Capítulo 31

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Al día siguiente Simon llevó a Sam al hospital por exigencia de él. Simon prefería no llevarlo, para que no la viera así y no se preocupara pero él insistió. Entraron a la habitación, Simon primero.
Elizabeth seguía inconsciente con el tubo del respirador artificial saliendo de su boca, se preguntó si sentía dolor, si sabía lo que estaba pasando; si era así deseaba que se acabará pronto.
Volteó a ver a Sam que estaba en la puerta de la habitación esperando su autorización para entrar. Simon solo asintió y Sam entró, pasó al lado de él y vio a su tía. Se quedó parado, petrificado.
Su preocupación aumentó a un mil por ciento. Simon lo tomó de los hombros y pudo sentir su temblor.
—Simon... ¿Qué es...?—dijo con voz de susto y nervios.
—Un respirador artificial. Lo necesita.
—¿Va a salir bien de esto?—volteó a ver a Simon llorando.
—Si Sam, solo tenemos que tener fe y paciencia.
Sam caminó con miedo hasta su tía y tomó su mano, su helada mano y se desplomó. No quería perderla, ella le había enseñado tantas cosas, lo había hecho el hombre que era ahora, era como su madre.
—Simon déjame con ella—le dijo tomando aire—. No me separes de ella.
—Pero tú presentación es en una hora...
—No quiero dejarla. Quiero quedarme aquí.
—Escúchame Sam, no podemos hacer nada en este momento. Ve a tu presentación, hazlo por ella.
Sam se quedó en silencio. Respiró hondo y se levantó. Le dio un beso en la mano a Elizabeth y salió de la habitación seguido por Simon.

Simon lo acompañó a la parada del autobús. Sam tomó un autobús diferente al de Simon. Llegó media hora antes de la hora de la presentación. Le pusieron su micrófono y le indicaron cuando iniciaría. Ya en su camerino mientras lo arreglaban no dejaba de pensar en lo que tenía planeado hacer. Lo haría por su tía.
—¿Listo Sam?—dijo su pianista.
—Necesito que me hagas un favor—le dijo Sam acomodando su micrófono.
—Claro dime, en diez minutos salimos.
—¿Puedes aprenderte una canción en ese tiempo?
—Jajajaja estás bromeando ¿cierto?—dijo el riendo, pero Sam no sonrió y ahí supo que estaba hablando en serio—. La verdad no lo creo.
—Entonces déjame sentarme en el piano en la primera canción.
—¿Y eso?
—Por favor, tengo que hacerlo.
—Claro. ¿Necesitarás a la banda?
—No, en la primera canción no. Solo diles a ellos, a nadie más.
—Esta bien—dijo y salió del camerino de Sam.

•Narra Adele•

Mis padres se quedaron en un hotel pero se irán hoy de nuevo a Brighton. Yo acababa de llegar a la oficina cuando Emma me tacleó en la entrada.
—Señorita Adkins—dijo extrañamente emocionada y nerviosa a la vez.
—¿Qué su...?—comencé pero luego lo recordé—. ¡La presentación de Sam!
—En cinco minutos—dijo ella asintiendo.
—A la sala de juntas ¡ya!—dije y me lancé a correr al elevador seguida por ella.
En el ascensor estaba Gabriela con una paleta de colores. Al vernos sonrió.
—Hola, disculpe señorita Adele estaba viendo los colores para la propaganda de...
—¡Presentación de Sam ahora!—le grité sonriendo y entramos al ascensor. Apreté él botón tres.
—Lo sé pero no podré verlo...
—Vamos a la sala de juntas. Ahí lo veremos.
—Su representante está ahí, llegó hace unos minutos—dijo Emma.
—Perfecto.

Ya todos estábamos en la sala de juntas, en el proyector pusimos el programa y solo esperábamos a que saliera Sam.
—Estaba muy emocionado—dijo su representante igual de emocionado que todos.
—Lo hará muy bien. ¿Qué canciones cantará?
—La primera y segunda del álbum—dijo él viendo a la pantalla.
—Perfecto.
Volteé a ver a Gabriela y estaba viendo la pantalla con cara de emoción. Me agrada la idea de que se gusten, ambos son buenos chicos, jóvenes talentosos.
—Y ahora, el chico londinense de diecinueve años del cual todas las chicas se están enamorando y no sólo por su atractivo y gran personalidad sino por su voz—volteé a ver a Gabriela y sonreía con ojos de enamorada. Que ninguna otra se ilusione porque ella va ganando—La nueva sensación musical. ¡Sam Konecki!
Todos aplaudimos como unos fans enloquecidos. Sam salió y con una media sonrisa en el rostro saludó a la cámara. Lo noté un poco raro pero no dije nada, Gabriela también frunció el ceño.
—Bueno, nos presentarás dos canciones hoy ¿cierto?—dijo el presentador.
—Así es—dijo Sam y como yo soy experta en el tema pude ver que fingió la sonrisa. Me acomodé en mi asiento para verlo más de cerca.
—Perfecto, pues el escenario es todo tuyo.
—Gracias—Sam volteó a ver a su banda y todos parecieron entender la señal.
En vez de quedarse frente al micrófono caminó hacia el piano, su pianista se puso de pie y le dejó el lugar.
—¿Qué hace?—dijo su representante.
—No lo sé—dije yo también sorprendida.
—Tal vez va a cantar la balada de su álbum—dijo Emma.
—No estaba programada—dijo Tom viendo su celular.
Decidí llamar a Simon rápidamente. Me mandó a buzón y volví a intentar pero corrí con la misma suerte.

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