Un nuevo día comenzaba. Otro que no parecía diferenciarse en nada del resto.
Miguel había pasado una mala noche. No había dejado de pensar en la fría mirada que Samuel le dedicó el día anterior.
Decidió levantarse de la cama antes de tiempo e ir de vuelta al trabajo.
Con algo de suerte, De Luque no estaría enfadado y podría despejar la cabeza del tema. Aunque dudaba bastante que fuera así.Al primero que se encontró fue a Bob, quien había salido del edificio y se dirigía hacia cualquier sitio. Como era uno de los que más mandaban allí, hacía lo que le apetecía.
¿Qué haces aquí tan temprano? Le había dicho.
No podía dormir más, le respondió. Así que he venido ya para acá.
No quiso darle explicaciones, y el de mayor edad tampoco se las pidió, así que siguió adelante sin mirar atrás.
Saludó a varios compañeros y se dirigió al temido pasillo.
En el camino hasta allí había estado deseando no encontrárselo despierto, pero allí estaba, esperándolo con los ojos abiertos, frente a las rejas.
Sintió que los pies se le congelaron en el sitio.
Se obligó a andar hacia él, fingiendo que no le tenía miedo.
Samuel sacó una mano para atrapar al contrario, pero este lo esquivó sin dificultad. Esta vez no lo pillaría. No era tan estúpido como para que le volviera a coger desprevenido.
—Oye, oye. Tranquilízate. Ayer no pude...
—Sí que podías. Sólo que no te daba la gana.
Miguel ignoró eso último y volvió a hablarle.
—¿Para qué me llamabas?
—Necesito hablar con Guillermo —dijo, alterando los latidos del nombrado, quien no había dormido apenas en toda la noche. No había manera de dormir en aquel suelo—. Déjame entrar en su celda.
—Podéis hablar desde donde estáis.
—No —respondió serio. Y el de uniforme azul supo que no se iba a callar hasta que hiciera lo que le pedía—. Sácame de aquí.
Trabajando allí, había aprendido muchas cosas. Como que los presos son muy rencorosos, y sabía que Samuel podría abalanzarse a él si lo dejaba salir. Pero claro, debía hacer lo que le pedía. Al menos quería estar en paz con él.
¿Y si era a Guillermo a quien sacaba de su jaula y lo metía con el otro? Eso le daba más posibilidades de salir ileso.
Volvió a dirigirse al castaño con esa nueva idea en mente.
—Tengo una idea —Samuel lo miró fingiendo interés. Lo único que quería él era tener al menor cerca—. ¿Qué te parece si es el novato quien entre en tu celda?
De Luque no dijo nada. Se limitó a observar a Miguel en silencio. Luego desvió la mirada al novato e hizo como si se lo pensara.
—Me parece aceptable —dijo sin cambiar su habitual tono de voz, que ponía los pelos de punta—. Tráelo.
El hombre miró al chaval, que seguía de la misma posición.
—Levanta. —le ordenó. El joven se lo pensó dos veces, pero terminó accediendo.
El de mayor edad cogió una de las llaves que tenía colgadas en la cintura y procedió a abrir la puerta.
–Tengo que esposarlo. — avisó al castaño. Esperó no tener ningún problema. Que no se quejara de que tuviera que mantener las habituales normas de seguridad. No lo hizo. Sólo asintió satisfecho.
Guillermo unió sus manos a la espalda, en lo que el de azul terminaba con su trabajo.
Estaba mirando en dirección a Samuel, y no le gustaba lo que veía.
Habían vuelto a hacer algo parecido a un acuerdo, pero aún así no podía confiar en que no se las haría pagar por su traición anterior.
Los pasos del novato comenzaban a acercarse. Su respiración se agitaba con la cercanía del contrario.
Se detuvo frente a la reja. Sus miradas hablaban por sí solas. Las palabras no servían de nada en ese instante. Y cuando la puerta estuvo abierta, supo algo con claridad.
De una manera u otra se las haría pagar.
Su cuerpo fue empujado hacia el interior de la celda, el cual fue detenido por el castaño.
—Puedes irte. —habló el de músculos imponentes, tras oír la llave en la cerradura.
—Veinte minutos —dijo—. No más. Volveré en ese tiempo.
De Luque no le prestó atención. No podía hacer otra cosa que no fuese mirar los ojos de Guillermo.
Cuando lo escuchó alejarse, ordenó las ideas de su cabeza, pero entonces el chico que tenía enfrente le interrumpió.
—Se ha ido —Su voz sonó aguda, y eso que aquel chico tenía un tono bastante grave—. Puedes golpearme todo lo que quieras... Estamos solos.
Y aunque el chico no estaba dispuesto a dejarse golpear, sentía que debía hacer caso al mayor.
—No voy a pegarte —sonrió—. Quiero que hagas algo por mí.
Lo primero que se le vino a la mente al menor, fue que quería que terminara con su trabajito de las duchas.
Estiró su dedo índice en dirección a la entrepierna del contrario, y este rió.
—No —respondió—. No tiene nada que ver con eso.
Lo llamó con la mano para que se acercara a su rostro.
Guillermo lo observaba sin realizar movimiento alguno. A Samuel le parecía divertido verlo asustado. Notar que todo eso lo conseguía con sólo estar cerca del chico.
—¡Vamos! Te he dicho que no voy a hacerte daño.
El de ojos rasgados dudaba de sus palabras, pero aún así, se acercó, girando la cabeza quedando su oreja derecha a centímetros de la boca del castaño.
Samuel se agachó un poco, inconscientemente, y comenzó a susurrar palabras al oído del otro. Mientras más oía el joven, más ganas tenía de salir corriendo de allí. De gritar. De tener el suficiente valor de negarse a lo que Samuel le pedía, pero entonces sus últimas palabras fueron "Como seas capaz de volver a traicionarme, juro que te mataré y no tendré ninguna piedad a la hora de hacerlo. Sin embargo, si acatas mi orden, yo mismo te protegeré en caso de que alguien quiera hacerte daño"
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¿Demasiado tiempo sin aparecer?
Lo sé, y lo siento mucho.
Estos días no estoy de humor para mucho, y hago todo lo que puedo para que esta racha pase pronto y pueda volver a la normalidad con mi vida y mis escrituras.Muchísimas gracias por vuestra paciencia. 💙💙
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Prisioneros [Wigetta]
FanfictionSamuel y Guillermo son dos prisioneros que empiezan su relación con mal pie. Uno hará lo posible para encarar al otro, quien, en vez de rendirse y dejar de molestarlo, se hará cada vez más pesado. ¿Qué pasará entre estos dos chicos? ¿Decidirán, alg...