Capítulo 4 - Alias - parte 2

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  ¡Finalmente la revelación!  

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Al entrar al salón, momentos antes, no había notado nada extraño, quizás por la poca gente que había o su mente adormecida había descartado cualquier cosa fuera de la lógica. Ahora observó a su alrededor con cuidado, casi sin respirar. Entre algunas pocas personas que ella consideraría «normales», vio una mujer alta y delgada...con la piel de un blanco iridiscente y los cabellos verdes, el mismo verde esmeralda que sus cejas, sus labios y sus ojos sin pupilas. Otra, un poco más cerca, que llevaba su bandeja y caminaba hacia una mesa meneándose sensualmente...al igual que las serpientes en su cabeza. Hombres con cuernos conversaban en la fila y... ¿¡Eso son alas!?

Intentando no hiperventilar, se volvió para mirar a Finrod y a lo que le había llamado la atención en primer lugar.

—Dime que estamos en alguna especie de convención friki —dijo sin ninguna inflexión en su voz. Sabía que no sería esa la respuesta que recibiría, de hecho, no quería escuchar ninguna explicación.

A pesar del gesto de negación de Finrod, se resistía a creer lo que veía. Respiró hondo, debía tomárselo con calma, seguro había una explicación para eso: defectos de nacimiento por ejemplo. No, muy improbable. Estaba alucinando. ¡Eso era! El café tenía algo. Podría haber sido una opción válida si hubiera bebido al menos un sorbo. Optó por calmarse y cerró los ojos mientras tomaba aire nuevamente. Cuando los volviera a abrir confirmaría que todo había sido una jugarreta de su mente.

Finrod clavó en ella una mirada inquisitiva, como intentando adivinar su reacción ante lo que le diría a continuación.

—¿En qué crees, Evangeline?

Abrió los ojos sorprendida por la pregunta. Miró a su alrededor otra vez. Todo el mundo lucía tal cual unos segundos atrás, alas por aquí...serpientes en la cabeza por allá. Suspiró.

—¿A qué te refieres?

—¿Crees en algo que vaya más allá de tu realidad? ¿En un Dios? ¿Dioses? ¿Aliens? ¿Hadas?

Eva titubeó antes de responder, podía simplemente decirle que no creía en nada y que no perdieran el tiempo para comenzar a hablar del dichoso plan de acción. Pero no pudo contenerse, hacía mucho que no conversaba con alguien sobre temas profundos...no, se rectificó, hacía mucho que no conversaba con alguien. Punto.

—Me crie con la idea de que somos más que un pedazo de carne con ojos, bueno, al menos la mayoría; creo que hay algo que nos rodea aunque no lo terminemos de entender. Yo lo llamo «energía cósmica» —soltó una risa escéptica—. Estamos hablando de un concepto abstracto cuando quien tengo delante de mí tiene orejas de duende...

—A veces es difícil creer incluso cuando la prueba concreta está delante de tus ojos. —Finrod se le acercó y casi murmuró—, y no querrás decirle en la cara a un duende que es un concepto abstracto, no se lo tomaría muy bien.

—De modo que eres un duende...oh, esta es buena.

Siguió riendo, pero ya no sabía por qué, hasta que Finrod la interrumpió, serio.

—No, soy un elfo, de hecho, medio elfo. Tampoco confundas elfo con duende, no nos cae muy bien. —Finrod le respondió poniendo toda su atención en el croissant que tenía delante—. Me dicen Elfo, como seguramente habrás deducido. Pero no prestes mucha atención a los alias y menos a Aramís que es fanático de rebautizar a todo el mundo. En general adoptamos alguno por si lo necesitamos para alguna misión o directamente nos referimos a nosotros de acuerdo a nuestra mitad no humana, es más simple que llamarnos por nuestros nombres que en algunos casos pueden ser impronunciables.

El Elixir - Trilogía Arwendome #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora