Capítulo 18 - La joya de la familia - parte 2

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Entonces todo pasó tan rápido que más tarde nadie pudo recordar sino fragmentos de lo sucedido esa noche. Eva y la joven de mirada desafiante estaban frente a frente, las dos inmóviles, una como en trance y la otra agazapándose como para atacar. Devdan despertando de su letargo y lanzándose a la carga. Finrod apuntándole a Devdan. La muchacha levantando la vista para mirar a Eva y profiriendo un grito tan estridente que la pared de vidrio pareció combarse. Luego las cosas se pusieron más raras aún. La chica se lanzó en dirección a Eva que al mismo tiempo levantaba el medallón, con el rostro reflejando miedo y decisión a la vez. El brillo de la piedra aumentó. De ella comenzaron a salir vapores verdes que se extendieron en el aire como líneas reptantes, abrazando primero a las mujeres enfrentadas y luego creciendo en volumen y brillo a medida que se expandían. En segundos, toda la celda estuvo invadida de una niebla verde, que impedía ver su interior. La masa ondulante era espesa y parecía querer filtrarse por los bordes. El fulgor aumentó más y más y ya era imposible mirarlo. Los que estaban afuera retrocedieron encandilados y todo quedó bañado con ese extraño resplandor.

Así como se fue encendiendo de a poco hasta resplandecer de manera inimaginable, se apagó de golpe haciendo un ruido similar a una succión. Por un segundo se creó un vacío dejando a todos mareados y con un zumbido molesto en los oídos. Aramís, como pudo, corrió hacia la celda para ver qué había pasado con los que continuaban dentro. Devdan, de rodillas en el piso, aturdido, volvía a ser él mismo en tamaño y color. Finrod se estaba incorporando y se frotaba los oídos, al igual que los que estaban afuera. Eva seguía de pie; los ojos cerrados con fuerza, la cabeza y los hombros encogidos. Apretaba el medallón contra su pecho, como queriendo evitar que se lo arrebataran. La piedra había vuelto a su color y brillo original, o casi. Podría decirse que algo bailaba dentro de ella, aunque bien podía ser una ilusión de sus ojos encandilados. La otra joven yacía desvanecida a sus pies.

Finrod, aún mareado, le hizo un gesto a Lucas y a los otros dos agentes para que entraran. Ayudaron a Devdan a incorporarse y verificaron que la chica tuviera sus signos vitales en orden. Los llevaron afuera. Uno de los agentes ayudaba al doctor a caminar y otro cargaba a la muchacha en brazos.

—Olivera, que lleven a esta joven a la enfermería y la mantengan atada y vigilada. —Miró a Eva que les daba la espalda y no se había movido, una idea le vino a la cabeza—. Luego, quiero que investigues más sobre esas coordenadas en Finlandia, busca lo que esté escondido y lo que se vea a simple vista, habitado o habitable a la redonda de ese punto.

—Sí, señor. —Lucas salió con paso apurado, siguiendo a los demás por el pasillo.

Finrod y Aramís se acercaron a Eva que parecía una estatua, sin saber muy bien qué hacer, hablarle primero o apenas tocarla para darle a entender que todo había terminado. Conociendo sus reacciones sorpresivas optaron por hablarle. Finrod la llamó por su nombre, de la forma más suave que pudo. Como respuesta, Eva se enderezó un poco. Aramís miró a Finrod como si estuviera loco.

—Oye, enviaste a esa joven a la enfermería, ¿y si vuelve a despertar y destroza la sala, la base y...todo?

—Eso no va a ocurrir... ¿Verdad, Eva? —Finrod le habló a pesar de que ella seguía sin moverse. Notaron que su cabeza hacía un lento gesto de negación—. ¿Estás bien? —prefirió seguir hablándole suavemente.

La respuesta fue un leve gesto de afirmación que se convirtió en uno de negación y apenas tuvieron tiempo de atraparla cuando cayó de espaldas. Sus ojos se cerraron, estaba exhausta, necesitaba un poco de paz y descansar, en especial lo que más anhelaba era paz mental. Pero eso no iba a poder ser por el momento. Dos personas la estaban sacudiendo y llamándola. Intentó quitárselos de encima. Qué molestos.

El Elixir - Trilogía Arwendome #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora