Capítulo 6 - Indicios - parte 2

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Hola nuevamente a todos!

Continuamos con el capítulo anterior donde habíamos dejado a Eva frente a Dante cuanto éste le ofreció el cheque de su paga.

Y ahora? Comienza la acción!

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Sorprendida por el cambio en la conversación, Eva saltó en su lugar y automáticamente extendió la mano. Lo tomó y esta vez no se alegró de contar con tanto dinero, al contrario, estaba mal, todo había salido mal, no se suponía que tenía que perder el Elixir: Claro que nada le impediría volver más tarde, o seguirlo y robarlo otra vez. Un trámite para ella.

Comenzó a trazar su plan mentalmente cuando la voz de Dante la interrumpió.

—Te ruego me disculpes que te haya hecho venir con tanta prisa. Pero en una hora parto de viaje, mi avión me espera. —Se guardó la botellita en el bolsillo.

Un grito silencioso de frustración fue lo único que pasó por la mente de Eva.

—Espero que esa suma te satisfaga, aunque no creo que la vayas a necesitar...al menos no inmediatamente. —Se encaminó a la puerta y al abrirla, como si nunca se hubiera movido de ese sitio, estaba el hombre que la había llevado hasta allí. El guardaespaldas, si es que realmente lo era. Dante giró en dirección a Eva. —Román, asegúrate de que no salga del edificio hasta que yo vuelva. Debo verla a mi regreso. Señorita Morgan... —Hizo una leve reverencia en su dirección—. Ha sido un placer hacer negocios contigo. Arrivederci, cara mia. —Con una sonrisa cargada de arrogancia, salió de su oficina.

A Eva se le cayó el alma al piso. ¿Podrían salir peor las cosas? Murphy decía que sí y que incluso podían empeorar.

Se levantó al ver que el hombre, del que ya sabía su nombre y esperaba no conocer nada más, se acercaba. ¿Podría vencerlo? El tamaño no era lo importante, pero éste le podía costar algún trabajo.

*****

Tump.

Tump.

¡Crash!

Si no hubiera tenido otras cosas más importantes en qué pensar, investigaría ese ruido que no indicaba nada bueno. Parecía provenir del mismo piso, como si alguien hubiera intentado romper algo...y lo hubiera logrado. Descartó la idea, debía encontrar a Evangeline, por lo que apretó el paso. Al final del pasillo se abría una amplia sala y luego seguía otro pasillo igual. La sala tenía la puerta de salida al hall del edificio a la derecha. Se dirigió allí. Se detuvo un instante y giró de pronto sobre sí mismo, estirando el brazo para tomar su arco, con la sensación de que algo o alguien le había pasado por detrás. Lo único que llegó a captar fue un destello verde.

No llegó a ver qué lo golpeó en el pecho haciéndolo volar varios metros. En la caída derribó una mesita y partió el vidrio con su espalda. Fue una suerte que llevara puesta la chaqueta de cuero. Como un resorte se puso de pie y tensó el arco pero no tuvo tiempo de apuntar a nada, ya que algo lo tomó por el pie y lo hizo caer. Finrod pateó lo que fuera que intentaba reptar sobre él, haciendo que retrocediera con un siseo. Parecía una figura humana, pero algo no era normal en ella. Sin darle tiempo, su atacante saltó hacia él con las manos extendidas, gruñendo, sus uñas largas y sucias hacían que sus manos parecieran las garras de un buitre y no las de una persona. Intentó tomarle el cuello pero el elfo logró alejarlo nuevamente de una patada haciéndolo caer contra un jarrón y atontándolo momentáneamente. «¿No deberían haber llegado los guardias ya?» pensó alarmado. Observó lo que tenía delante de él.

Parecía un ser humano, pero retorcido, corrompido. Los labios renegridos se replegaban para mostrar los dientes como un perro rabioso. Los ojos eran verdes y luminosos, refulgían en la oscuridad como si fueran fluorescentes. El rostro estaba desencajado y sólo emitía gruñidos y siseos. Parecía que no controlaba bien sus movimientos. Así y todo se incorporó y volvió a la carga. Finrod le asestó un puñetazo en la nariz y lo hizo retroceder nuevamente. Eso le dio tiempo para tensar su arco, pero el ser demoníaco ya se estaba alejando en dirección contraria hacia el pasillo del otro extremo de la sala.

