Capítulo 11

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Después de despertar y espabilarme me acerqué al lago y mojé un poco mis pies, el agua esta helada pero me sentí bien por alguna razón. El viento empezó a aumentar y movía mi cabello en demasía. Me quedé pensando en mi sueño, viendo el reflejo del sol en el agua. El sol estaba a punto de esconderse y el atardecer era simplemente, maravilloso. Me limpié los restos de lágrimas de mi rostro y respiré hondo. Hace mucho tiempo que no me sentía tan relajada.

Seguí así un buen rato. Pensando, sin decir ni una sola palabra. El frío llegó sin previo aviso y con las fuertes corrientes de aire se hacia notar aun mas. Me froté los brazos para tomar un poco de calor. Aun no estaba lista para entrar a la cabaña, ni ver a Simon. Me sentía como... Alejada del mundo y me gustaba estar así. Empecé a recordar el trabajo, mi casa, mi vida y me mordí el labio inferior; por un momento todo se me había olvidado. El silencio del lugar se rompió cuando escuché el sonido del motor del auto. Me sobresalté, ¿acaso Simon se iría sin mi? Me puse mis zapatos rápidamente y me hice la coleta de nuevo. Me levanté y caminé rápidamente a donde se encontraba el auto.
—¿Cómo estás?—me dijo Simon desde el interior del auto.
Odio que me pregunten eso. Apreté los labios y levanté los hombros a manera de respuesta. Tenía los brazos cruzados y apretados contra mi pecho. El frío empezaba a ser insoportable.
—Bueno, eso es mejor que mal. Supongo—dijo sonriendo.
—¿Pensabas irte sin mi?—le dije sin ninguna expresión en la cara ni en la voz.
—No. Pensaba calentar el motor para después ir por ti e irnos. Pero los planes cambiaron ya que el auto no enciende.
—¿Cómo que no enciende?—le dije preocupada.
—Pues no enciende. No se que sucede y como no es mío, no se que...
—¿Cómo vamos a volver?—estaba realmente preocupada. Estábamos en medio de la nada.
—La gasolinera no esta muy lejos. Puedo ir caminando a pedir ayuda o algo así. No creí que fuera a pasar esto.
Me quedé callada pensando en que hacer. Ya estaba oscureciendo bastante. Si no lo resolvía pronto tendríamos que quedarnos aquí.
Simon se bajó del auto después de intentar prenderlo varias veces mas. Abrió el cofre y empezó a revisar el motor. Yo moría de frío. Minutos después el sol se ocultó por completo.
—Entremos a la cabaña. No creo poder resolver nada con nada mas que la luz de mi celular.
—¿Nos quedaremos aquí? ¿Hablas en serio?—mi voz seguía escuchándose quebrada.
—No hay otra opción. Lo siento muchísimo.
Sin decir nada mas iluminó el camino hacia la cabaña y empezó a caminar. Yo lo seguí. Ya no siento mis manos por culpa del frío.

