Capítulo 49

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Preparé todo, la pañalera de peanut, juguetes, cobijas, etcétera. Cuando terminé puse a peanut en la cama y le puse un conjunto de ropa limpia.
—¿Lista Adele?—dijo Simon entrando a la habitación.
—Si eso creo, creo que ya no falta nada...
—Perfecto entonces subiré todo esto a la camioneta.
—Muy bien. Dile gracias papi—dije cargando a peanut.
—Papa papa—dijo moviendo sus manitas hacia Simon.
—De nada mi vida—le dio un beso que lo hizo reír y bajó las cosas de peanut.
Pensé en llevarme un abrigo para mí. Pase al vestidor con peanut en mis brazos. Cuando me vi al espejo me di cuenta de que no me había arreglado.
Últimamente toda mi atención era para peanut, ya ni siquiera me preocupaba en mi.
—Mami tiene que arreglarse—dije sentándolo en el sofá—. Espera aquí peanut.
Y claro que no lo hizo. Justo en cuanto me volteé escuché sus ruiditos, por el espejo vi que estaba a punto de bajarse del sofá.
—Oh vamos peanut. Solo cinco minutos, te prometo que me cambio en cinco minutos—dije volviéndolo a sentar en el sofá.
Camine tres pasos hacia atrás y en el cuarto empezó a querer bajarse de nuevo.
—Muy bien, entonces en el suelo será—dije bajándolo del sofá. Peanut contento empezó a dar golpecitos en el suelo.
Tomé algo rápidamente y empecé a cambiarme. Cuando terminé de ponerme la camisa volteé y peanut ya había gateado hasta los vestidos y estaba jalando uno.
—Penaut...—dije divertida porque se había metido bajo un vestido.
—¿Qué sucede? Jajajaja—dijo Simon viéndonos.
—Este pequeño no quiere que su mami se vista—dije cargándolo.
—Por mí está perfecto.
—Cierra la boca—dije viéndolo con el ceño fruncido pero una sonrisa en el rostro—. Por preparar sus cosas y vestirlo ni siquiera me acordé de arreglarme.
—Ven aquí peanut—dijo Simon cargando a Angelo—. Dejemos que tu mami se arregle para que éste aún más hermosa. "Si mami es hermosa"—dijo con voz aguda haciéndome soltar una carcajada.
—Jajajajajajaja gracias mis dos hombres—le di un beso a cada uno antes de que salieran del vestidor.

•Narra Simon•

—Y vamos a jugar y compraremos helado—le dije a peanut mientras amarraba su cinturón.
—¿Mamá va?—dijo viendo hacia la casa.
—Claro, solo está arreglándose. ¿Listo para irnos?
—Diii—dijo aplaudiendo—. Maamá—dijo señalando hacia la casa. Volteé y Adele estaba cerrando la puerta. Se veía simplemente hermosa.
—¿Ya no te falta nada?—dijo Adele volteándome a ver. Lo que me encanta de ella es que se ve hermosa y ni siquiera lo intenta o le importa, es bella por dentro y por fuera.
—Si me falta algo—dije cerrando la puerta de la camioneta y caminando hacia ella.
—¿Abro la puerta de nuevo..?
—No... Me falta darte un beso—le dije y antes de que empezara a hablar la besé. Se separó sonriendo de mí y bajó la mirada mordiéndose el labio con timidez. Amo cuando hace eso, después de todo el tiempo que llevamos juntos sigo haciéndola sonrojar.
—Vamos—le dije y nos subimos al auto.

Conduje hasta la cabaña, todo el camino peanut iba señalando los edificios, el Puente, el gran London Eye. Estaba fascinado.
—Mira...—decía señalando con su pequeña mano.
—Si peanut, mira ahí está el Tower Bridge—dijo Adele con voz tierna.
Peanut soltaba risitas.
A medio camino peanut se quedó dormido.
—Fue buena idea venir Simon—dijo Adele viendo a peanut. Se volteó y me tomó la mano.
—Si, a Angelo le encantará la cabaña.
—Se divertirá mucho—volteé a verla y estaba sonriendo mientras veía como los edificios iban desapareciendo, reemplazándose por árboles.
Cuando llegamos a la gasolinera Adele se había quedado dormida.
Bajé para poner gasolina y cuando cerré la puerta Adele se despertó.
—¿Llegamos?—dijo adormilada.
—Falta poco, voy a ponerle gasolina.
—¿Podrías comprar mermelada? Traje pan pero no teníamos mermelada.
—Claro, compraré manzanas también.
—¿No crees que haya en los árboles como la última vez?—dijo bajando del auto. Se abrazó a sí misma al sentir el aire frío.
—Con este frío no lo creo.
—Le pondré la chamarra más gruesa a peanut.
—Ponte tu abrigo.
—Si jaja.
Abrió la cajuela y se puso a sacar los abrigos mientras yo iba a la tienda.
Entré al pequeño establecimiento que ya conozco como la palma de mi mano. No había nadie frente a la caja registradora.
Caminé por los pequeños pasillos, busqué la mermelada, las manzanas y unas papillas para peanut que le encantan. Dejé todo en el mostrador y esperé a que alguien saliera.
—¿Hola? Alguien puede cobrarme por favor.
—En seguida—dijo una voz masculina y flemática.
Volteé a ver el auto. Adele tenía a Angelo en el asiento delantero. Le estaba poniendo su chamarra y luego le dio un beso. Sonreí.
—¿Qué le cobro?—volteé a ver al dueño de la voz y me paralicé. No sabía si correr o quedarme y golpearlo. Era mi padre. Cuando me vio como que no me reconoció, claro que no me iba a reconocer han pasado diecisiete años—. ¿Simon...?
—Cóbrame de una maldita vez—dije enojado—. Cóbrame antes de que te de un puñetazo en la cara y te deje tan destrozado como nos dejaste a Sam y a mí—mi mirada no era suficiente para demostrarle el odio que le tengo.
—Hijo yo...—se veía afligido. Estaba escuálido, sin cabello, olía mal y su voz era lo peor pero no me dio nada de lástima.
—Cierra la boca—todos mis músculos se tensaron. Estaba frente al hombre que había matado a mi madre.
—Escúchame, creí que nunca volvería a verte, ¿cómo está Sam? He visto que ahora es cantante.
—No hables de él, no me llames hijo. Eres un vil cobarde. Asesino—dije ahora con ganas de llorar al recordar a mi madre.
—Simon... Yo nunca quise hacer eso. Te juro que fue un accidente.
—Y por eso huiste después de matarla. Nos dejaste a la deriva a mi hermano y a mí. No te importó nada más que tu estupido pellejo.
—Cayó por las escaleras, no sabía qué hacer.
—Cayó porque la golpeaste—le dije a punto de llorar, pero no me lo iba a permitir, no iba a llorar frente a él.
No dijo nada, bajó la mirada.
—Cóbrame de una maldita vez.
Tomó las cosas y empezó a cobrarlas. Le di el dinero.
—Veinte de cambio—dijo sin verme a los ojos.
—Gracias a dios yo ya no necesito el dinero. Tú en cambio, por estupido lo necesitas más que yo—fue lo último que dije y salí de la tienda.
Subí al auto y dejé las cosas en el asiento de atrás. Bajé para quitar la manguera de la gasolina, pagué y volví a subir.
—¿Simon?—dijo Adele con preocupación en la voz.
Volteé a verla antes de encender la camioneta. Tenía el ceño fruncido. Puso su mano sobre la mía, solo en ese momento me di cuenta de que yo estaba temblando—. ¿Qué sucedió?
Volteé a ver a peanut, seguía dormido en su silla, ahora con su chamarra puesta.
—Cariño...—dijo Adele tomando mi rostro.
—Vámonos—dije viéndola a los ojos—. Todo bien.
Ella solo asintió.

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