Las luces de la barriada volvieron de nuevo, mostrando, sobre el suelo, el cuerpo inerte de la mujer desangrándose en cuestión de segundos.
Sangre, sangre... Sangre.
Los ojos de Samuel se abrieron de golpe, encontrándose en el interior de su celda.
Su respiración era agitada. Su cuerpo sudaba, y sus ojos parecían haber sido maltratados de toda forma posible.
Guillermo lo miraba atónito.
La preocupación del chico lo hizo acercarse al castaño sin ni siquiera dudarlo.
—¿Te encuentras bien? —preguntó sin saber muy bien qué pasaba.
Los ojos de De Luque se dirigieron hacia la figura del más joven, pero no dijo nada. No era posible en las condiciones que se encontraba.
Había tenido la pesadilla de revivir aquella noche demasiadas veces en su vida como para acordarse del número, pero aún así no podía evitar sobresaltarse cuando su cerebro volvía a hacerle recordar.
Se incorporó de la cama, intentando recobrar el aliento.
Sentía su cuerpo pesado, y su corazón lo amenazaba con saltar de aquel interior tan oscuro.
Se miró las manos. Era una costumbre que solía tener de niño, en momentos en los que todo se volvía una mierda y no quería enfrentar la realidad mirándola de cara.
Se vio a él mismo en aquella escena de nuevo, años atrás.
Todo el cuerpo le temblaba.
Hacía demasiado tiempo que no se sentía así de inseguro, y lo mataba por dentro que fuera en una situación como aquella, donde le habían asignado un compañero de celda y ahora lo miraba con tristeza.
Quiso destruirlo. Quiso ser capaz de reunir las fuerzas necesaria en ese momento para golpearlo hasta matarlo.
¿Cuántas veces se había dicho que nadie volvería a verlo tan vulnerable?
Miles. O quizás millones. Y, sin embargo, allí estaba.
Sintiendo que todo su cuerpo le jugaba una mala pasada.
—¿Has tenido una...?
La voz de Guillermo salía con dificultad de su garganta. No sabía cómo el contrario iba a reaccionar, y por eso no era capaz de hablar más de lo necesario. Entonces se fijó en un detalle que lo alteró bastante.
Las mejillas del mayor estaban mojadas de lágrimas que había derramado durante la pesadilla.
Se quedó helado.
Nunca hubiera imaginado que un ser tan despreciable, como lo era De Luque, pudiese llorar.
—¿Estás llorando...? —Alzó aquella pregunta como si no supiese cuál era la respuesta, como tantas veces hacemos sin darnos cuenta.
Samuel lo miró de golpe, llevándose una de sus manos a su rostro, comprobando lo que el chico le había dicho.
Por un instante, el menor vio al contrario fruncir el ceño y se apartó, instintivamente, de él.
Luego, al ver que nada ocurría, volvió a acercarse.
—Si necesitas hablar de ello, puedes hacerlo —dijo—. Sé muy bien lo que es soñar con las cosas malas que has hecho. Eso de sentirse una auténtica basura... —Levantó la mirada y lo vio dibujando una sonrisa triste en sus labios.
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Prisioneros [Wigetta]
Fiksi PenggemarSamuel y Guillermo son dos prisioneros que empiezan su relación con mal pie. Uno hará lo posible para encarar al otro, quien, en vez de rendirse y dejar de molestarlo, se hará cada vez más pesado. ¿Qué pasará entre estos dos chicos? ¿Decidirán, alg...