Habían pasado veinte minutos exactamente, y Miguel, tan puntual como solía ser siempre, caminaba a lo largo del pasillo, dispuesto a dar por finalizada aquella reunión.
Sus pies se detuvieron frente a la celda de Samuel, donde él y su amiguito habían estado conversando.
Los dos se giraron hacia el carcelero.
—Es hora. —Fue lo que dijo.
Guillermo asintió, pero no se movió de donde estaban clavados sus pies.
El de azul introdujo la llave en la cerradura y corrió la puerta hacia la izquierda.
—Vamos. —lo llamó. Pero el menor seguía sin moverse.
Se dio cuenta de que Samuel lo mantenía agarrado por la parte en la que se unían las esposas.
—Danos un poco más de tiempo. —Su voz sonó completamente seria. El sabía que el contrario no cedería ante sus palabras, por eso mismo lo dijo. Quería distraerlo.
—No hay más tiempo, te lo dije.
Estiro el brazo derecho, en el interior de la celda, en dirección al más joven.
Samuel observaba cuidadosamente.
—Vamos, suéltalo Samuel.
Miguel estaba asustado, de eso De Luque era bastante consciente, aunque lo disimulaba muy bien cuando quería.
—¡Vamos, jefe! Diez minutos más.
—¡He dicho que no!
Cuando una persona se altera, puede cometer muchísimos errores, ya que al perder el control sobre nosotros mismos, no pensamos con claridad.
Y ese fue el mayor error que pudo cometer aquel hombre: Entrar en la celda, con el fin de sacar a Díaz de allí.
El castaño fue más rápido de lo que pudo haberlo sido Miguel en sus tiempos.
Lo alcanzó, tomándolo por el cuello de la camisa, lo empujó y volvió a acercarlo, para asestarle un golpe en la nariz con la parte izquierda de la coronilla.
Los ojos de Guillermo se abrieron como platos.
Aun sabiendo que esa era la idea del mayor, era mucho más impresionante presenciar la escena.
Era muy rápido.
El cuerpo del poli se sentía más pesado ahora que lo había dejado inconsciente.
El mayor de los presos no tardó en soltar a Miguel en el suelo. Se agachó, en busca de las llaves de las esposas, y se puso en pie lo más rápido que pudo.
Si alguien los veía, no conseguiría lo que había ideado.
Liberó las manos del menor, y volvió a guardar las llaves donde las encontró.
—Tu turno —dijo, volviéndose a colocar erguido—. Ya sabes lo que tienes que hacer.
Lo sabía, claro que lo sabía. Ojalá pudiera olvidar las frías palabras de su compañero, pero eso no le sería posible.
Así que cerró los ojos intentando mantener la mente en blanco.
Tenía que hacerlo, y, al menos, necesitaba hacérselo más fácil a sí mismo.
Por un momento, pensó en la chica de quien había estado enamorado tantísimo tiempo. En cómo había hundido toda su vida.
¿Qué podía importar después de haber cometido aquella monstruosidad?
![](https://img.wattpad.com/cover/56348149-288-k815609.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Prisioneros [Wigetta]
FanfictionSamuel y Guillermo son dos prisioneros que empiezan su relación con mal pie. Uno hará lo posible para encarar al otro, quien, en vez de rendirse y dejar de molestarlo, se hará cada vez más pesado. ¿Qué pasará entre estos dos chicos? ¿Decidirán, alg...