Capítulo 30

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—Dios mío Dios mío—dijo Simon desesperado. Puso la máscara de oxígeno sobre la boca y la nariz de su tía—. Respira... Respira tía respira por el amor de dios—Simon estaba a punto de echarse a llorar.
Podía sentir la respiración de su tía pero era muy poco constante y débil. Decidió dejar de perder el tiempo era obvio que no iba a funcionar y se prohibió entrar en pánico. Cargó a su tía inconsciente y la llevo al auto. Subió el tanque de oxígeno y condujo lo más rápido que pudo hasta el hospital. En cada oportunidad que tenía le checaba el pulso, cada semáforo en rojo le ponía la mascarilla. Por fin llegó al hospital. Bajó a su tía en emergencias, una enfermera le ayudó, la subieron a una camilla y se la llevaron para checarla. El corazón de Simon estaba a punto de salírsele del pecho. No podía perderla, no podía. Sam no lo soportaría.

•••

—No no no more—Sam terminó de cantar la canción y volteó a ver a su guitarrista—. Creo que salió bien ¿no?
—Si a mí me gustó.
—Perfecto Sam ¿quieres otro ensayo? Podrías ensayar la otra canción—le dijo su representante Tom.
—Si está bien. No puedo creer que me esté presentando en este programa—dijo asombrado viendo el foro.
—Esto es solo el inicio—dijo su representante y le guiñó el ojo.
Sam empezó a cantar la segunda canción que presentaría el siguiente día. Cuando terminó decidió llamar a su casa para decirle a su tía que iría a desayunar con su banda. Dos llamadas sin respuesta. Se preocupó un poco y después llamó a Simon.

•••

Simon estaba en la sala de espera, temblando de los nervios. No podía quitarse la imagen de su tía desplomada en el suelo y no dejaba de compararla con esa imagen que tenía tan grabada de su madre cuando... Murió.
Esos recuerdos llenaron su mente y lo estaban empujando al precipicio de la desesperación y la tristeza. Necesitaba noticias de su tía, noticias buenas o no lo soportaría. Se levantó y se puso a caminar dando vueltas por toda la sala de espera. Metió las manos a los bolsillos para evitar el temblor y sintió la tela húmeda. Recordó el lago, los días en los que estuvo solo viviendo ahí y a Adele. Su hermosa sonrisa, su cabello, su ceño fruncido cuando la conoció. Su mente estaba llena de recuerdos al azar por la desesperación.
Se dio cuenta de que tenía la vista fija en el suelo cuando sonó su celular y lo hizo volver a la realidad. Vio el número de Sam y se le cayó el corazón. No podía decirle lo ocurrido, se preocuparía y se las arreglaría para ir al hospital en vez de ensayar para su presentación.
—Hola—dijo Simon tratando de hablar los más normal posible. Sin temor en la voz, ni preocupación.
—Hola hermanote. ¿Dónde estás? ¿Sigues con tu novia?—le dijo totalmente despreocupado. Eso hizo que Simon se pusiera aún más nervioso.
—No no, ya estoy con...—un nudo en la garganta— la tía Elizabeth.
—¿Están en la casa? Llamé dos veces y nadie contestó.
"Por dios deja de preguntar Sam, te lo suplico"—pensó.
—No, salimos a comprar algunas cosas—no sabia como reaccionaria Sam después enterándose de que le mintió, pero en su interior Simon esperaba llegar a casa con la tía Elizabeth sana antes de la hora de comer. Le rogaba al cielo para que pasara eso.
—Oh perfecto, podrías decirle que iré a desayunar con mi banda. ¿No se escucha genial? Mi banda jajajaja.
—Si Sam...—dijo Simon apretándose la nariz y cerrando los ojos para no llorar—. Se escucha genial.
—¿Sucede algo? Te escuchas apabullado... ¡¿Cortaste con Adele?!
—No Sam como crees. Nada de eso. No pasa nada no te preocupes. Vete a desayunar corre.
—Okay Okay. Llegando a casa me contaras lo que pasó con tu novia ¡eh! Adiós.
—Si si, adiós—colgó.

Se quedó pensando en Adele. Ahora que sus vidas estaban tan bien. Ambos tan felices solo unas horas antes y ahora, él estaba tan desesperado. Su tía había sido como una segunda madre para él y para Sam como su propia madre. Era tan pequeño cuando su madre murió...
—Familiar de la señora Elizabeth...
—Yo—dijo Simon saliendo de su nebulosa—. Soy yo.
—Señor en este momento su tía está estable pero tuvimos que ponerle un respirador artificial.
—¿Qué?—Simon sintió que su sangre se hacía caliente.
—Tiene un coágulo en los pulmones. Por eso no puede respirar. A falta de oxígeno el corazón empezó a detenerse. No sabemos en dónde surgió puede que en las piernas y viajó hasta el pulmón. Tenemos que ser cuidadosos si no...
—No lo diga—dijo Simon asustado.
—No lo diré porque sé que usted entiende la gravedad del asunto.
—¿Y que se puede hacer para quitárselo?—Simon estaba a punto de echarse a llorar.
—Operación... Pero es bastante cara y tiene que ser con un especialista en un hospital particular, le digo esto porque aquí deberá hacer fila para poder tener la operación y este caso no puede esperar mucho tiempo.
—No tengo dinero, ¿qué voy a hacer? ¿Dejarla así? Tiene que ayudarme—dijo Simon a manera de súplica.
—Mire—dijo el doctor quitándose los lentes—. Veré qué puedo hacer, por el momento hay que dejarla aquí para que la estén atendiendo. Si se la lleva no sé cómo reaccione el coágulo.
—Pero ella ya había tenido un problema parecido y nos dijeron que estaba bien.
—Entonces el coágulo ya se gastaba instalando en los pulmones pero no lo vieron. Ya no puede irse a su casa y actuar como si tuviera una simple tos, ya es algo muy serio. Lo lamento.
—Ayúdenos por el amor de dios.
—Eso haré, solo deme tiempo para buscar una solución. Lo haré lo más pronto posible.
El doctor se fue, dejando a Simon completamente destrozado.

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