Capítulo 1 - Cazadores y Presas

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Abril 2015


La silueta se deslizaba silenciosa a lo largo de la pared. La penumbra la protegía y era apenas una tenue sombra moviéndose con sigilo entre las muchas sombras a lo largo del salón. Los movimientos eran sutiles, suaves, sabía cómo desplazarse para que las cámaras no la captaran y aun si lo hubieran hecho, sólo habría parecido un defecto de la filmación. Esa ventaja siempre la aprovechaba Evangeline, a veces para fines propios, a veces ajenos. Ventaja que le valió ser una de las personas más buscadas por la Interpol, el FBI, Scotland Yard y todas las agencias de policía de los países en donde logró su cometido. A esto le ayudaba el hecho de trabajar sola, sin que nadie más la estorbara. Desde hacía un tiempo sus servicios eran requeridos con frecuencia, demasiada para lo que podía abarcar a veces, en general por algún magnate codicioso e igual de inescrupuloso que operaba a través de terceros y que ella nunca conocería. En esta ocasión, sin embargo, había algo diferente. Hubiera parecido un encargo como cualquier otro pero el enviado que la había ido a ver con la "misión" no encajaba con el perfil de los mensajeros que solían transmitirle los pedidos. Éste era demasiado pulcro, demasiado rígido, como un soldado. Bueno, si los excéntricos ricachones le enviaban a sus guardaespaldas no era su problema. Así y todo no la convencía, pero el dinero era bueno y donde había buena paga, ahí estaba.

Se encontró pensando que si las ofertas aumentaban debería considerar buscarse un representante. Un representante de ladrones de guante blanco, eso sí. No iba a ser fácil de encontrar. Se sonrió a sí misma por la pequeña broma, pero enseguida sus labios volvieron a tensarse. Había llegado a la vitrina y era el momento de ponerse en acción.

Echó su capucha hacia atrás para que no le estorbara la visión periférica, por si acaso algo salía de las sombras a atacarla. No era sólo sugestión, era precaución, se decía siempre a sí misma. Frotó sus dedos entre sí, el roce con la suave tela de sus guantes le ayudaba a relajarse. Esta vez no lo estaba logrando, por lo que puso su esfuerzo en enfocarse en la tarea que tenía por delante. Sus dedos se movieron rápidos y con una precisión absoluta, en un segundo la puerta quedó destrabada. La vitrina estaba iluminada en su interior y tuvo que acomodarse para evitar que la cámara la captara. Había hecho cosas parecidas cientos de veces pero eso no evitaba que contuviera la respiración, como si el más leve movimiento de su pecho pudiera distraerla. Se detuvo un momento, algo no estaba bien, podía percibirlo en el aire. Se sentía observada.

«Son sólo las cámaras, tonta, hay demasiadas» pensó con un dejo de inquietud. Sabía que no era eso.

La puntada en sus entrañas le decía que allí había algo más. Intentó resistir la tentación de darse vuelta, como cuando uno camina por la calle y la nuca empieza a picar para descubrir que alguien lo está mirando fijo. Sentía dos ojos clavados en su cabeza, pero al echar una mirada rápida alrededor no vio nada. Decidió apurarse y salir cuanto antes de ese lugar. Tomó la caja. Apenas pesaba unos gramos y si bien era simple, rectangular y con el barniz empezando a descascararse, lo que importaba estaba en su interior. La abrió sólo para cerciorarse de que la pequeña botella estuviera allí, después de todo, era por eso por lo que le pagaban. Por una simple botellita de perfume... que resplandecía con un extraño brillo, bañando sus manos de color verde. Sin dudas era algo muy raro.

Guardó la caja en un bolsillo interno y se deslizó grácilmente hacia la pared para seguir el mismo camino por donde había llegado. La presión en el estómago era cada vez más fuerte y la compelía a salir cuanto antes, aún peor, estaba empezando a desesperarse sin una razón real. O sí, se sentía perseguida, observada y no era una sensación a la que estuviera acostumbrada o que en absoluto le gustara. Apretó su espalda contra el muro para comenzar su huida. Se dispuso a avanzar cuando un silbido la dejó casi sorda, algo había pasado a gran velocidad cerca de su oído y a continuación sintió un golpe seco detrás suyo, en la pared. Quiso correr, pero se vio detenida por su propia chaqueta. Con toda la calma posible giró sobre sí misma, sus ojos estaban ajustados a la oscuridad, de modo que pudo ver qué había pasado. Y no lo pudo creer. La capucha de su chaqueta estaba clavada a la pared. ¡Con una flecha!

El Elixir - Trilogía Arwendome #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora