Capítulo 1

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Ver sus ojos era contemplar el fiel reflejo de mi alma.

—Último aviso, pasajeros con destino a Shinefalls aborden en la plataforma doce. —Los altavoces vibraron transmitiendo la monótona voz de la mujer—. Último aviso, el tren Glimster con destino a Shinefalls está por partir —reiteró con extenuación. Parecía que todo destello de vida se había desvanecido de aquella empleada de la estación de Timberk.

Mis pasos se unieron a la rítmica caminata de las personas a mi alrededor. Era un sonido suave que marcaba el compás de cada una de mis respiraciones mientras me deslizaba entre la multitud en dirección a la plataforma doce.

Era fascinante el hecho de navegar entre un mar de desconocidos, cada uno buscando su propio destino. A su vez fue inevitable pensar en cuáles eran sus paraderos, y el porqué de ellos. ¿Cuántos amantes viajaban en tren para reencontrarse? ¿Cuántas personas huían de acciones propias, ajenas o en consecuencia de un capricho cósmico? ¿Cuántas se aventuraban? Me gustaba pensar que aún existían impulsos aventureros, que no todo era una rutina sin valoración. ¿Cuáles eran las historias tras los simples rostros ante mí? La pregunta me carcomía internamente, la sed de curiosidad parecía rebosar de mi ser.

Las suelas de mis zapatos golpearon el piso con más rapidez. Sentía el suave balanceo de mi mochila rozando mi espalda baja junto con mi espeso cabello. Un sentimiento de escrúpulo se levantó en mi interior mientras avanzaba. Sentía la sangre palpitar en mis oídos con fuerza, mi mano apretaba el boleto de tren como si mi piel y el papel pudieran fundirse el uno en el otro. Me impulsé a ir más rápido para no darme ni un solo minuto para pensar, porque si lo hacía sabía que volvería sobre mis pasos.

Porque era una mala idea, una terrible en realidad.

Pero por más que la odiara, era algo que debía hacer.

Un hombre de asentado uniforme azul me dio un sutil saludo con la barbilla antes de revisar mi boleto al llegar al borde de la plataforma. Observé sus párpados decaer un poco mientras verificaba el ticket arrugado por mi propia inquietud. Podía escuchar cada respiración, los murmullos conformando un zumbido que reforzaba mi nerviosismo y el sonido de las maletas siendo arrastradas contra la losa.

El hombre levantó la mirada y me escudriñó un segundo. Sus ojos eran del color del caramelo. Azúcar derretida, lo suficientemente dulce como para causar una buena impresión en los comilones que no eran fanáticos de lo salado, y, a su vez, empalagar y generar asco en otros. Por suerte yo era del primer grupo, y de alguna forma me reconfortó la suavidad y gentileza de su mirar. Sin embargo, me miró tanto que llegó un punto en que pensé que no me dejaría pasar, que simplemente volvería a casa con las manos vacías luego de recorrer cientos de kilómetros.

Que me reconocería.

—Bienvenida al tren fantasma —dijo entregándome el boleto nuevamente, mientras las comisuras de sus labios se elevaban lenta y simpáticamente.

—¿Por qué lo llamas así? —Pregunté.

Él arqueó una ceja dándome a entender que no me había oído, por lo que me aclaré la garganta y repetí la pregunta. No estaba acostumbrada a hablar muy fuerte.

—No solemos tener muchos pasajeros —explicó el hombre de tersa piel oliva—. Deberían cerrar el destino a Shinefalls, pero siempre hay inoportunos —agregó en una indirecta bastante directa, ojeándome divertido—. El pueblo no es lo que solía ser —finalizó antes de dejarme libre el paso, esperando que abordara para cerrar la puerta tras de mí.

Hubo algo en sus palabras que me inquietó, y al mirarlo nuevamente simplemente me sonrió.

—No pretendía asustarte. —Se disculpó, encogiéndose de hombros.

El cuenta mitos de BeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora