El Elixir - Trilogía Arwendome #1

Capítulo 19 - Sphynx & Jones - parte 1

Hola a todos! espero que hayan pasado un hermoso fin de semana!

Este capítulo es uno de los más importantes de la historia.  Es muy largo así que lo voy a dividir en tres partes. 

Algunas cosas comienzan a aclararse...

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—¿Hay alguna forma de arruinar tu reputación, más de lo que ya está?

—¡Chist! —Eva le dio un codazo a Finrod haciéndolo callar.

—Hay reputaciones y reputaciones. Saben que tengo acceso a cierta tecnología que muchos ni se atreven a imaginar. Tampoco me falta el dinero, está bien, soy egocéntrico, fanfarrón y aunque todo eso es eclipsado por mi genio...

Finrod carraspeó. Otro codazo de Eva. Aramís continuó sin prestarles atención.

—...Cuando te juntas con malas compañías que resultan ser mucho más que malas...maléficas, nada de lo otro puede importar, y yo soy muy sensible a la opinión pública.

Eva amenazó a Finrod con la mirada.

—Intentaré contar con el mayor detalle posible, aun cuando algunas cosas traté de eliminarlas de mi memoria... sin mucho éxito.

»Fue hace algunos años, y yo ya tenía cierta fama en la investigación y desarrollo de tecnologías ultramodernas. Mis abuelos me mantenían y eso me permitía ocupar mi tiempo diseñando todo lo que se me venía a la cabeza, sólo necesitaba hacerme notar más. Por ese entonces hubo una convención en Nueva York a la que no podía dejar de ir. Había construido un prototipo de robot que quería hacer conocer, no el origen de la tecnología por supuesto, no habrían podido manejar esa información y era peligroso divulgarlo además. Y allí fui. ¡Debían haber visto ese lugar! Bueno, lo más probable es que no les interese. Ingenieros, inventores, científicos, era la reunión de la crème de la crème de los geeks y nerds. Claro que después conocí Limbo y... esa es otra historia. De modo que allí estaba yo, mostrando mi «invento» a todos esos freaks, como un vendedor de feria, haciendo un show que atraía más visitantes que el Rock in Rio. Está bien, exageré un poco.

»Uno de los asistentes se acercó y me hizo algunas preguntas, claramente interesado en mi proyecto. Mi primera reacción fue ignorarlo, parecía un actor de cine más que un científico y no encajaba mucho en el lugar, pero se notaba que sabía de lo que hablaba y enseguida me vi metido en una de las conversaciones más interesantes y vehementes que tuve en mucho tiempo. Fuimos a tomar un café y la conversación siguió ese día y el siguiente. Tenía un acento fuerte, deduje que era extranjero. Me contó que había nacido en Liguria, cerca de la frontera con Francia, y que descendía de una familia muy antigua cuyos orígenes se perdían en el tiempo. ¿Qué tan extraño puede sonar eso? Yo soy como un imán para la gente rara, miren donde estoy ahora...

»Al parecer había huido con su padre por razones que no me contó y ahora vivía en este país y estudiaba en la Universidad Nacional. Era un genio, lo es aún, sólo que más retorcido. Su nombre era Dante Sfingeo.

Se hizo un silencio. Eva contuvo la respiración y prestó más atención cuando Aramís volvió a hablar:

—Si hubiera sabido... pero en ese momento había que observarlo muy bien para detectar ese atisbo de locura que crecía en él. Me di cuenta de eso mucho más tarde. En fin, continúo mi historia:

»Me contó que estaba muy interesado en un proyecto que, según él, si resultaba bien lo llenaría de oro, pero necesitaba un socio. Y ahí entraba yo. Les comento que si dudé fue sólo un segundo. Era demasiado tentador y demasiado arriesgado como para no sentirme atraído. Vi los planos, escuché los planes y me metí de lleno con el trabajo. Era un teletransportador que dejaría seca de envidia a la mismísima tripulación de la Enterprise. De tener una mínima idea de en qué me iba a meter...