No supo describir la sensación con la que se despertó por la mañana, una mezcla de melancolía y bienestar que le duró todo el rato hasta que se volvió a dormir. Había más, palabras que se disolvían en su mente, a medida que se entregaba al sueño; algo perdido, algo que necesitaba ser devuelto...
Por la mañana se había ruborizado sólo al recordarlo. ¡Apenas conocía al hombre y ya soñaba esas cosas! ¡Por favor! Ni que fuera una adolescente en plena revolución hormonal. Los sueños serían el descanso de la mente, pero la suya parecía no tener paz.
El día era diferente, la luz del sol borraba las horribles (o no) experiencias nocturnas y entonces solía pensar que en realidad lo que había sucedido con Limbo y Dante había sido el sueño. Incluso había buscado en su computadora y no había encontrado nada, ni de Limbo, ni de O.N.O y sólo una página sobre Industrias Sphynx que no levantaría ni las sospechas del investigador más paranoico. Pero a quién iba a engañar...
Hubo veces en que al poner orden o buscar algo, se topaba con la radio que Finrod le había dado. La tentación de usarla y llamarlo era grande pero, ¿para qué? Una idea estúpida que era descartada luego de pensarlo dos segundos. ¿Qué le habría dicho? «¿Hola, qué es de tu vida?»
No, sólo alcoholizada podría hacerlo y eso no iba a ocurrir en un futuro próximo. Además, con seguridad estaría con esa chica pin up, Angelina. Aramís había dicho que ellos habían sido algo... Se recalcó a sí misma el: «habían». No sabía por qué torturaba su mente con eso. Lo más probable era que a esa altura ya se hubiera olvidado de ella. No lo culparía. Había sido un dolor de trasero casi todo el tiempo. Esa tarde decidió esconder la radio en algún lugar.
Casi se le cayó de las manos cuando el aparato vibró con un ruido de estática.
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Como hacía siempre, apenas las sombras comenzaban a desvanecerse con la llegada del amanecer, Finrod se deslizaba por el muro para ir a encontrarse con su reemplazo.
Esa mañana, luego de poner los pies en la calle, creyó percibir un extraño brillo, proveniente de un apartamento del edificio de enfrente, justo cuando los primeros rayos del sol se desplegaban sobre la ciudad que aún dormía. Debía investigarlo.
Varias veces había tenido la intención de tomar la radio y llamarla, más aún cuando miraba el aparato en sus manos, pero luego las bajaba indeciso, ¿con que fin la llamaría? ¿Qué era lo que realmente quería? Eso tampoco se lo podía responder, a menos que decidiera hacerlo y sacarse la duda de una vez por todas.
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Eva saltó sorprendida. El ruido de estática en verdad salía de la radio. La observó incrédula, indecisa sobre qué hacer con ella. La ignoró, intentando convencerse de que debía haber sido un desperfecto, hasta que una voz, grave, inconfundible, habló por el parlante.
—Eva, ¿estás ahí?
El corazón le dio un vuelco y por un segundo pensó en no contestar. Apretó el botón y habló. Qué poca fuerza de voluntad.
—Hola, Fin. —Trató de sonar casual.
No hubo más palabras por unos segundos, como si la persona del otro lado dudara qué decir.
—Sólo quería saber cómo estabas, si todo anda bien por allí—. No era que no lo supiera, pero si lo escuchaba de ella se sentiría más tranquilo. Por sobre todo quería escuchar su voz.
—Sí, gracias, nada fuera de lo normal por ahora—. No le iba a contar sobre las pesadillas. Su cerebro estaba en blanco, lo único que se le ocurría eran preguntas formales— ¿Y tú qué cuentas? ¿Cómo van las cosas en el loquero?
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El Elixir - Trilogía Arwendome #1
Fantasy¿Qué harías si tuvieras en tus manos un objeto misterioso que todos codician? ¿Qué harías si descubres que tu relación con ese objeto es más estrecha de lo que te imaginas? ¿Qué harías si supieras que hay algo más allá de lo que perciben tus ojos? ¿...