Entré y él después de mi. Cerró la puerta con gran esfuerzo, después de unos cuantos rechinidos logró cerrarla por completo. Encendió una vela que había en la cocina y la puso en la mesa de la pequeña sala.
—Lamento que sea un lugar tan diferente a los que acostumbras—dijo mientras se dirigía a la cocina. Yo solo estaba de pie en silencio luchando por mantener el calor de mi cuerpo para no morir congelada. Entre las tablas de madera de la cabaña se filtraba el aire frío. Simon regresó de la cocina con varios pedazos de leña, los puso en la chimenea. Tiempo después ya teníamos la chimenea encendida y una vela en la mesa. Nuestras únicas fuentes de luz (aparte de nuestros celulares) y de calor.
Me senté en el sofá y me puse a ver mis mensajes, claro que sin poder contestarlos.
*Mensaje 1*
"Señorita Adkins ya tengo el demo terminado de la primera canción de Sam Konecki. Espero su respuesta para poder entregárselo"— era del productor.
*Mensaje 2*
"Oye la junta lleva diez minutos de retraso. Donde estas?"— Maire.
*Mensaje 3*
"Te desapareciste de la faz de la tierra o algo parecido?! Tuve que dar la junta yo. Contesta mis llamadas!!!"—Maire.
*Mensaje 4*
"Oye la conferencia es mañana. Crees poder ir? Necesito que.."—Maire.
Bloqueé el celular y lo puse en la mesa. Me recargué en el sofá y subí mis piernas. Estaba muerta de frío y la chimenea no ayudaba mucho. Cerré los ojos y sólo podía pensar en mi sueño, estaba muy presente en mi mente, así como lo que me había dicho Simon. Se había atrevido a decirme su problema, yo no lo hubiera hecho.
—Bueno...—dijo su profunda voz y abrí los ojos—. La recamara ya esta. Puse algunas cobijas para que el colchón no estuviera tan incomodo. Tu dormirás ahí y yo aquí en el sofá. Créeme, cuando vine aquí en aquellos años y dormía en esa cama no era tan malo como parecía. Espero que siga siendo así. Traeré la comida que compré en la tienda para cenar y...
—No tengo hambre, gracias—dijo con voz temblorosa, viendo hacia la chimenea.
—Esta bien. Si tu no quieres no te traeré pero yo si quiero jaja—caminó los cuatro pasos hacia la cocina y antes de entrar volteó a verme—. Acércate más a la chimenea. Ahí nunca te va a llegar el calor—dicho eso desapareció en la cocina.
Lo obedecí. Me senté en el suelo justo al lado de la chimenea. Aunque no era mucha la distancia entre el sofá en el que me encontraba y la chimenea, al acercarme noté bastante la diferencia. Acerqué mis manos al fuego para calentarlas justo cuando Simon regresó con unas galletas y una botella de agua. Se sentó en el sofá en el que yo estaba hace unos minutos y puso la comida en la mesa.
—¿Segura que no gustas?
Solo asentí.
—¿Si segura o si gustas?
—Estoy segura—dije aun dandole la espalda.
—Esta bien, tu te pierdes de estas deliciosas galletas de canela—no lo estaba viendo pero estoy segura de que estaba sonriendo. Mi estómago rugía pero no quería darle el gusto de vencerme. Además tenía demasiado frío como para moverme.
Abracé mis piernas contra mi cuerpo. Tenía la vista fija en el fuego cuando sentí que Simon ponía algo sobre mi espalda. Era su chamarra. Volteé a verlo.
—¿Qué haces?—le dije.
—Te presto mi chamarra. Ya sabes... Siguiendo la costumbre—dijo sonriendo refiriéndose a aquella vez que salí del bar y me prestó su chamarra. Bajé la vista y sonreí para mis adentros.
—Gracias—le dije casi en un susurro.
—No hay de que. Además todo esto es mi culpa. No salió como lo esperaba—escuché como se sentaba en el sofá y me volteé para verlo. Se veía un poco macabro con la luz de la vela iluminándolo desde abajo, como si fuera a contar una historia de terror.
—Yo solo quería que te relajaras un poco, ese parque no es nada comparado con esto. Pero nunca creí que el auto no encendería ni que hiciera tanto frío. Cuando vine yo era verano. Al parecer en invierno esto no es nada cálido—pude notar como temblaba un poco del frío. Su voz me lo demostraba.
—Toma—me puse de pie y le di la chamarra—. Te enfermarás.
—La verdad eso de los resfriados no se me da mucho. Estoy acostumbrado al frío extremo jaja. Tu tienes tus mejillas tan rojas que casi parece morado y me preocupas—dijo levantándose y poniéndome la chamarra de nuevo.
Bajé la mirada porque me sonrojé con su comentario.
—Vamos, come una galleta—dijo sentándose de nuevo.
—Creo que mejor voy al baño.
—Esta en la recámara.
—Okay.
Fui hacia la recámara y entré al pequeño baño. Me vi en el viejo espejo de la pared y comprobé lo que había dicho Simon. Mis mejillas estaban rojas por el frío al igual que mi nariz. Mis ojos estaban hinchados y ojerosos. Recordé mi sueño... Ya no quiero estar así. Esa Adele reflejada en el espejo no es aquella de hace un año, o hace dos años. Quiero volver a ser la Adele de antes, pero es muy difícil. Ya no quiero llorar, pero aún así las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas.

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