tenía que recuperar la tranquilidad. No se podía pensar con la mente en caliente.
Después de varios intentos en vano, lo consiguió. Y fue cuando decidió hablar con Guillermo. Sabía que no podría llegar a dormir esa noche. Su cama no era un lugar en el que podía acostarse, y en el suelo no había manera de dormirse. Él lo sabía. Había pasado algunas noches en las celdas de aislamiento y eso era una puta mierda. Por no mencionar que en aquel lugar te puteaban mucho más de lo que lo hacían en las jaulas normales.
—Eh, tú, niñato. —Lo llamó.
Díaz alzó la cabeza en su dirección, a pesar de que no podía verlo, y se quedó mirando la pared contra la que se recargaba su cuerpo.
—¿Tienes frío? —dijo en tono de burla— Parece que vas a tener que volver a entrar en calor.
Guillermo ni se inmutó con lo que dijo. Volvió la vista al frente, donde se encontraba su cama empapada. ¿Cuánto podría tardar en secarse un colchón mojado? No tenía ni idea, pero era muchísimo más difícil si la luz del sol no existía en aquel sitio.
—Puedes venirte aquí conmigo. Pero vas a tener que conseguir que alguien te abra la puerta, pajarito.
—Prefiero dormir en el fondo del mar, antes que en un mismo palacio contigo.
Samuel se rió a carcajadas. La manera borde de responder del chico, le gustaba.
—Anda, no seas así —dijo—. Podría abrazarte para que estés calentito... O cualquier otra cosa...
Una sensación fría y desagradable recorrió la espina dorsal de Guillermo. Ni en un millón de años, fue su pensamiento.
—¿A qué viene eso de hablarme tan mal, de repente? Creí que estabas aprendiendo.
—Y lo estoy —contestó—. Me quedan pocos días de vida, y he decidido que los viviré con dignidad.
Y de nuevo el contrario se echó a reír.
—Pues de eso te queda poco —Se limpió las lágrimas que se le habían saltado y volvió a decirle algo más—. En serio, chico. Puedes estar muy bien conmigo. Así que deberías pensarte mejor cómo tratarme. Siéndote sincero, no soy tu mayor enemigo aquí... Ya has visto al gran Roberto, y eso que has vivido hoy es poco en comparación.
Guillermo escuchaba atentamente al contrario. No pensaba en nada, solo le interesaba lo que tenía que decirle.
—Vas a necesitar a alguien. Y yo puedo ayudarte. Pero para eso... debes ser un buen chico.
—Ya... Claro. ¿Y cuál será la venganza —o el castigo, como quieras llamarlo—, por lo ocurrido hoy?
—No hace falta que lo haya. Siempre y cuando estés dispuesto a colaborar conmigo. Sólo hay dos opciones: Estás conmigo o estás contra mí. ¿Cuál eliges?
El silencio se hizo presente, poniendo de los nervios al menor, quien no sabía qué pensar ni decir.
Si todo aquello era un plan retorcido de Samuel, caería como un ratoncito cae en una trampa en la que lo espera un trocito de queso.
El ronquido de Percy lo asustó. Aunque al mismo tiempo lo ayudó a decidir.
—Está bien —dijo—. Estoy contigo.
Y rezó mentalmente porque su decisión fuera la correcta.
—Muy bien. —Fue lo único que pronunciaron los labios de Samuel, antes de caer rendido en la cama.
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Prisioneros [Wigetta]
FanfictionSamuel y Guillermo son dos prisioneros que empiezan su relación con mal pie. Uno hará lo posible para encarar al otro, quien, en vez de rendirse y dejar de molestarlo, se hará cada vez más pesado. ¿Qué pasará entre estos dos chicos? ¿Decidirán, alg...