Lo siguió con el arco siempre tenso. El pasillo era igual al anterior, con la única diferencia de que una de las puertas estaba prácticamente partida al medio y arrancada de sus bisagras. Apoyó la espalda en lo que quedaba de ella y observó el recinto. Era una especie de laboratorio con otra sala interior. No había nadie al parecer. Entró. Muy lentamente se acercó a una de las mesas y vio sobre ella una carpeta. Sacó una pequeña linterna y la ojeó. Adentro había varios papeles sueltos. En todos había dibujos similares: círculos, rombos, estrellas y algunos símbolos extraños se combinaban en cada página de manera diferente. Sabía lo que eran esos símbolos pero no entendía qué clase de esquema formaban ni que hacían en un lugar como ese, además cada página tenía un nombre y algunos datos. Eso tampoco le daba indicios de nada. Hasta que detrás de cada hoja vio que había algo escrito también. Otro nombre, diferente también en cada una de ellas. La sorpresa le hizo soltar un soplido, conocía esos nombres. Debía llevar esos papeles a la base. Dobló las hojas y se las guardó en la chaqueta. El eco de un gruñido lejano lo puso en alerta nuevamente. Volvió a tensar el arco y se dirigió a la salida. No veía nada cerca y se permitió bajar el arma para chequear el transmisor. La señal marcaba el mismo lugar donde él estaba, lo que significaba que el contacto de Eva estaba justo encima de él.

Con el arco listo para ser disparado, salió al hall y comenzó a subir las escaleras.

*************

Eva se escudó detrás de la silla. El matón se le acercaba, si no actuaba rápido, no tendría escapatoria. Se palpó buscando su teléfono móvil, recordando casi al mismo tiempo que ya no lo llevaba consigo. Román rio.

—¿Buscabas esto?

Le mostró el móvil y sin mover un músculo de su rostro ni desviar la vista de ella, lo hizo añicos en su mano.

—Lo acababa de comprar, pedazo de bestia —gruñó la joven entre dientes.

A Román eso claramente no le importaba y comenzó a acercarse. Eva tanteó el escritorio buscando algo que pudiera utilizar como arma. Manoteó desesperada, hasta que dio con el botón de la lámpara de escritorio y la apagó. Si lograba llegar a la lámpara del rincón y apagarla también, contaría con una gran ventaja, la penumbra. Siempre poniendo la silla entre ellos, intentó moverse, pero el hombre fue rápido y la agarró del brazo. Eva le clavó un dedo en el hueco entre el pulgar y el índice, haciendo que la soltara con un gruñido de dolor. Le tiró la silla por la cabeza pero el hombre la apartó con un brazo, haciéndola volar por el aire. Eva corrió, el hombre la agarró de las piernas y ambos cayeron de bruces sobre la alfombra persa. No podía permitir ser inmovilizada, no sólo por el hombre, sino también por el miedo. Con todas sus fuerzas giró su cintura y le asestó una palmada en la nariz que lo obligó a soltarla nuevamente, esta vez con lágrimas en los ojos.

—Así que eres brava, ¿eh? Muy bien, se terminaron los jueguitos. Puedes gritar todo lo que quieras, los guardias tienen prohibido subir a estos pisos, no importa lo que escuchen. —Mientras decía esto con voz nasal, sacó un cuchillo de cazador, justo en el momento en que Eva llegaba a la lámpara y apagaba la luz.

Y ya no la volvió a ver.

Lo último que sí vio antes de caer desmayado fue el reflejo de la luna en el pie metálico de la lámpara que dio contra su cara. Eva se quedó inmóvil mirándolo con cara de pavor.

¿Lo había matado?

Lo pateó para ver si se movía. Nada. No se iba a quedar a averiguarlo. Comenzó a pasar las manos por el pelo, hasta dar con la pequeña bolita metalizada. Le arrancó el transmisor junto con algunos cabellos y se lo guardó en el bolsillo. Salió de la oficina. El pasillo estaba oscuro, pero ella sentía que no estaba sola. El corazón le latía con fuerza, se estaba dejando vencer por el miedo y eso no le permitía concentrarse para moverse en su manera particular.

Caminó un par de pasos hacia atrás, de pronto su espalda chocó contra algo blando, quiso chillar para aturdir a lo que fuera que se había topado con ella, pero una mano le tapó la boca desde atrás. Abrió los ojos, espantada. Otra mano la agarró del hombro, reteniéndola en esa posición y una voz baja, conocida, le dijo al oído en un susurro:

—No grites, soy yo.

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En el próximo...más acción!

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Nos vemos el próximo domingo!

El Elixir - Trilogía Arwendome #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora