Cornualles, octubre de 1889 - parte 2

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La seguí de cerca, pero no tanto como para que pueda sentirme, tienen los oídos tan agudos que hasta pueden escuchar a los árboles, por eso me cuidé de no tocar ninguno. Vaya que era rápida, parecía deslizarse más que caminar. Pues yo también podía ser tan delicada como ella si me lo proponía. Me concentré y use la magia que poco a poco renacía en mí para ser casi invisible, mis pies apenas tocaban las flores blancas que sólo crecen de este lado y floté... ¡Hermosa sensación largamente olvidada! No pude disfrutarla mucho, pues pronto se detuvo. Debí controlar mi respiración para no delatarme cuando la vi descender a lo que parecía un pequeño pozo y resurgir de allí con algo que rutilaba en sus manos. Mis ojos deben haber brillado al mismo tiempo. Pude sentir en mi interior el gran poder que emanaba. Ella debió sentirlo también porque estaba como ensimismada mirándolo y no se percató de mi cercanía.

Eso, lo que fuera, tenía que ser mío.

Sin embargo, mis ansias me jugaron en contra, revelando mi presencia. La mujer levantó la vista y me miró con frialdad. Pude observarla detenidamente, era muy bella y alta, y ninguna criatura inocente a juzgar por el arco y el carcaj que colgaban a sus espaldas. En mi carrera no me había percatado de ese detalle. Con voz melodiosa y calma, me habló.

—Sé quién eres, vives del otro lado. Vuelve por donde viniste, no eres bienvenida aquí.

Me alegró saber que aún era recordada, al menos en estos lugares. Me reí como hacía tiempo no lo hacía. Allí estábamos las dos, una frente a la otra, ella tan blanca y yo tan obscura Podía escuchar el eco de mi risa rodeándonos.

—No os andáis con vueltas, ¿verdad? Pues os lo diré. Vine a buscar lo mismo que vos y no me iré con las manos vacías. Podéis dármelo por propia voluntad y os prometo que no revelaré vuestro secreto. ¿Sigue siendo Elderith el rey acaso? No creo que le guste saber que andáis en amores con un hombre y mucho menos que ese niño tiene la sangre mezclada. ¿O ya se retiró? Debe tener sus buenos siglos ya.

Esta vez fue ella la que se rio, su risa cristalina y no sin un dejo de suficiencia, me dejó muda e indignada por unos instantes.

—Pasarán los años pero sigues siendo tan vil como cuentan las historias. Sí, Elderith sigue siendo nuestro rey y además es mi padre. Puedes decirle lo que quieras, si te animas a enfrentarlo en su palacio. ¿Por qué no me acompañas?

Me tendió la mano y la miré con disgusto. No recordaba que Elderith tuviera una hija. Lo recordaba a él, alto, majestuoso, con ese cabello rubio y largo que traía algunos recuerdos a mi mente... los sacudí pronto, no era el momento de distraer mi mente con pensamientos pecaminosos. Debía actuar o esta insolente se me escaparía. Hurgué en mi bolsillo y tomé lo que había llevado en el caso de que la situación se complicara. Uno de los mejores inventos de esta era moderna. Lo llaman pistola. Era de plata completamente y tan pequeña que casi quedaba escondida en la palma de mi mano, la había enviado a hacer para mí. La vi observarme con extrañeza y yo aproveché esa distracción. Le disparé. No sé dónde le pegué, en realidad nunca aprendí a manipular bien estos artilugios. Sin perder tiempo, me arrojé encima de ella y con no poco esfuerzo le arranqué el objeto de sus manos. Era una piedra de color verde, muy brillante. Apenas noté la sangre.

Y corrí, corrí como si me llevaran los mil demonios del Averno

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Y corrí, corrí como si me llevaran los mil demonios del Averno.

No solté la piedra, no quería detenerme a guardarla por miedo a que cayera. Hasta que algo hizo que me parara en seco. Sentí una voz, como si viniera de cualquier lado, de alrededor mío, o quizás estaba dentro de mi cabeza, no podía asegurarlo. No entendía lo que decía, sin embargo mi mente de alguna manera respondió: pensé en la puerta y en escapar y en librarme de esos odiosos seres. Ya estaba cerca del umbral, sólo tenía que dar unos pasos más. Atravesé los robles gemelos y me di la vuelta..

Me quedé petrificada. La mujer, del otro lado, estaba de pie, con el rostro desencajado por el dolor, mucha sangre manchaba el costado de su hermoso vestido. Así y todo había tensado el arco y estaba apuntándome. La mirada delataba su intención de matarme ahí mismo. No sabía cuál era la gravedad de sus heridas, pero ellos son resistentes, no os dejéis engañar por su aspecto delicado. Entonces lanzó la flecha, que voló hacia mí. La vi acercarse como si flotara lentamente y no me moví aun sabiendo que me atravesaría la cabeza. Recuerdo que dije algo, unas palabras en un idioma que nunca había hablado antes.

Súbitamente, todo desapareció.

Las flores blancas, la mujer y la flecha ya no estaban, como si se hubieran borrado de la existencia.

Por unos segundos seguí inmóvil, no llegaba a entender qué había ocurrido. Luego, poco a poco, mis pies avanzaron y lentamente, casi con temor, volví a atravesar los dos árboles. Tenía que comprobarlo. Cuando atraviesas una Puerta, hacia el otro lado, siempre sientes el cosquilleo de la magia mucho más fuerte, tus sentidos se agudizan y hasta el bosque parece diferente, como más brillante, más vivo. Esta vez, nada de eso ocurrió. El bosque de un lado y del otro se sentía de la misma manera. Sólo los árboles que dejaban pasar los rayos del sol, iluminando polen y algunas mariposas. Todo muy lindo, con su magia ordinaria en comparación con aquella. ¿Pero cosquilleo? No, nada de nada.

Ya no había Puerta.

¿Qué había pasado?

Intenté pensar en abrirla, pedirle a la piedra o lo que fuera, que la abriera otra vez. Me concentré, pero lo que sea que haya ocurrido, no se revirtió. La Puerta parecía cerrada sin remedio y algo en mí supo que quizás, para siempre...

Por un segundo pensé en el niño que jamás regresaría con su madre.

Mala suerte.

Busqué mi caballo y raudamente volví a mi castillo más excitada que cuando salí de él. Tenía en mis manos algo muy poderoso, y debía saber qué era exactamente. Había cerrado un Puerta quizás para siempre, no es magia para tomarla a la ligera. Me pondría a investigar ni bien llegara

Y aquí estoy, no he dormido nada, intenté relatar todo lo acontecido desde anoche, pero no logro conciliar el sueño. Tengo que pensar cómo llevarla conmigo siempre sin que despierte sospechas. La ansiedad por descifrar este misterio me desvela. Lo único que sé es que esto puede ayudarme a recuperar mi antiguo poder y quién sabe, volver a ser temida y venerada, por todos.

Pues quien tiene el poder para gobernar las Puertas, tiene el poder de mil mundos. »


Próximamente... Capítulo 1

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El Elixir - Trilogía Arwendome #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora