Los hombres se aferran a la esperanza para no caer en el vacío de la realidad.
Las nubes giraban en tersas curvas en el cielo, como pinceladas de un artista. Siempre me pareció curioso lo tranquilo que podía estar el exterior cuando, dentro de ti, había un caos.
Me aferré al marco de la ventana en la habitación de Pixie, nerviosa. ¿Qué iba a decirle?
Había luchado de forma constante por salvar la reputación de mi hermana y limpiar su nombre, pero con el amorío del profesor de francés amenazando con salir a la luz, eso podría cambiar. No quería más personas susurrando en los corredores; anhelaba crear una vida memorable, segura y honrada para cuando Rebecca volviese a casa.
Estaba entre decir la verdad sabiendo cuáles serían las consecuencias y mentir por las dudas.
—Becca, puedes hablar conmigo.
Negué con la cabeza. No porque no quisiera, sino porque estaba cansada de terminar entre el filo y la pared.
—Sé guardar un secreto —aseguró.
¿Uno? ¿No diez? ¿O mil?
No sabía por cuánto tiempo el arresto de James sería un secreto. Si Oliver lograba que lo acusasen, todo se vendría abajo. ¿Cómo podría explicar el romance a Carter? ¿Y cómo demostrar a la policía que James no estuvo involucrado en la desaparición de Becca?
Solo me quedaba esperar por el llamado y por el grito ahogado de mi falso padre pidiéndome explicaciones antes de que la policía me convocara para tomar mi declaración.
—Ya sabes la verdad. Él y yo tuvimos una aventura, pero ya terminó.
La respuesta la llevó a retorcer las manos en su regazo. Lucía indecisa, no sorprendida.
—¿Estuviste con él mientras estabas con Amit?
—¿Qué? —No espera que me preguntara eso de todas las preguntas que podía hacerme, pero me hizo reflexionar sobre si Rebecca sería capaz de jugar con dos corazones a la vez.
—¿O mientras estabas enamorada de Killoan?
¿Tres corazones a la vez?
Mierda, Becca...
¿Amó a alguno?
Era difícil pensar como ella. Tal vez si hubiéramos crecido juntas su vida no habría sido tan inestable, saltando de hombre a hombre, buscando atención con desesperación. Yo me había criado en las calles, pero nunca dependí del corazón de alguien más.
El teléfono fijo sonó escaleras abajo y Pixie se retiró en silencio, con el ceño fruncido y una mirada triste.
Me encontré contemplando el cielo otra vez, preguntándome por qué quería tanto a alguien que no conocía y era tan distinta a mí. Tal vez era debido a la inevitable sensación de vacío en mi pecho, que rogaba por el amor de una familia que me quisiese, y porque creía que Becca y yo podríamos compartir algo especial.
Deseaba con todo mi ser a la mejor amiga que nunca había tenido, a la confidente que jamás logré encontrar más allá de Tyler y el hombro en el que nunca pude llorar.
A veces, si cerraba los ojos, la veía frente a mí. Así que hice eso, pero por primera vez cuando los abrí, la fantasía cobró materialidad.
—Becca —dije sin aliento.
Parpadeé, desconcertada, mis ojos bailando entre la delgada línea de lo real y lo inexistente.
—Es Becca... —Mi voz salió estrangulada y las rodillas me temblaron.
Parecía un sueño.
O una pesadilla.
Era como verme en un espejo, en el reflejo de un lago o sus propios ojos. Éramos dos gotas de agua que habían nacido de una llovizna de aflicción y caído en lugares diferentes, pero ella irradiaba una luz potente. Su andar parecía ser capaz de arrasar con todo.
De dominar todo.
Entonces, me percaté de todos los mensajes y llamadas perdidas, de la forma en la que Tyler había desaparecido enigmática y rápidamente.
Rebecca no podía aparecer ahora, a plena luz del día cuando el desconocido podía estar observándola. Era peligroso y ponía en riesgo todo lo que había planeado para descubrir quién estaba tras ella.
Estaba tan absorta contemplando por primera vez a mi hermana que no me di cuenta de sus puños y el enojo que emanaba. Lo peor fue que estaba caminando en dirección a la casa de Pixie.
Tal vez ella sabía de mi existencia.
Tal vez... sabía que robé su vida, que me hice pasar por Rebecca Rosewood todo este tiempo y traje falsas esperanzas a su familia.
Tal vez pensaba que había robado su identidad y estaba furiosa conmigo.
Ella, tal vez, me odiaba.
El miedo se apoderó completamente de mí. Supe que no estaba lista para enfrentarla.
¿Cómo explicarle que la quería cuando todo lo que había hecho parecía indicar lo contrario?
Corrí a través del cuarto y empecé a bajar las escaleras con el corazón desbocado.
—¡Pixie, no abras!
Ella ya estaba con la mano en el pomo de la puerta. Llegó a darme una fugaz mirada, pero abrió.
Rebecca Rosewood, en carne y hueso, atravesó la puerta.
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El cuenta mitos de Becca
Teen FictionEl cielo y el infierno se han fusionado, es hora de correr.