Los cuatro habían terminado de comer, y quedaban escasos minutos para volver a sus respectivas celdas.
Guillermo se sentía más tranquilo ahora. Habían estado hablando entre ellos y lo habían dejado en paz, lo cual era bastante raro, pero se sentía afortunado de no ser el centro de atención.
Eso sí, desde que Tom había pronunciado aquellas palabras, en ningún momento dejó de pensar en lo que Samuel podría llegar a hacerle, después de su comentario frente a sus amigos.
Esperaba que no fuera tan cruel, como aquella vez que lo juntaron en una misma celda. No creía tener la misma suerte si aquello volvía a suceder. Aunque... quizá estuviese mejor muerto... Pero aun así, no podía evitar sentir un profundo terror.
Samuel lo miró, tras un largo rato sin prestarle atención, sin que el mejor fuera consciente de ello.
Las voces de Percy y Tomás se escuchaban de fondo. Ambos las oían, pero no llegaban a alcanzar escucharlas con claridad. Ninguno le ponía interés.
La hora de volver había llegado.
El mayor de los presentes detuvo su charla con el británico y se levantó de su asiento junto a los demás, menos el novato que estaba aún inmerso en su mundo. Este fue levantado por Samuel, que lo había agarrado del cuello de la prenda superior.
Tom se despidió de sus compañeros, mientras que los otros iban juntos.
—Hoy estoy muy cansado —admitió el inglés, información que tranquilizó al menor—. Voy a caer en nada... —Bostezó y salieron de allí, distanciándose los unos de los otros como era habitual, siendo respaldados por los guardias.
Empezaban a acostumbrarse a aquello, aunque al fin y al cabo ya era lo único que les esperaba.
El primero en adentrarse en su celda fue Percy, quién iba más adelantado que los otros dos, luego Samuel, y por último Guillermo.
Este último se colocó de espaldas a la pared que daba a la celda del inglés y de quedó sentado con la planta de los pies en el suelo y las rodillas a la altura del pecho, mientras estas eran rodeadas por los brazos del joven.
Había pensado en algo que hacer. Quizá no sirviese de nada, pero que más daba. Si no se decidía a hacer algo, nunca lo sabría. Total, ya no había nada que perder... O eso creía él. Pero el miedo había acaparado su cuerpo con tanta profundidad que no lo dejaba, simplemente, quedarse de brazos cruzados.
Esperó un momento y cuando oyó los ronquidos del británico, los cuales no había echado en falta en los últimos días, se atrevió a hablar.
—Eh, tú —Fueron las palabras que salieron de sus labios. Al parecer nunca conseguía decir lo que se proponía. En su cabeza había planeado una pequeña parte de la conversación que quería tener con él. De hecho, su idea era llamarlo por su nombre, pero el sólo imaginarse pronunciándolo le hacía sentir náuseas.
—¿Me hablas a mí? —preguntó el castaño, aun sabiendo la respuesta. No le había gustado cómo le había hablado, pero la sorpresa de que lo hubiera hecho, le nubló un poco los pensamientos. Por lo cual no sintió ira.
—Sí... —Su garganta intentaba cerrarse, para no tener que articular palabras que no quería decir realmente— ¿Puedo hablar contigo?
—No es que pudiera impedírtelo. —respondió sarcástico. Evidentemente Samuel no podía hacer nada si el chico quería hablarle. Podía amenazarlo, pero eso no quitaba que él pudiese seguir emitiendo palabras.
El menor se sintió estúpido. No sólo por la manera en que el contrario lo trataba, sino por el evidente miedo que reflejaba al hablar.
—¿Qué...? ¿Qué me hará? —Sin darse cuenta, le acababa de hablar de usted, eso alegró a De Luque, quién no disimulaba esa inmensa felicidad. Eso significaba que estaba tan asustado que le impedía pensar en cómo dirigirse a él.
—Ya veré en su momento. —dijo como respuesta. Un escalofrío recorrió el cuerpo del chico, comenzando en la columna vertebral.
—¿En... su momento? —Guillermo se giró en su dirección, sin moverse de su sitio. Aunque no podía verlo, a veces las personas tenemos ese impulso de volvernos hacia donde proviene el sonido.
—En las duchas... Allí pensaré en qué hacerte... Es un lugar en el que la sangre desaparece bastante rápido, ¿no crees?
Una punzada de dolor se instaló en el pecho del menor, dejándolo sin habla en los segundos que transcurrieron a continuación.
El de mayor edad imaginó su expresión en ese momento y se sintió increíblemente bien.
—¿Para qué querías saber algo que tú mismo esperabas? ¿O acaso pretendáis que las palabras que tenía para decir te agradaran?
No, en absoluto creía eso. Y si conseguía que su garganta volviera a emitir sonido, le haría saber el porqué.
Después de un largo silencio, el chico tosió para aclarar su voz.
—No... Sólo quería...
Samuel se extrañó. Incluso se podía decir que estaba impaciente por escuchar lo que Guillermo tenía que decirle.
—Esto... ¿Podría hacer algo para ahorrarme otra paliza? Creo... que sería capaz de lo que sea.
Ya lo había dicho, y ya no podía volver atrás para retractarse de sus palabras. Se sentía horriblemente mal por ello, pero al mismo tiempo tenía el presentimiento de que era lo mejor que podría haber hecho en una situación como esa. Además, el ya no tenía nada más que perder, ¿no?
Los labios del castaño se curvaron en una ligera sonrisa. Sus dientes brillaron al contacto con la luz artificial. Si alguien hubiera visto su rostro en aquel instante, de seguro no habría podido pegar ojo en toda la noche...
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Prisioneros [Wigetta]
FanfictionSamuel y Guillermo son dos prisioneros que empiezan su relación con mal pie. Uno hará lo posible para encarar al otro, quien, en vez de rendirse y dejar de molestarlo, se hará cada vez más pesado. ¿Qué pasará entre estos dos chicos? ¿Decidirán, alg...